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La crisis en Ucrania: el impacto mundial de unos cuantos manifestantes

El mundo percibe un gran caos en Ucrania, aunque la realidad es diferente y los ucranianos del este viven con indiferencia las barricadas
mié 30 abril 2014 06:00 AM
Prorrusos ciudad Ucrania Donetsk
AFP-Ucrania-Donetsk-policias-antidisturbios Prorrusos ciudad Ucrania Donetsk

El mundo ve que hay caos en Ucrania, un país dividido entre rusoparlantes y nacionalistas ucranianos; las ocupaciones perturban sus ciudades, las barricadas improvisadas salpican sus carreteras.

La realidad es bastante diferente. Solo hay una ciudad en el este de Ucrania, Slaviansk, que realmente está en poder de los manifestantes pro-Rusia y hay barricadas en varias de sus entradas. Sus defensores son una mezcla de hombres de verde (docenas de combatientes bien armados que usan uniformes de combate y balaclavas), adolescentes que buscan algo de acción y lo que podría llamarse la Brigada Baboushka: mujeres de mediana edad con dientes dorados resplandecientes que denuncian a la "junta" en Kiev y consideran qu¡'e Vladimir Putin es su salvador (y la posibilidad de que la pertenencia a Rusia traiga consigo pensiones mejores).

Slaviansk es una ciudad compacta con calles estrechas y varios cruces sobre el río que está a las afueras, así que es fácil de defender. Los grupos pro-Rusia que están activos allí —civiles y uniformados— parecen no superar los varios cientos. De los 130,000 habitantes, muchos parecen simpatizar con los manifestantes pro-Rusia o mejor dicho, son hostiles al gobierno en Kiev, que para ellos está bajo el dominio de los nacionalistas que se venderán a la Unión Europea y la OTAN. Sin embargo, la mayoría de la gente hace su vida casi indiferente al levantamiento. La gente se casa, se sienta junto al lago a comer kebabs y pizza, el mercado al aire libre bulle.

No se parece a Sarajevo y parece irreal la advertencia que el autoproclamado alcalde, Vyacheslav Ponomaryev, hizo de que podría ser el próximo Stalingrado (una de las batallas que definieron la Segunda Guerra Mundial).

Ponomaryev dice que Slaviansk está bajo el asedio del Ejército ucraniano, pero las tropas ucranianas apenas se han acercado a las barricadas de las afueras… para luego retirarse. Los camiones sortean los puntos de revisión en su camino hacia y desde la frontera con Rusia. El comercio no puede detenerse a causa de la rebelión. A unos kilómetros de allí, los turistas admiran el monasterio histórico de Sviatohirsk y el azul y oro resplandeciente de sus torres.

En Donetsk, la capital de la región y la quinta ciudad más grande de Ucrania, las tiendas de moda de vanguardia están llenas, el líder de la liga de futbol de Ucrania, el Shakhtar Donetsk, juega como local de acuerdo al programa; las cafeterías están llenas bajo el sol de primavera; el aeropuerto está abierto y opera con normalidad. Solo te enterarías de que hay algo anormal al acercarte al edificio del gobierno local, un bloque de concreto de 11 pisos rodeado de neumáticos, adornado con banderas rusas y de la región de Donbass y con carteles menos favorecedores que hablan de la OTAN y del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

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Dentro tal vez haya un par de cientos de manifestantes pro-Rusia en un momento dado, entre ellos la dirigencia de la República Popular de Donbass. Afuera hay una cantidad similar de personas: simpatizantes, transeúntes, mineros con cascos anaranjados que temen que si Ucrania se incorpora a la Unión Europea se quedarán sin empleo a causa de la implementación de reglamentos de salud y seguridad más estrictos.

El resto de la ciudad trabaja, adora y se preocupa por la parálisis política en la que Ucrania se ha sumergido . De una ciudad de poco menos de un millón de habitantes, unos cuantos cientos están involucrados en la agitación política.

En Mariupol, Kramatorsk, Horlivka y otras ciudades de la región de Donetsk en donde se tomaron los edificios gubernamentales y las estaciones de policía, se siente poco impulso en las manifestaciones pro-Rusia. En Horlivka, una ciudad industrial al norte de Donetsk, un pelotón de la Brigada Babushka montó guardia la semana pasada a la sombra de la estatua de Lenin que se encuentra afuera del ayuntamiento, listo para decirle a cualquiera que estuviera dispuesto a escuchar que todo lo que quieren es un referéndum sobre su futuro, la oportunidad de liberarse de los "fascistas" de Kiev.

