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El secuestrador de Cleveland, el hombre de doble vida en la misma casa

El acusado de retener y violar de tres mujeres en una casa de Ohio dividía su rutina entre su familia, sus víctimas y conflictos personales
lun 13 mayo 2013 05:25 PM

Ariel Castro, de 52 años, y conductor de autobús escolar, está acusado de secuestro y violación de tres mujeres en Ohio. La investigación también lo señala como el padre de la hija de una de las jóvenes cautivas en la misma casa en la que su vida familiar se tambaleaba cada vez más.

La historia, que ha perturbado a los estadounidenses, empezó cuando Castro convenció a Michelle Shorty Knight, una de las chicas, para que subiera a su automóvil para llevarla a casa, según un reporte de la policía. Ocho meses después, el secuestrador decidió que quería tener a otra prisionera en su casa. Amanda Berry, de 16 años.

En marzo de 2004, un mes antes del último secuestro, Castro empezó a tener graves problemas en su trabajo. Recibió una suspensión por 60 días por haber dejado solo a un niño en el autobús escolar, según los expedientes de la escuela. Castro tenía varios problemas disciplinarios, aunque los documentos indican que recibió castigo por solo uno de ellos.

La policía incluso fue a la casa de Castro para investigar sobre el incidente del niño abandonado en el autobús. Nadie abrió la puerta y más tarde los investigadores lo entrevistaron en otro lugar, señaló la policía. Menos de un mes después de que fuera suspendido, Castro secuestró a la tercera víctima.

Georgina Gina DeJesus tenía 14 años cuando desapareció mientras regresaba de la escuela. Fue vista por última vez en la avenida Lorain el 2 de abril de 2002.

Para mediados de 2005, la relación amorosa de Castro estaba en problemas. Los registros de la corte demuestran que en ese entones, él y su pareja tenían domicilios diferentes. Grimilda Figueroa vivió alguna vez en la casa de Castro en el barrio latino en el lado oeste de Cleveland, pero no se sabe cuándo.

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Durante todo el tiempo en el que Castro vivió en su casa, no permitió a su familia que se aventuraran al interior. Otra de sus hijas, Angie Gregg, notó que su padre “se tardaba horas” en abrir la puerta delantera. Le hacía señas de que esperara y luego le indicaba que entrara por la puerta de atrás.

Relata que una vez dentro, ella y su esposo cenaban con su padre. Ariel Castro ponía música a todo volumen, pero ella pasaba por alto el ruido porque su padre era músico, y tocaba el bajo con un grupo de merengue y salsa.

A veces, desaparecía a la mitad de la cena sin dar explicaciones. Una vez, Gregg pidió permiso para subir a ver su habitación y el la persuadió: “No, cariño, hay un gran desorden allá, no querrás subir”, relata.

Le restó importancia y pensó que su padre era simplemente una persona que acumulaba cosas. Nadie sabía que había tres mujeres cautivas allí mismo.

Primero las tuvo encadenadas en el sótano y después les permitió vivir en el segundo piso, según el reporte inicial. “Para nosotros, era como si nada ocurriera. Sin embargo, estaba ocurriendo, justo ante nuestros ojos, y ni siquiera nos dimos cuenta”, dijo Daniel Martí, amigo de Ariel Castro desde la secundaria y vecino desde hace 22 años.

Castro nunca permitió que su familia entrara a ver detenidamente su casa, ni siquiera al padre de Figueroa, quien cuenta que cuando su hija y Castro se separaron, ella regresó a vivir con sus padres y no quiso volver a hablar de Castro porque era demasiado perturbador.

En agosto de 2005, Castro fue acusado de golpear a su pareja. Le rompió la nariz y las costillas dos veces, le tiró los dientes, le dislocó los hombros en diferentes ocasiones, le provocó un coágulo cerebral y amenazó con matarla, según los registros. También lo acusaron de secuestrar frecuentemente a sus hijas.

En 2009, Castro volvió a meterse en problemas. Lo acusaron de hacer una maniobra prohibida con estudiantes en el autobús. “Este acto no solo fue peligroso para los estudiantes y otros automovilistas, sino totalmente innecesaria”, dijo la directora interina de transporte del sistema de escuelas de Cleveland, Ann Carlson. Lo suspendieron por 60 días y le redujeron el castigo a 55 más tarde.

En 2011, lo suspendieron por usar el autobús para ir de compras. En octubre de 2012, Carlson decidió que había sido suficiente. Recomendó que se despidiera a Castro por haber abandonado el autobús para irse a casa. Castro dijo que habían cancelado su ruta ese día y por eso había abandonado el autobús.

“Me fui a casa a descansar, había ayudado a cubrir muchas rutas y me sentía cansado…”, escribió. En noviembre de 2012, despidieron a Castro. Ese año, la expareja de Castro murió a causa de un tumor cerebral. Ella y su familia culparon de la muerte a Castro y a las supuestas golpizas que le daba.

La ansiada liberación

El mes pasado, Ariel Castro se volvió abuelo por quinta vez. Su hija, Arlene Castro, tuvo un niño. Castro escribió en su página de Facebook: “Felicitaciones a mi Rosie Arlene. Te deseo una pronta recuperación. Dio a luz a un maravilloso varón. Eso me hace abuelo por quinta vez (dos niños, una niña, dos niños. ¡Los amo!)”.

Castro no hizo comentarios acerca de sus otros cuatro nietos. (Otra de sus hijas, Emily Castro, cumple una condena de 25 años de prisión en Indiana por degollar a su hija de 11 meses en abril de 2007).

Cuatro días después, el país estaba horrorizado porque la vida era todo menos buena en la casa de Castro. Ese fue el día en el que Berry hizo algo desafiante.

Notó que la puerta interior estaba abierta a pesar de que Castro no estaba en casa, señala el reporte de la policía. La contrapuerta estaba cerrada y temía derribarla, así que gritó pidiendo ayuda. Charles Ramsey, un vecino, escuchó los gritos. “Parecía que un niño había sido arrollado por un auto”.

Él y otro hombre, Ángel Cordero, corrieron hacia la casa de Castro. Mientras gritaba desde la que había sido su prisión desde 2003, Barry anunció: “He estado atrapada aquí. No me deja salir. Estoy con mi bebé”.

Cordero dice que derribó la puerta de la casa y que Ramsey llamó a la policía. Berry le pidió a Cordero que se apresurara. “Salgamos de aquí, porque, si ese tipo llega, nos va a matar. Si me encuentra aquí, me va a matar y te matará a ti también”.

Ya libre, Berry también llamó a la policía desde la casa de una vecina. “Ayúdenme, soy Amanda Berry”, dijo a la operadora. “Me secuestraron y he estado desaparecida durante 10 años. Aquí estoy, ahora soy libre”.

Gracias a esa llamada, la policía rescató a las otras dos mujeres tras 10 años, y 15 días de cautiverio y violación. Knight, quien de acuerdo con una fuente cercana a la investigación se está recuperando en un lugar seguro, no ha hablado con su madre. Berry, su hija y DeJesus recibieron una calurosa bienvenida cuando las autoridades las llevaron a casa de sus familias.

El mundo espera a que las mujeres relaten la historia con sus propias palabras.

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