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El contragolpe

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sáb 04 enero 1000 11:23 PM

Cuando la famosa analista Denise Dresser participó en la campaña “Mujeres golpeadas. El que golpea a una, nos golpea a todas”, optó por dejar en su rostro la mancha morada del maquillaje que le pintaron, para medir las reacciones y sentir cómo es salir a la calle como una mujer golpeada. “Indica la profundidad del tema y el nivel de apoyo que puede generar”, explica Patricia Espinosa Torres, directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), el organismo gubernamental que lanzó la cruzada contra la violencia intrafamiliar.

Este instituto, fundado en 2002 y cuya misión es la equidad de género, tiene el reto de liderar con uno de los problemas más profundos del país y que cruza por las familias en forma de violencia psicológica, física o sexual.

La intención era aumentar las denuncias y difundir entre la población la existencia de este organismo. Por eso es paradójico que la inspiración de la directora de Inmujeres para su campaña fue una de moda, la famosa serie para El Palacio de Hierro, realizada por la agencia de publicidad Olabuenaga Chemistri. “Quise una campaña como ‘Soy totalmente Palacio’ pero al revés, ya que no me gustó que en este caso se refuerzan los estereotipos sobre mujeres”, explica Espinosa, ex diputada del PAN.

Para Olabuenaga (contratada para el caso) fue todo un reto: desarrollar el mensaje correcto sin generar más violencia o provocación en los hombres. Alrededor de 70% de las mujeres asesinadas muere en manos de sus parejas.

La empresa decidió maquillar a mujeres como Denise Dresser, Adela Micha, Carmen Aristegui y Ana María Lomelí, personas con imágenes tan fuertes y dignas, que la idea de que sufrieran la violencia intrafamiliar sería impensable. Muy lejos de la impresión y muy cerca de la solidaridad.

“Cuando me reuní con la gente de Olabuenaga para ver las primeras muestras me sentí verdaderamente afectada,” dice Espinosa, quien entró en la política hace 20 años.

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La campaña tuvo un alto impacto en términos de imagen pero el presupuesto fue bajo: costó sólo 5 millones de pesos, en parte gracias a que muchos de los involucrados trabajaron gratis.

El éxito fue rotundo. Mientras en 2004 llamaron a la línea de asistencia de Inmujeres 11,030 de ellas, tras los anuncios, tan sólo en los primeros nueve meses de 2006, se comunicaron unas 24,963. “El que golpea a una, nos golpea a todas” salió a la calle en noviembre de 2005, un año en el cual hubo más de 24,000 llamadas.

Más allá de las cifras, la campaña generó una ola de publicidad por la problemática de violencia intrafamiliar. “Todavía muchas de las mujeres ven la violencia doméstica como algo aceptado ‘si no me pega no me ama’”, comenta Espinosa, para quien los cambios demográficos y el ingreso de la mujer al mundo laboral han acentuado la problemática. En casas donde el hombre tiene la preconcepción de que él es quien aporta el principal sustento, un cambio en los roles puede derivar en golpes.

La mayor cantidad de violencia todavía está en familias de bajo nivel socioeconómico, son amas de casa quienes más se comunican con Inmujeres.

Visto en términos del problema que esconde México en su alma profunda, estas 24,000 llamadas anuales se antojan una cifra insignificante.

Según el INEGI, 47% de los nueve millones de mujeres que viven con pareja han sufrido violencia intrafamiliar (unos 4.2 millones) y 10% padece de violencia física. Son alrededor de 900,000 mujeres golpeadas y muchas veces violadas. Esta cruzada sí merece la mejor campaña de publicidad que las más hechiceras que Olabuenaga Chemistri pueda idear.

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