Sin embargo, parece que circulan más armas que hace dos semanas. En un retén al norte de Slaviansk, en el camino principal a Járkov, un par de adolescentes —que blandían armas que al parecer consiguieron en una armería de la policía—  inspeccionaron brevemente a un equipo de CNN la semana pasada.

Hay otros indicios ominosos. Hasta ahora había habido pocos mítines pro-Ucrania en el este, por lo que se habían evitado enfrentamientos callejeros. Sin embargo, los manifestantes pro-Rusia, armados con bates y palos, atacaron un evento pro-Ucrania que se celebraba el lunes, al que asistían cientos de personas. Fue el primer hecho violento de importancia en la ciudad en más de tres semanas. Ese mismo día le dispararon al alcalde de Járkov y los hombres de verde pro-Rusia tomaron otro ayuntamiento en Kostiantynivka, cerca de Slaviansk.

Sin embargo, ni las palabras como "levantamiento" o "insurgencia", ni mucho menos la frase "guerra civil" a la que Rusia recurre en ocasiones , describen realmente los hechos en el este de Ucrania.

Mucho depende de si los grupos pro-Ucrania del este están listos para movilizarse el mes próximo (el 11 de mayo) cuando se celebre el referéndum que organizaron los manifestantes pro-Rusia para decidir si Donetsk y Luhansk se separarán de Ucrania. Dos semanas después se celebrará la elección presidencial de Ucrania. Si se movilizan, crecerán las probabilidades de inestabilidad.

La cantidad de personas que participa hasta el momento —en ambas facciones— no indica la inminencia de un derramamiento de sangre generalizado ni la solución definitiva a la crisis. El gobierno ucraniano, carente de fuerzas especiales y equipo, parece incapaz de consolidar su autoridad en las ciudades en las que los manifestantes pro-Rusia izaron sus banderas.

Continúa el debate sobre qué tanto explota, aviva o exagera el gobierno ruso el resentimiento contra el gobierno ucraniano. Para muchos observadores, Vladimir Putin parece dispuesto a mantener el desequilibrio en el gobierno ucraniano más que a invadir. Cliff Kupchan, de la consultora sobre riesgo político Eurasia Group, dice que "su deseo visceral de influir en la trayectoria de Ucrania persistirá y buscará incansablemente asegurar la neutralidad geopolítica y la federalización política de Ucrania".

De acuerdo con Kupchan, su objetivo a largo plazo es "tomar el territorio a través de intermediarios y desestabilizar en general al este de Ucrania para lograr la 'federalización' de facto a través de la influencia de Rusia en el este".

Además de ser un campo de batalla físico, el este de Ucrania es un campo de batalla entre Oriente y Occidente. Las declaraciones vuelan hacia ambos lados. El Ministerio del Exterior de Rusia acusa al gobierno ucraniano de construir centros de detención que parecen campos de concentración fascistas para "ciudadanos desleales". El canciller británico, William Hague, dice que el gobierno ruso está "socavando su propia influencia en su vecindario al desconectar constantemente a Rusia de la comunidad internacional y dañar la prosperidad y la seguridad de Rusia a largo plazo".

En la partida de póquer de la geopolítica, Estados Unidos y Europa han acrecentado modestamente la lista de individuos y empresas rusas sancionadas con la esperanza de que los mercados hagan el resto al castigar aún más al mercado bursátil ruso y al rublo. El viceministro del Exterior, Sergei Ryabkov, tildó a las medidas de carentes de sentido, vergonzosas y repugnantes.

¿Quién tiene la carta ganadora? El escritor ruso, Vladimir Sorokin, veterano observador de la política en su país y una de las pocas voces de la disidencia, reconoce que está desconcertado porque es imposible descifrar las intenciones de Putin.

En un artículo para la publicación estadounidense New York Review of Books, Sorokin escribe: "La impredecibilidad siempre ha sido la característica de Rusia, pero desde los acontecimientos en Ucrania ha alcanzado niveles sin precedentes: nadie sabe qué pasará con nuestro país en un mes, en una semana o pasado mañana".

Los ucranianos podrían decir lo mismo.

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