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Se vale descansar

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mié 27 diciembre 2006 12:00 AM

Cada vez es más común que las empresas mexicanas recorten los días de descanso de sus empleados, como ocurre también en Estados Unidos. No se trata de una política oficial, sino de una tendencia que toma fuerza en el mundo corporativo, que ya no sólo ve normal que una persona se lleve trabajo a casa en un sábado, sino que incluso alienta a que el personal no tome todos los días de vacaciones que le corresponden.

Esto me recuerda una historia que me contaba mi asistenta de investigación brasileña cuando tuvo que renunciar a su empleo en Chicago para trabajar conmigo en Barcelona. Cuando anunció su decisión de dejar su posición como asesora por un trabajo académico, su jefe exclamó: “Déjame ver si entiendo. ¿Estás dejando el frío invierno de Chicago para estudiar conflictos entre el trabajo y la familia en la tierra de las vacaciones de un mes?” Y le aconsejó en broma: “No creo que debas estudiar este tema en Barcelona. Estarías mejor aquí, en Estados Unidos. ¡Tenemos mucho más material para ti!” Ese jefe, que hizo un doctorado y es director ejecutivo, tiene esposa y dos hijos, no había usado uno solo de sus días de vacaciones en los últimos cuatro años. Y cuando estuvo un par de días ausente por enfermedad, pese a estar postrado en la cama, no se separó de su Blackberry. Tratando de convencer a mi asistenta para que se quedara, continuó: “Pero ésos son los sacrificios que debes hacer en la vida para poder cuidar a tu familia. Una vez quise ser profesor. Francamente, no ganan suficiente para cuidar a su familia”.

Esta historia ilustra varios temas que quiero tocar en esta columna: en la implacable carrera por tener más, sin duda encabezada por Estados Unidos y ahora también, desafortunadamente, imitada por México, los gerentes son absorbidos por un ciclo vicioso de trabajar largas horas casi sin descanso, con tal de mantener un cierto nivel de vida o de pertenecer a un cierto rango o clase socioeconómica. Esto, a su vez, los obliga a ‘sacrificar’ su vida personal en pos de cumplir las responsabilidades del empleo. Yo soy profesor. No tengo problemas para mantener a mi familia, probablemente porque prefiero ajustar mi nivel de vida.

Esta tendencia en las empresas mexicanas, propensa a reducir las vacaciones y el tiempo libre, no debería sorprendernos. La globalización de la economía las ha obligado a disminuir costos, a reestructurar, trasladarse y flexibilizar el trabajo para sobrevivir a la dura competencia. Cada vez en menos personas recae una mayor cantidad de tareas y responsabilidades, agudizadas por continuos cambios y situaciones de incertidumbre.

La nueva cultura del trabajo demanda esfuerzo arduo y un gran compromiso, acentuados por la presión externa del desempeño y la interna que generan las evaluaciones y la amenaza de ser despedido o de no conseguir un ascenso. Esto ha creado culturas adictas al trabajo donde la regla implícita o explícita es laborar más horas, asociadas al nivel de compromiso con la empresa y con ser un ‘mejor’ empleado. Trabajar horas adicionales (sin pago) es considerado una señal de lealtad a la compañía. Los que muestran gran dedicación al trabajo y destinan largas horas a él sirven de ejemplo para otros empleados, cuyas únicas posibilidades de sobrevivir o subir de posición es competir con ellos.

Lo más preocupante en esta historia es la ilusión de que trabajar más horas y más arduamente con menos vacaciones mejora la productividad y la economía en general. Las largas horas de trabajo también tienen consecuencias para la salud del empleado y la salud de la compañía. Un estudio realizado por la firma británica de asesoría Austin Knight, entre aproximadamente un millón de empleados del Reino Unido, encontró que más de la mitad del total de los consultados y tres cuartas partes de las mujeres opinan que trabajar más horas tiene un impacto negativo en su salud. Casi la mitad de los entrevistados reportaron que sus familias sufrían por su ausencia, pero menos de un tercio dijo que alguna vez trató de convencer a su jefe de aumentar el tiempo que podrían dedicar a la familia. Del total, 57% declaró que su vida personal se vino abajo por trabajar en exceso, y la cuarta parte reconoció que había puesto su relación sentimental en peligro. Paradójicamente, nueve de cada 10 empleados reconocieron que el trabajo en exceso supone problemas en términos de desempeño y motivación.

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Con base en investigaciones de campo sobre el estrés, la creatividad y los conflictos de trabajo y familia, puedo demostrar claramente que los descansos y vacaciones no son un lujo o un privilegio, son una necesidad absoluta para mantener un buen nivel de desempeño y creatividad, para seguir saludables y vigorosos, y para tener una vida personal equilibrada. Necesitamos tener en cuenta que nuestra economía está evolucionando rápido y más gente trabaja en empleos basados en el conocimiento u orientados al servicio, donde en lugar de fuerza física, la tranquilidad mental es un requisito para la productividad continua y la creatividad.

Cualquier máquina u organismo vivo necesita reposo y mantenimiento para seguir funcionando. Sin suficiente tiempo para la recuperación o mantenimiento, estas máquinas u organismos se desgastan o se dañan y, gradualmente, pierden su fuerza y resistencia. La pregunta es cuánto más podemos reducir este tiempo de recuperación y mantener el mismo vigor y fuerza. Una semana al año está ciertamente por debajo de los niveles requeridos.

