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Los activistas sirios describen los abusos en las prisiones de al Asad

Los presos en las cárceles del régimen sirio denuncian que son detenidos arbitrariamente y sufren ataques físicos y psicológicos
mié 20 febrero 2013 12:07 PM

Era un día nevado de enero en Damasco; la pequeña Mada al Zoabi, de 10 años, bajaba corriendo por las escaleras para jugar en la nieve; sin embargo, al poco tiempo la imagen de su padre llegando a casa provocó su sorpresa. “¿Papá? ¿Eres tú?”, exclamó sorprendida Mada, quien no reconoció a su padre después de no verlo durante casi un mes. “Su pelo era largo y su rostro era así”, dijo mientras apretujaba sus mejillas. “Mi madre me dijo que él iba a viajar a otro país, pero yo sabía que estaba en prisión”, dijo Mada. “Corrimos y nos abrazamos muy fuerte”, dijo su padre Zaidoun Zoabi, un crítico declarado del gobierno sirio.

Zaidoun dijo que pasó 26 días en unas instalaciones de detención del régimen sirio y que fue liberado con el aspecto de un “fantasma”. Dijo que su salud se deterioró y que perdió más de 18 kilos.

“La comida consiste en un pedazo de pan en la mañana y luego te dan tres aceitunas. Cada día morían cinco o seis personas”, dijo Zaidoun a CNN en una entrevista reciente en Damasco.

“No mueren por tortura. La tortura está ahí . No voy a hablar de la tortura física, porque eso resulta algo realmente trivial en comparación con la tortura de las almas. Imagínense que uno no se puede mover ni un segundo durante 24 horas, que se te permite ir al baño dos veces al día, y que contaran hasta 10 y luego tienes que salir del baño", dijo.

Zaidoun dijo que estuvo hacinado con 91 hombres en una pequeña habitación de 21 metros cuadrados y lo compara a estar atrapado dentro de un elevador con un grupo grande de gente y poco oxígeno.

El activista de derechos humanos de 39 años fue detenido en diciembre. Él atribuye su liberación a la cobertura de su caso por los medios, en especial a Anderson Cooper, de CNN, y a otros, además de la presión a las autoridades de parte del enviado especial de la ONU para Siria, Lakhdar al Ibrahimi. 

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“Esto no es un centro de detención, sino una fábrica de locura y muerte. El asunto es que no se sabe cuándo vas a salir. Estás en un lugar, aunque no hay ningún cargo real en tu contra, te encierran por tiempo indefinido. Tan sólo te sientas ahí y esperas la misericordia de Dios para salir”, dijo Zaidoun.

No hay forma de que CNN verifique las condiciones de los centros de detención del gobierno sirio; sin embargo, los grupos de derechos humanos han recogido decenas de testimonios similares a los de Zaidoun.

Su hermano de 22 años, Soheib, quien fue detenido con él, sigue bajo custodia y hay pocas noticias sobre cómo se encuentra. “Es la persona más pacífica y más inocente que podrías conocer. Es un buen muchacho, y como me decía mi  madre. ¿Te imaginas que sigue vistiendo la misma ropa?”, dijo Zaidoun a CNN, mientras su madre Iffat, de 63 años, rompía en llanto. “Está bien, mamá”, dijo Zaidoun, lleno de lágrimas, mientras su hija de seis años, Julia, abrazaba a su abuela entre sollozos.

La confusión de cifras

Nadie sabe con certeza cuántos sirios se encuentran detenidos por el régimen. La oposición siria pidió hace poco la liberación de todos los presos como condición previa para entrar en negociaciones con el gobierno. Calculan que la cifra de detenidos es de más de 160,000.

Las autoridades del régimen sirio dicen que la cifra es exagerada y que diariamente liberan detenidos “sin sangre en sus manos”. Sin embargo, los activistas refutan estas afirmaciones y dicen que las cifras son inclusive más altas. “El único cargo en su contra es que él es mi hermano”, dijo Zaidoun, quien aboga por la liberación de Soheib.

“Para detener a una persona aquí en Siria no se necesita una justificación real; si tienen una justificación, como mi activismo, entonces Dios sabe cuándo saldrás. Podrías quedarte por meses en el lugar, durante años, nadie sabe”, añadió.

Otra activista y amiga de la familia, Keffah Ali Deeb, fue detenida en agosto junto con otro amigo cercano, Hinawy Rami, quien sigue detenido. Keffah, escritora infantil, pintora y activista de 30 años, pasó 18 días en otro centro de detención, en Damasco. Era la única mujer en ese lugar y fue mantenida confinada en solitario. Keffah dice que no fue torturada físicamente, pero que tuvo que soportar algo que asegura que fue peor.

Todos los días Keffah escuchaba el sonido de la gente torturada, afuera de su puerta. "Cada vez que escuchaba una voz, pensaba que era Rami. Así que saltaba arriba del lavabo de mi celda y miraba a través de un pequeño orificio para ver si era Rami el que estaba siendo torturado...”, recordó Keffah. No podía ver mucho a través del orificio, pero pudo observar cómo golpeaban a hombres en ropa interior.

El sonido de la tortura

Keffah dice que la historia de uno de los detenidos en la celda adyacente a la suya la perseguirá para siempre. “Me detuvieron durante el Ramadán; había un detenido que claramente parecía un anciano. Solía escucharlo en determinados momentos, tocaba a la puerta y decía, “que Dios te ayude, que Dios te bendiga, hijo mío”, suplicando (a los carceleros) que sólo le dieran una gota de agua porque estaba ayunando”, dijo. “¿Estás ayunando, animal?”, respondían los carceleros.

