Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Curas para el trabajo

-
lun 05 febrero 2007 12:00 AM

En la planta de Tyson Foods, una procesadora de carnes, Fred L. Mason Jr. cuelga de las patas a pollos vivos, para que una banda los lleve al matadero. Hace unos meses, Mason confesó a su jefe que tenía un problema con las drogas. Sus compañeros lo instaron a ver al capellán de la planta, pero él se mostró escéptico. “¿Qué podía hacer por mí? ¿ofrecerme oración?” se dijo Mason. “Eso ya lo tenía en la iglesia. Mi familia también me lo daba, y yo me estaba volviendo loco”.

Con todo, este hombre de 35 años y consumidor de cocaína desde hace 20, visitó la pequeña oficina que tiene el reverendo Ken Willis en la planta. En los siguientes meses, Willis lo ayudó a inscribirse en un programa de rehabilitación y a encontrar un grupo de alcohólicos anónimos con el cual reunirse. Mason asegura que no consume drogas desde el 21 de agosto y ahora reconoce cuánto lo ayudó este programa de capellanes de la empresa. “Me salvó la vida”, asegura.

En Estados Unidos muchos fabricantes de partes para automóviles, cadenas de comida rápida y hasta compañías de servicios financieros están llevando a ministros de culto a los centros de trabajo. El propósito es atender a una comunidad de religiones diversas, sin evangelizar. Ofrecen un servicio confidencial y gratuito para los empleados. “Alguien que nunca ha pensado en esto puede suponer que rezan por la gente, pero gran parte del trabajo es escuchar a las personas, ayudarles con problemas muy humanos”, comenta David Miller, director ejecutivo de Yale Center for Faith.

La expansión de estos programas en el mundo corporativo es parte de una creciente tendencia en los negocios de aceptar a la religión en lugar de rechazarla, explica Miller. Los ejecutivos ahora buscan mecanismos para construir una empresa que se adhiera a ciertos valores cristianos. Otros negocios ofrecen a sus empleados musulmanes un lugar y hora para rezar en sus horas de trabajo.

Este tipo de programas suele costar menos que los modelos tradicionales de apoyo a los empleados. Además, su influencia va más allá de las paredes de las empresas: los capellanes corren al hospital si un trabajador tuvo un accidente, ayudan a la familia que perdió su casa en un incendio; visitan a familiares encarcelados e incluso ofician misas en bodas y funerales. No hay estadísticas sobre el alcance de estos programas, pero Miller calculó que entre 600 y 700 compañías en los EU lo tienen, dos veces más que hace cinco años.

El sacerdote Gil Stricklin, fundador de Marketplace Chaplains USA, una organización sin fines de lucro de Dallas, dijo que cada tres días firma un contrato con una empresa distinta; cuando empezó hace 22 años, lo hacía con sólo una cada cuatro meses. Las compañías enlistadas en las 500 más grandes de Fortune no respondían a sus llamadas hace unos años, dijo; hoy día está en tratos con una que tiene 175,000 empleados.

Publicidad

Aquellas firmas que instalan este programa corren el riesgo de incomodar a algunos trabajadores, si perciben que su empleador apoya una religión específica. En cambio, las empresas que se muestran amistosas con la fe, en lugar de basadas en la religión, pueden disipar esta molestia, advirtió Miller. En cualquier caso, cada compañía ajusta esta estrategia a su cultura. Cardone Industries, que renueva partes de automóviles para revenderlas, saca a sus pastores, casi todos laicos, de entre sus empleados. American LubeFast y Herr Foods contratan sólo a empresas externas como Marketplace Chaplains para hacerse de capellanes. Algunos, como Tyson Foods, que empezó con esto en 1999, tiene a sacerdotes de casa, unos 127 instalados en 250 de las más de 300 plantas que tienen en EU, afirmó Allen Tyson, capellán principal de la empresa (y que no tiene parentezco con los dueños). Por lo general, se trata de curas contratados en la localidad; algunos son ministros jubilados o pastores de iglesias y suelen trabajar medio tiempo.

Aunque la mayoría de los capellanes son cristianos, algunos programas tienen a imanes y a rabinos, en especial en la industria de la salud. En la planta de Tyson en Storm Lake, Iowa, que tiene a trabajadores nativos de Vietnam y Laos, el cura está en contacto con monjes budistas del lugar.

Vestido con una cofia en la cabeza y una bata blanca con las palabras “Capellán Ken” bordadas en letras rojas, Willis, de 56 años, camina por esta planta de 550 trabajadores casi todos los días; los busca durante sus descansos y visita a los trabajadores del turno de noche.

Aunque encabeza una pequeña iglesia local, Willis está siempre disponible para atender a la planta de Tyson. En los 18 meses que lleva ahí, ha hablado en funerales, visitó empleados en el hospital, encontró albergue, alimento y pañales para familias afectadas por inundaciones. Enseñó a muchos a administrar mejor su dinero y a abrir cuentas en el banco. “Así entiendo el papel del pastor”, dijo Willis, después de tomar la llamada de un empleado que estaba en el hospital y le pedía que le llevara su sueldo. “Los trato a todos igual, y espero que vean en mí el amor de Dios”.

Aunque Tyson da seguimiento al número de contactos que tienen los capellanes con los empleados, los diálogos entre ellos son confidenciales, a menos que el trabajador sea un peligro inminente para sí mismo o los demás. “No estoy ahí para convencer a la gente de que Tyson es un gran lugar para trabajar”, explicó Willis. “He dicho a uno o dos miembros del equipo que quizá sería mejor para ellos dejar de trabajar aquí”, señaló, porque notó aptitudes que les permitirían conseguir empleos mejor pagados.

En la planta de Glen Allen bajó mucho la rotación de empleados, pero no está claro cuánto de esto pueda ser atribuido al programa de capellanes, dijeron los gerentes.

En la oficina del sacerdote Willis se concentran fuertes sentimientos. Una mañana, Mary Jones se sentó frente al escritorio del capellán y lloró en silencio. Había perdido su automóvil y estaba al borde de perder su casa, su empleo y el control de su vida. Willis la ayudó a asegurar su casa y encontró alguien que arreglara su techo sin costo. “Nadie me había ayudado así antes”, aseguró.

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad