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Un archivo oculto expone atrocidades de la Segunda Guerra Mundial

Tras un silencio de medio siglo, ocurrió un sorprendente descubrimiento en una corte de Roma, cuando un archivo mostró evidencia atroz
sáb 13 agosto 2011 02:45 PM

Nota del editor: Un archivo olvidado durante décadas ayuda a llevar algo de justicia para las víctimas italianas de las atrocidades nazis. En San Pancracio, los lugareños recuerdan a sus víctimas con una vigilia anual. Ésta es otra más de las "Historia No Contadas" que CNNInternacional reporta los fines de semana.

SAN PANCRACIO, Italia (CNN) — El ruido estremecedor de vehículos rompió el silencio en San Pancracio a medio día. Era el 29 de junio de 1944, con el repliegue de las tropas alemanas de las SS (Schutzstaffel o escuadrón de elite de los nazis) de la atormentada aldea toscana del territorio italiano.

Desprevenidos y aterrorizados, los habitantes del pueblo fueron sacados de sus casas y llevados a la plaza principal de la aldea. Después de que las mujeres y niños fueran escoltados fuera de la escena, los hombres fueron trasladados a un sótano y ejecutados. En total, 73 fueron asesinados.

El trágico día perseguiría siempre a los sobrevivientes, cuyos padres, esposos e hijos tuvieron un terrible destino. El largo y doloroso viaje hacia la justicia tomaría décadas.

San Pancracio, ubicado a aproximadamente 50 kilómetros al sur de Florencia, es uno de cientos de lugares en toda Italia donde ocurrieron atrocidades indescriptibles contra civiles durante la Segunda Guerra Mundial.

Entre septiembre de 1943 y abril de 1945, la calculada campaña de los nazis no perdonaba a nadie. En algunos casos, mujeres, niños y ancianos fueron salvajemente asesinados junto a los hombres mientras se llevó a cabo la invasión.

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“Quince mil italianos fueron asesinados”, dijo el Dr. Gianluca Fulvetti, un historiador que ha publicado dos libros sobre atrocidades en tiempos de guerra en Italia. “Esto no sólo fue una guerra entre ejércitos. Fue una guerra sobre civiles, que se vieron involucrados inconscientemente y pagaron con sus vidas”.

La Toscana fue una de las regiones más afectadas con el repliegue de las tropas alemanas hacia el norte tras la liberación de Roma. Fulvetti estima que 3,650 personas murieron ahí, la mayoría en junio de 1944.

La guerra contra los civiles fue desatada tras la caída de Benito Mussolini en julio de 1943, cuando el dictador fascista fue arrestado, mientras gestionaba la tregua entre Italia y los Aliados.

Decenas de miles de soldados italianos que pelearon bajo las órdenes de Mussolini tomaron las armas para combatir a la Alemania nazi.

En marzo de 1944, partisanos en Roma atacaron una unidad de policías de la SS, asesinando a 33 alemanes. Con órdenes del alto mando alemán, 335  hombres y niños fueron agrupados y ejecutados en las Fosas Ardeatinas, cerca de Roma. La matanza de represalia, montó el escenario de cómo Alemania conduciría el resto de la guerra en Italia.

“Las tropas recibieron la orden de desquitarse con los civiles como castigo por las acciones de los partisanos”, dijo Fulvetti. Cualquier forma de resistencia civil era motivo de castigo, aunque fuera negarle refugio o comida a las tropas alemanas.

Los enfrentamientos entre la resistencia local y las tropas alemanas cerca de San Pancracio generaron miedo a represalias en todo el país. Y llegaron el 29 de junio, cuando unidades de la infame División Hermann Goering invadieron sus hogares y llevaron a los aldeanos a la plaza.

Goffredo Cinelli, quien perteneció a la fuerza aérea italiana antes de la salida de Mussolini, se escondió en su ático mientras se llevaban a su padre. “Escuché a mujeres y niños llorando”, comentó. “Mi madre dijo más tarde que fue a hablar con mi padre. Ambos lloraron”.

El destino de los hombres pronto se aclaró. En el sótano de una granja, el cura local rogaba por la vida de sus feligreses. Después de ofrecer la misa, fue el primero en morir tras recibir disparos a corta distancia. Los demás fueron ejecutados de manera similar. Posteriormente, los alemanes prendieron fuego a los cuerpos y a las casas de los aldeanos.

Ese mismo día, 173 personas fueron asesinadas en las aldeas vecinas de Cornia y Civitella.