Keffah dice que vio cómo llevaron al hombre a un grifo y le dieron de beber, pero que continuamente lo abofeteaban, lo golpeaban y lo maldecían mientras bebía agua. Y después escuchó al anciano darles las gracias por haberle dado de beber.

“Me sentaba en un rincón de de mi celda y lloraba a raudales mientras pensaba en lo que le harían a este hombre”, dijo. Keffah estaba abrumada por las emociones mientras contaba la historia en susurros para que ninguno de los clientes de una cafetería en Damasco pudiera escuchar.

“Una de las peores formas de tortura es la psicológica”, dijo mientras se enjugaba las lágrimas. Keffah recuerda que el día de su liberación la llevaron a un auto en el que había un hombre que tenía los ojos vendados y las manos atadas. Mientras los conducían fuera del auto y hacia un elevador, los guardias retiraron la venda de los ojos del frágil anciano. Por sus mejillas rodaron lágrimas cuando se dio cuenta de que quien estaba detenido junto con él era una joven.

Keffah se sentó en la sala en donde los recibió un investigador antes de ser liberados. El anciano agradeció al investigador. “Cuando habló me di cuenta de que era el mismo anciano que había rogado por agua. Recordé su voz”, dijo. Conforme el investigador le entregaba sus pertenencias al hombre, se disculpó: “Lo siento, anciano, te detuvimos por error”. Llorando, Keffah dijo: “¡Todo esto! ¡Todo por lo que pasó! ¿Fue un error? Moriré y nunca olvidaré su rostro”. 

Keffah y Zaidoun estuvieron entre las decenas de miles de sirios que salieron a las calles en 2011 en lo que empezó como unas protestas pacíficas en contra del gobierno. Sin embargo, tras la violenta represión por parte del régimen, algunos manifestantes se levantaron en armas. Otros desafían los bombardeos del gobierno y las balas de los francotiradores para proveer ayuda humanitaria a quienes la necesitan.

Keffah es alauí, la misma secta a la que pertenece el presidente, Bachar al Asad, aunque ella se rehúsa a identificarse como tal. “Soy siria”, dice. Ella niega que su país esté enzarzado en una guerra de sectas. Dice que su grupo ayuda a las diferentes comunidades en un esfuerzo por mantener unida a la sociedad siria ante un enfrentamiento sectario.

Tanto Zaidoun como Keffah se oponen a cualquier intervención militar en el conflicto. Creen que aún es posible negociar el cese de la violencia y quieren que haya un proceso político para que Siria se vuelva un Estado democrático. Aunque la brutal guerra civil que ha cobrado casi 70,000 vidas continúa y no parece estar cerca de terminar, dicen que se ha olvidado la difícil situación que viven las decenas de miles de detenidos.

La 'gestión' de los detenidos

Cuando se le preguntó cuántos de sus conocidos siguen detenidos, Keffah dijo: “La lista es larga. En este momento pasan por mi cabeza cientos de rostros”. Las detenciones se hacen al azar. Keffah y Rami fueron detenidos mientras llegaban a reunirse con un contacto. Zaidoun fue detenido en una cafetería en Damasco cuando llegó a una reunión.

Los familiares de los detenidos pasan semanas y meses buscando a sus seres queridos desaparecidos , sin saber si están vivos o muertos. En algunos casos reciben un mensaje cuando liberan a los detenidos. Keffah dice que pasó 18 días en la cárcel tratando de memorizar los nombres de las decenas de detenidos que llegaban todos los días. Zaidoun dice que en el lugar en donde estaba cautivo, las edades de los detenidos iban de los 13 a los 75 años.

La tortura está fuera de control y dicen que se obliga a muchos a confesar crímenes que no cometieron. A través de un comunicado de prensa emitido la semana pasada, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) indicó que desde 2011 sólo habían podido realizar dos visitas a las prisiones centrales de Damasco y Alepo.

“Eso fue bueno, pero no es suficiente. Claro que algunos centros de detención están en zonas demasiado peligrosas para que entremos. Sin embargo, este acceso limitado significa que no se está monitoreando la situación de los detenidos. Eso sería muy preocupante en cualquier conflicto armado y ciertamente es una gran preocupación en Siria”, señaló el CICR.

Sin embargo, no sólo el régimen tiene detenidos en custodia . Los combatientes rebeldes en las regiones bajo el control de la oposición, también tienen prisioneros. Con el escaso acceso en medio del estado de guerra, no se sabe cuántos prisioneros tiene el Ejército Libre de Siria y otras facciones rebeldes.

Zaidoun y Keffah saben bien los riesgos que conlleva alzar la voz, pero dicen que el miedo a ser arrestados no los detendrá. “Claro que tengo miedo, pero la libertad se siente tan bien. Nadie más que los que la han sentido saben lo que es. Hemos empezado un viaje del que no hay retorno”, dijo Zaidoun. “Sería como traicionar a los que han perdido la vida”.

Keffah, cuyo nombre significa “lucha” en árabe, cree que tiene un deber con la siguiente generación de sirios. “No quiero obtener ningún beneficio de esto. Quiero que llegue el día en el que la siguiente generación tenga una vida mejor que la nuestra”, dijo. “Para mí, mi padre, su generación y la anterior son criminales porque callaron. Imaginen que nosotros calláramos y les dejáramos esto a nuestros hijos”.

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