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El presidente Al Bashir siente el calor de la 'primavera sudanesa'

El pueblo sudanés se une al despertar de la 'Primavera Árabe' en contra de la dictadura que los ha gobernado por casi 23 años
mié 04 julio 2012 10:38 AM
primavera arabe sudan
omar_albashir primavera arabe sudan

Nota del editor: Olivia Warham es directora de Waging Peace, organización de caridad que hace campaña en contra del genocidio y la violación sistemática de los derechos humanos enfocada particularmente a África.

(CNN)Desde el 17 de junio, los ciudadanos sudaneses han protestado en contra del régimen totalitario que los ha gobernado durante 23 años. Las protestas en contra del alza de los precios del combustible y los alimentos se han extendido hasta convertirse en críticas contra el corrupto Frente Nacional Islámico renombrado como Partido del Congreso Nacional.

De forma predecible, las fuerzas de seguridad han respondido con rapidez y brutalidad. Igualmente predecible es que los líderes sudaneses culpen a los extranjeros de fomentar el descontento.

Este no es el primer indicio de la Primavera Árabe en Sudán . El año pasado se sofocaron rápidamente las protestas, haciendo patente para los ciudadanos que arriesgarían la vida si osaban retar al decrépito estatus quo. Los periodistas locales han sido arrestados e intimidados; los reporteros extranjeros han sido acosados con el fin de frustrar la cobertura informativa. Los activistas lanzan advertencias de que internet podría ser desactivado por el régimen en cualquier momento. Con todo, las protestas siguen esparciéndose.

En el país, catalogado entre los diez más represores y corruptos por Freedom House y Transparency International, no existe la libertad de expresión o de reunión. La tambaleante economía está en manos de la élite gobernante de Jartum; las regiones del país han estado marginadas por décadas.

La desastrosa política de limpieza étnica árabe culminó con la pérdida de un tercio de su territorio y la mayor parte de sus reservas de petróleo a favor del nuevo Sudán del Sur. El reciente cese al control de los precios de los productos de consumo básico ha puesto a prueba la resistencia de una nación estoica.

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El presidente de Sudán, el criminal de guerra convicto Omar Al Bashir, califica a los protestantes como “extraños” dirigidos por un puñado de individuos “incitados”. El alcalde de Jartum explicó que las autoridades sudanesas han detectado a “elementos extranjeros” que han organizado las marchas.

Esta es una práctica común en Sudán: Los israelíes y estadounidenses son responsabilizados de incitar a los rebeldes grupos étnicos en el sur, en Darfur, en el este y ahora en la disputada frontera con Sudán del Sur. En otras palabras, el régimen jamás admitirá su culpa por las desastrosas políticas locales y externas.

A lo largo de los años, en sus discursos Bashir ha acusado de abusos al occidente imperialista y a sus tramas ruines. En una región en la que pocos saben cómo tener acceso a las fuentes de información imparciales y en donde el analfabetismo es alto tiene sentido recurrir a la paranoia de la gente.  Esta maniobra ayuda a reunir a una nación displicente alrededor de un régimen vacilante en contra de un enemigo imaginario. Esta es una práctica conocida para los amigos cercanos de Bashir y para sus compañeros de ideología, los iraníes, por las mismas razones. Un reportaje sobre Sudán publicado recientemente en un diario de Teherán explicaba que los grupos separatistas, desde los vascos hasta Darfur pasando por el Tibet, han sido parte de una conspiración orquestada por los poderes colonialistas malignos.

Sin embargo, al culpar a los extranjeros Bashir y sus simpatizantes revelan cómo ven a su pueblo, dejan ver el desprecio que tienen por la inteligencia de sus ciudadanos. Su mensaje es “Son personas simples y fácilmente influenciables por los extraños, incapaces de formar su propia opinión”. El férreo control de las discusiones públicas es parte de lo que los psiquiatras llaman proceso de “infantilización”.

Al culpar a los malévolos extranjeros distraen la atención de la incompetencia y la corrupción que han caracterizado al régimen de Bashir. En vez de usar las ganancias obtenidas durante años gracias a la explotación petrolera para desarrollar al país y diversificar la economía, decidieron entablar batallas en contra de su propio pueblo en aras de la creación de una supuesta nación árabe y musulmana étnicamente pura.

Hasta hace poco los autócratas árabes recurrían a t ácticas similares para apaciguar a la inquieta “calle árabe” . Cuando la gente empezó a preguntarse por qué su economía era tan débil, por qué los jóvenes no podían encontrar trabajo, sus gobernadores les respondieron hablándoles de las iniquidades sufridas por sus hermanos palestinos.

Al Asad recurrió a esa misma estrategia hace poco, culpando de la revolución siria a espías extranjeros; Gadhafi hizo lo mismo y en mayo de 2012 las autoridades egipcias prohibieron la existencia de varias ONGs entre las que se encontraba el muy respetable e imparcial Carter Center, acusándolas de incitar las revueltas.

Toda esta narrativa común se basa en hacer ver al pueblo árabe como mártires, como si fueran incapaces de cambiar su destino. Sin embargo, no se trata de un síndrome exclusivo de los árabes: Putin utiliza el mismo enfoque en Rusia, haciendo casi imposible la labor a favor de los derechos humanos de las ONGs extranjeras.

Uno de los aspectos más felices de la Primavera Árabe es que sus ciudadanos han rechazado la noción de que son víctimas impotentes a merced de los malévolos imperialistas extranjeros.

Han dejado de aceptar que la única opción es someterse a los dictadores ineptos y corruptos que los han gobernado. Ha sido un viaje arduo y sangriento, sin embargo, es así como la gente toma el control de su destino.

El sábado, el Frente Nacional Islámico conmemorará 23 años en el poder en Sudán. Mientras las protestas se esparcen desde la capital, Jartum, hacia las ciudades del interior del país, de los estudiantes y los intelectuales a los desempleados descontentos, el sistema creado por Bashir y sus secuaces se tambalea.

Se trata de la supervivencia de un sistema entero, no sólo de unos cuantos individuos. Los resistentes sudaneses pronto verán cuanto se puede cambiar.

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