Las investigaciones han mostrado que el estrés en realidad es bueno para nuestra salud, siempre y cuando no se vuelva un estado crónico y negativo.

Según el síndrome de adaptación general, descrito originalmente por Hans Selye, uno de los padres fundadores de la investigación del estrés, un periodo prolongado de estrés negativo consume poco a poco nuestras reservas. Esta presión crónica, y la desesperanza que nos puede causar no ver una salida o manera de recuperarnos, puede provocar que nuestro sistema inmunológico decaiga y seamos vulnerables a la enfermedad.

Resulta común en algunas personas que cuando por fin llega el descanso, después de un largo periodo de trabajo intenso, en los primeros días de sus vacaciones caen enfermas. Esto no implica que las vacaciones sean malas para la salud. Sencillamente indica que el cuerpo reclama lo que le hemos negado: descanso y tiempo para recuperarse. Muchas empresas ignoran los efectos devastadores del estrés. Jóvenes con ‘alto potencial’ están esperando sustituir a los gerentes ‘quemados’ por el trabajo. Nadie monitorea los niveles de estrés tan de cerca como los cambios en la Bolsa. Los ‘recursos humanos’ pueden ser desechados y remplazados del mismo modo que las máquinas y los muebles. Es la sociedad y, al final, los contribuyentes quienes tienen que pagar el costo de la hospitalización y el desempleo de estos ‘recursos humanos’ desechados. Lo que también ignoran las compañías es el costo del estrés que se oculta detrás del ausentismo y del ‘presentismo’; la pérdida de conocimientos acumulados, la pérdida también del talento y de clientes que fueron cuidadosamente desarrollados.

Las investigaciones en el campo de la creatividad identificaron la disposición positiva como uno de los antecedentes o condiciones importantes para la creatividad. El buen ánimo es una expresión del entusiasmo, de un bajo nivel de fatiga y bajo nivel de nerviosismo; todos estos elementos merman cuando no tenemos tiempo para recuperarnos. En otras palabras, podemos estar trabajando más y más tiempo, pero ciertamente no más inteligente o creativamente, y en épocas de creciente igualdad de productos y competencia feroz, la creatividad y la innovación son esenciales para ganarle a la competencia. ¿Es una coincidencia que precisamente las empresas que se colocan como líderes en su mercado desarrollen programas de salud y de conciliación de trabajo y vida? Desde luego que no. Se dan cuenta de que los empleados saludables y equilibrados son más productivos y creativos, lo que me lleva a mi tercer argumento.

Las investigaciones en el campo del trabajo y la familia han mostrado que uno de los antecedentes más importantes para los conflictos en esta arena es el estrés. Éste tiende a desparramarse a nuestra vida privada; nuestro mal humor, fastidio y distracción afectan negativamente las relaciones con la familia. Una vez más las compañías ignoran estos efectos negativos, como hicieron también en los años 70, cuando no tomaron en cuenta los efectos de la contaminación en la ecología natural. Al acortar las vacaciones, las empresas amenazan con dañar la ecología humana. Necesitamos tiempo con nuestras familias y amigos para construir relaciones armoniosas. Un amplio cuerpo de investigación ha mostrado los efectos beneficiosos del apoyo social como un amortiguador contra los efectos negativos del estrés. En lugar de cuidar esta ecología humana, necesaria para que un empleado se recupere y revitalice, las compañías están dañando este ambiente natural. El mismo director y asesor que mencioné al principio de mi columna confesó la siguiente historia: “Una noche estaba trabajando en casa cuando mi hijo me pidió que le leyera un cuento. Le dije que fuera a su cama y esperara. Cuando llegué a su habitación se había dormido con el libro en las manos. Me rompió el corazón...”. Un día puede romper su corazón de verdad. De acuerdo con investigaciones longitudinales de Karasek y Theorell, se ha descubierto que el estrés crónico no sólo afecta negativamente la productividad, sino que causa cardiopatía coronaria.

La Organización Mundial de la Salud ya declaró el estrés como uno de los mayores problemas de salud del siglo xxi. Gracias a investigaciones sólidas sabemos exactamente qué hacer para evitarlo. Una condición es la recuperación suficiente. Es una pena que México esté siguiendo el ejemplo de EU, en lugar del europeo. Una norma europea (93/104/EC) estableció que cada europeo tiene derecho a un mínimo de 11 horas de descanso sin interrupción cada 24 horas, un mínimo de ocho horas en promedio cada 24 horas para los trabajadores nocturnos, un periodo mínimo de 35 horas de descanso cada siete días, cuatro semanas de vacaciones pagadas al año y, lo más importante, un máximo saludable de 48 horas a la semana de trabajo.

Pero como todos sabemos, el gobierno y la política empresarial son sólo parte de la historia. Al final del día también somos personalmente responsables de la clase de vida que llevamos. Esto me lleva otra vez a la historia de mi asistenta y su ex jefe. Cuando ella preguntó: “Por cierto, ¿qué estudió cuando era investigador?”, él respondió: “Irónicamente, mi disertación fue sobre el equilibrio entre el trabajo y la familia”. De hecho, irónico.

Steven Poelmans es profesor de la facultad de Negocios del IESE en Barcelona, y director académico del International Center of Work and Family. Es autor del libro Tiempo de calidad. Calidad de vida, publicado por McGraw-Hill.

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