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¿Benedicto, Juan Pablo, Paulo? ¿Qué implica el nombre del próximo papa?

Los nombres elegidos por los jerarcas católicos han señalado afinidades con sus predecesores y con objetivos de su pontificado
dom 03 marzo 2013 01:58 PM

La elección de un nuevo papa apenas está por iniciar, pero quien tenga posibilidades de ser nombrado podría ya estar pensando en su nuevo nombre y lo que éste significa.

En la larga historia de los papas, que se remonta dos milenios atrás hasta San Pedro, algunos nombres han tenido connotaciones negativas, mientras que otros han representado tanto  conservadurismo como deseos de cambio . Así que lo que el nuevo pontífice escoja podría ser una de las primeras pistas del curso que intente dar a la Iglesia que agrupa a 1,200 millones de católicos romanos.

Por ejemplo, Pío XII (1939 a 1958) fue muy conservador, según el eminente historiador italiano Alberto Melloni. “Si el nuevo papa eligiera llamarse Pío XIII, sería una decisión muy ideológica”, dijo.

Del otro lado de la moneda, un nuevo papa que se llamara Juan XXIV estaría abriendo una puerta a las reformas. Juan XXIII fue famoso por convocar al Concilio Vaticano Segundo en 1962, el cual inició grandes cambios en la relación de la Iglesia católica con el mundo moderno.

El conciliador pontífice fue valiente desde el momento de elegir el nombre de Juan, según Melloni. El último que lo usó fue calificado como un “antipapa” porque fue electo pontífice durante un cisma en la Iglesia en el siglo XV. Juan XXIII lo adoptó argumentando que trataba de una reverencia al santo de su parroquia, Juan Bautista.

Benedicto XVI, quien en su inédita posición como papa emérito prefirió conservar su nombre en lugar de regresar a Joseph Ratzinger, dijo que su elección sería unificante.

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En su primera audiencia general después de llegar al trono de San Pedro en 2005, dijo a las multitudes reunidas en la Basílica de San Pedro que deseaba seguir los pasos de Benedicto XV, quien guió a la Iglesia a través de los años turbulentos en la Primera Guerra Mundial.

“Él era un verdadero y valiente profeta de la paz que luchó ardua y valientemente, primero por evitar el drama de la guerra y luego por limitar sus terribles consecuencias”, dijo Benedicto XVI. “En sus pasos pongo mi ministerio, al servicio de la reconciliación y armonía entre la gente”.

La elección también evocó a San Benedicto,  fundador de la orden monacal de los benedictinos , quien ayudó a esparcir el cristianismo a través de Europa y fue particularmente venerado en la tierra de Ratzinger, Alemania.

Para los primeros papas, la elección de un nombre no era un conflicto. Fue hasta finales del Siglo X cuando la cabeza de la Iglesia comenzó a tomar un nombre diferente a aquel con el que había nacido, explicó Melloni. Desde entonces solo uno, Adrián VI en el siglo XVI, ha conservado su nombre bautismal.

Algunos fueron monjes de países distintos a Italia que quisieron crear un vínculo a través de sus nombres con los grandes santos de Roma. Este fue el inicio de una larga lista de nombres de papa llamados Leo, Gregorio y Benedicto, dijo Melloni.

De hecho, esta práctica puede ser vista como típica de una dinastía sin hijos e hijas, creando una sensación de sucesión y un vínculo con los primeros nombres de la Iglesia, según el historiador.

En el siglo XX, Juan Pablo I fue el primero en crear un nombre compuesto, como tributo a los dos papas que habían guiado a la Iglesia a través del Concilio Vaticano Segundo, que terminó bajo el papado de Paulo VI tras la muerte de Juan XXIII. Paulo murió poco más de un mes después, ubicándose entre los papas en haber vivido menos en el cargo.

Juan Pablo II, nacido como Karol Wojtyla en Polonia —lo que lo convirtió en el primer papa no italiano desde el siglo XVI—, quiso hacer un homenaje al breve pontificado de su predecesor llevando su nombre, dijo Melloni.

Mientras 115 cardenales facultades para elegir se preparan para reunirse en  un cónclave para elegir de entre ellos a un nuevo papa , la sensación de intriga seguirá en aumento.

“Lo que podríamos hallar en los próximos días será la tendencia no a tratar de adivinar quién será electo y qué nombre tomará, sino tratar de definir el tipo de papa que podrán esperar”, dijo Melloni. “Hay un partido muy conservador entre los cardenales que están esperando a Pío XIII o a Benedicto XVII”, dijo.

Otros miran a figuras como el arzobispo Luis Antonio Tagle, de Manila, como un posible Juan Pablo III. En tanto, algunos de los italianos que quieren ver que la silla de Pedro regrese alguien de su país apuestan por un Paulo VII.

En cualquier caso, cualquier cardenal que tenga una oportunidad de aspirar al papado haría bien en pensar en un nombre. De esta manera, quien sea que gane primero la mayoría de dos tercios más uno y sea nombrado papa no tendrá que pensarlo demasiado.

Una vez que todos los votos sean contados, el deán del Colegio Cardenalicio preguntará al elegido como jefe de la Iglesia si acepta el cargo al que es llamado.

Mientras se espera el nombre del nuevo jerarca, solo una cosa es segura, según Melloni: el nuevo papa no podrá llamarse Pedro. Esto sería irrespetuoso para el primer Pedro, el apóstol, pero también podría confirmar una vieja profecía que sostiene que Pedro II sería el último papa en existir.

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