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El corazón o la razón

Académicos descubrieron que cuando una persona está en un dilema moral hay un choque emocional; quienes se llevan más por sentimientos, toman decisiones más justas que los analíticos, dice es
sáb 28 junio 2008 06:00 AM
“La reacción emocional a la injusticia aleja a las personas

La actividad en una región del cerebro asociada con las emociones puede provocar que una persona tienda a tomar decisiones justas, en lugar de decisiones efectivas, dicen investigadores que buscan comprender qué motiva las acciones morales.

Académicos del California Institute of Technology, en Pasadena, descubrieron que cuando una persona está en un dilema moral, ocurre un forcejeo entre esas dos regiones del cerebro donde tienen asiento la razón y las emociones.

Estos científicos se valieron de aparatos de imagenología para medir la actividad cerebral de 26 adultos a quienes pidieron repartir comida a un grupo de huérfanos. Lo que descubrieron fue que, cuanto más fuerte era la actividad en la región de las emociones, o ‘ínsula’, era más probable que la comida fuera distribuida de manera justa entre los niños.

Filósofos y economistas han debatido, por muchos años, por qué la gente toma decisiones morales. Los llamados sentimentalistas morales, como Adam Smith, sostienen que la distribución de bienes suele estar enraizada en la empatía. Otros, como Platón, ponen el énfasis en la razón.

Este estudio, cuyos resultados fueron publicados en el portal de la revista Science, sugiere que la emoción pesa más que la razón cuando se trata de justicia, explicó Michael Gill, profesor de filosofía en la Universidad de Arizona. “Parece haber suficientes elementos para pensar que nuestros juicios morales se basan en nuestras emociones’’, dijo en una entrevista telefónica Gill, que no participó en el estudio. “Esto parece sugerir que los sentimentalistas tienen razón”.

El profesor Steven Quartz, del California Institute of Technology, fue quien encabezó esta investigación, la primera en explorar con gente real enfrentada a dilemas con consecuencias reales.

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A los 26 participantes se les dio a leer una breve biografía de 60 niños huérfanos alojados en un hogar de Uganda. Les informaron que ayudarían a determinar cuánto dinero recibiría el orfanatorio como donativo (al final, 2,279 dólares). Cada participante tuvo ocho segundos para establecer cómo repartir las comidas, tomando como base distintos escenarios. Los participantes tenían que elegir entre estas opciones: quitarle 15 raciones a un solo niño, o quitarle 13 a un niño, y cinco a otro más.

Los especialistas estuvieron escaneando sus cerebros con un equipo de resonancia magnética, mientras deliberaban si optar por la salida más eficiente –quitarle 15 raciones a un solo niño– o si decidir por la opción más equitativa –quitarle 18 raciones a dos niños–. Quartz y su equipo observaron en qué lugar del cerebro se ejecutaba el cálculo. Notaron que cuando la solución fue dar comida a los niños, se encendió la parte del cerebro ligada a la recompensa (la corteza orbital frontal). En cambio, cuando decidieron retirarles comida, se activó la ‘ínsula’, el lugar que procesa las emociones. “La reacción emocional a la injusticia aleja a las personas de tomar decisiones inequitativas, y las lleva a ser justas”, explicó.

La actividad cerebral
La mayoría de los participantes eligió la opción equitativa, y solo tres o cuatro se decidieron por la eficiente, dijo Quartz. Quienes eligieron la salida más justa siempre presentaron mayor actividad en esa parte cerebral.

“Lo que esto sugiere es que cuando una persona ve una injusticia, realmente le molesta, y se siente muy mal al respecto, y esa reacción lo aleja de ser injusto”, expresó en una entrevista telefónica Quartz, profesor asociado en la división de Humanidades y Ciencias Sociales. “Las emociones parecen mantenernos a raya. Pero algunas personas no tienen esta respuesta tan fuerte’’.

La moralidad es un importante móvil para las personas, y a menudo inspira a la acción, dijo Gill. Según este académico, uno de los argumentos éticos más importantes de David Hume, el filósofo escocés del siglo XVIII, plantea que la moralidad influye en la conducta, y que para actuar, la gente necesita motivos; los motivos a menudo surgen de los sentimientos.

El grado de justicia que la gente espera de un programa social puede estar basado en esta respuesta, añadió Quartz. Un futuro camino de investigación podría ser explorar en qué grado la respuesta de esta ‘ínsula’ cerebral de las emociones influye en la motivación política, finalizó Quartz.

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