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Uno de los sobrevivientes del sismo de Guatemala, a salvo por una cuerda

Otto Ramírez, un obrero de 31 años, es el único de sus compañeros de una planta de arena de San Marcos que puede recordar el terremoto
vie 09 noviembre 2012 04:16 PM

Una cuerda clavada en la montaña salvó la vida a Otto Ramírez, el único sobreviviente de una planta de extracción de arena del departamento San Marcos de Guatemala, donde este miércoles se registró un sismo de 7.2 grados .

Desde lo alto, este empleado de 31 años alcanzó a ver cómo la tierra sepultaba al camión de volteo. Se agarró a una cuerda, gracias a la que es el único de la plantilla que puede contar lo ocurrido. Cinco de sus familiares también fallecieron por el terremoto, que causó 52 muertos.

Mientras narra su historia, no mira a los ojos, desvía la mirada hacia el fondo del barranco donde perdieron la vida cinco de sus familiares, entre ellos Giovanni, un niño de seis años .

La tarea de Otto consistía en subir ayudado por una cuerda hasta la cintura de la montaña y picar las partes más sensibles para que la arena descendiera hasta donde estaban los otros trabajadores, que la echaban a los camiones.

Otto ya había picado lo suficiente para que los demás colaran el producto y comenzaran a cargar el camión, que manejaba Cruz Abel de León, dueño de la planta. Pero a las 10:35, cuando pensaba bajar a ayudarles con la carga, sintió que la cuerda de la que pendía comenzó a mecerse “como una hamaca”. A su izquierda y derecha, se deslizaban toneladas de arena que la montaña sacudía de sí misma. Apenas pudo mirar hacia abajo y gritar que tuvieran cuidado.

“Si bajaba, me habría quedado sepultado igual que ellos, así que lo que hice fue subirme”. Otto escaló la montaña apoyado en la misma cuerda que lo ha sostenido los últimos cuatro años, desde que empezó a trabajar en la arenera. Mientras subía vio cómo una enorme porción de tierra sepultó el camión.

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“Subí lo más que pude y bajé por toda la orilla”, dice mientras repasa con su índice el contorno de la montaña como dibujándola. “Creí que todos iban a estar a salvo, pero no vi a nadie”, cuenta. Sus ojos volvieron otra vez al fondo del barranco y se humedecieron.

Perder la esperanza

En agosto, ocurrió un derrumbe que soterró a un trabajador. Los vecinos escarbaron durante horas para buscarlo y lograron encontrarlo vivo. Ese recuerdo le dio un poco de esperanza el miércoles, pero sus familiares no aparecieron. “Ese día me quedó mucho miedo porque pensé que me podía pasar eso a mí, pero me tuve que seguir porque no había otro trabajo”.

Este viernes, Otto sigue esperando a que saquen del fondo de la arena a su cuñado Jeremías Artemio Fuentes, cuyo cadáver no ha podido ser rescatado desde el día de la tragedia. “Va estar muerto como los otros. Yo perdí a casi toda mi familia”, dice.

Su casa, donde vivían su esposa y tres de sus cuatro hijos, también se derrumbó. La noche del temblor tuvieron que dormir con el mayor de sus hijos.

Otto no sabe lo que hará, pues perdió su trabajo, su casa y a su familia: “Estos días vamos a aguantar porque no hay dinero. Después voy a ver si consigo otro trabajito de lo que sea”. Sus ojos siguen escarbando entre la arena para encontrar a su último enterrado, llevarlo a casa y volverlo a enterrar, ahora sí “como Dios manda”.

“Yo no sé ni qué pensar. Tal vez Diosito me apartó para que no me pasara nada, pero ahora sólo me siento molesto por lo que a ellos les pasó”, concluye.

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