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Mi historia como Rocket Ranger

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mar 16 noviembre 2010 03:07 PM
Un proceso de innovación puede generar ganancias para rivales en el negocio. (Foto: Photos to go)
innovacion (Foto: Photos to go)

En 1963, fui con mi familia al Auditorio Nacional a una exposición tecnológica de Estados Unidos (EU). Exhibieron, en Campo Marte, el llamado Rocket Belt. Con un ruido tremendo, un hombre despegó del pasto con un aparato que consistía en unos tanques en la espalda y unos controles tipo motocicleta. Quedé, como todos los demás,maravillado y, fue de esta forma, que me imaginé que algún día fabricaría algo así. En 1975, vinieron al Autódromo Hermanos Rodríguez dos autos con motor de cohete y uno con motor de jet. De los dos primeros, uno era un go kart, que es un carrito muy pequeño, con llantas diminutas.

Al salir a la pista empujado por el piloto, la gente comenzó a chiflar porque, en verdad, se veía ridículo que un kart hiciera algún papel decoroso comparado con los dragsters de su época. El piloto se puso al volante y, entre la rechifla, dio un muy pequeño acelerón y salió disparado unos metros con un ruido impresionante. La rechifla enmudeció.

Logré ver claramente cómo las llantas se fueron patinando unos metros antes de poder girar libremente. Era como si lo hubieran jalado con una liga gigante y al soltarlo salió disparado a más de 350 km/h. Al ir a la zona de pitts, el piloto me explicó que estos vehículos utilizaban un motor de cohete de peróxido de hidrógeno. Era exactamente la misma tecnología que se usaba en el Rocket Belt. Entonces, se me prendió el foco.

Comencé a fabricar y experimentar con motores de cohete de peróxido de hidrógeno. Pasaron 32 años. Pero logré la hazaña: fabricar un rocket belt a la medida para cada piloto.

Se trata de un motor de cohete que funciona con peróxido de hidrógeno como combustible principal, en dos tanques. Cuenta con un tercer tanque de nitrógeno que presuriza el peróxido de este aparato. Al activar su mecanismo, emite oxígeno y vapor de agua; esto lo hace amigable con el medio ambiente.

Con un peso de 70 kg con combustible y 30 con el tanque vacío,  estos ‘cinturones' toman un tiempo de producción de tres meses. Orgullosamente,  los hacemos en México.

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Estos cinturones voladores se popularizaron en los años 20, por la historieta de Buck Rogers, un piloto norteamericano
de la Primera Guerra Mundial que, afectado por un extraño gas radioactivo, despertó en el siglo xxv para ver cómo la humanidad se alimentaba de comida sintética y se transportaba por los aires.

Ciencia ficción que quizá, hoy en día, ya está alcanzando a nuestra realidad. Ciencia ficción que ha sido el motor de muchas innovaciones. Comics que suelen ser el catalizador de pensamientos para muchas personas que, como yo, aún siendo niños imaginamos crear, inventar, fabricar, volar.

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