Gabriella Panzieri perdió a varios familiares en la masacre de San Pancracio. Tenía seis años en ese entonces y relata que se refugió en el bosque con su madre. “Recuerdo las llamas de nuestra aldea esa noche. Fue como si todo el mundo estuviera incendiándose”, comentó.

Dos semanas después llegaron las tropas aliadas para encontrar San Pancracio reducido a escombros.

Después de la guerra, en 1946, una corte militar sentenció a un excomandante de la SS a cadena perpetua en prisión por la masacre de las Fosas Ardeatinas. Sin embargo, los planes de futuros juicios fueron archivados muy pronto.

La cercanía de la Guerra Fría apagó el entusiasmo por castigar a los criminales de la guerra nazi. “Había una creciente apatía para avergonzar a Alemania”, dijo el Dr. Paolo Pezzino, quien enseña historia contemporánea en la Universidad de Pisa.

“La justicia internacional se enfocó a la política práctica. Los comunistas eran los nuevos enemigos. Ya no se trataba de ver hacia el pasado sino hacia el futuro”.

El silencio perduró medio siglo. Más tarde, en 1994, se hizo un sorprendente descubrimiento en una corte en Roma. Un archivo olvidado reveló un tesoro de evidencia de cientos de atrocidades de guerra, documentado por investigadores italianos y de los Aliados

Pezzino fungió como asesor de una comisión parlamentaria que investigó los motivos detrás del ocultamiento de los archivos. Él sostiene que si hubieran sido remitidos a las cortes militares inmediatamente después de la guerra, se habrían hecho más juicios militares. “Este fue un encubrimiento en todos los sentidos de la palabra”, agregó.

El descubrimiento del denominado “gabinete de la vergüenza”, generó  indignación pública, y un renovado llamado para hacer justicia.

“Sentí que tenía una obligación moral para dar respuestas”, dijo Marco de Paolis, actual fiscal militar en jefe de Italia, quien jugó un papel clave en la reapertura de los casos criminales. “Y para brindar una sensación de justicia a cientos de personas que han estado esperando más de 50 años”.

Desde el 2002, De Paolis ha juzgado más de una decena de casos, varios de los cuales se tradujeron en condenas.

Para el 2007, todos los acusados de la masacre de San Pancracio habían muerto, menos uno. Max Josef Milde, de 82 años cuando inició su juicio, fue juzgado en ausencia, encontrado culpable y sentenciado a cadena perpetua por la muerte de 203 de hombres, mujeres y niños de San Pancracio, Civitella y Cornia.

“Cuando se dictó la sentencia, sentí el grito de la justicia”, recordó el alcalde Sauro Testi, quien acompañó a los sobrevivientes y miembros de familia durante el juicio. “El Estado finalmente respondió”.

Milde siempre ha sostenido su inocencia y no se ha presentado para cumplir su sentencia.

Aunque las autoridades germanas colaboraron con el caso, Alemania no extradita a sus ciudadanos sentenciados por crímenes de guerra en otros países.

De cualquier forma, la condena fue bien recibida con las víctimas de las familias.

“Fue un momento histórico en que alguien  fue declarado culpable”, dijo Michele Panzieri, quien perdió a varios miembros de su familia en la tragedia. “Es importante nunca olvidar, pero al final tienes que perdonar”.

Cinelli, actualmente de 92 años –el veterano de la fuerza aérea cuyo padre murió en la masacre-, tuvo una reacción diferente.

“Sabía que al final nada sería resuelto. ¿Después de 60 años? Eran tiempos en que había un gran odio entre los fascistas y los que no lo eran. Era una lucha tremenda”.

Aún tras la condena, San Pancracio se rehúsa a olvidar su pasado. Cada año, los aldeanos llevan a cabo una procesión en el aniversario de la tragedia para recordar a las víctimas.

El padre de Michele Panzieri, Enzo, es presidente de una asociación local dedicada a la preservación de la memoria de la tragedia. Él era un niño cuando las tropas nazis barrieron la Toscana y se llevaron al padre que nunca conoció.

En una tarde reciente, se le vio hablando con un grupo de estudiantes dentro del sótano de la granja –ahora museo– contestando sus preguntas con franqueza y detalles moderados. “Disfruto hablar con los niños y a veces veo que se ponen sentimentales”, dijo Panzieri.

“La juventud de hoy liderará la Italia de mañana. Deben ver estas cosas para que nunca se repitan”.

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