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Hiroshima: un triciclo, un niño pequeño y la bomba atómica

Un museo de Hiroshima reunió dibujos, relatos y artefactos de los sobrevivientes del primer ataque atómico de la historia
jue 06 agosto 2015 07:40 AM

Un triciclo arruinado. Unas monedas derretidas. Una camisa hecha jirones. Han pasado setenta años, pero los artefactos y los sobrevivientes siguen siendo un lazo tangible con el primer acto de guerra nuclear de la historia.

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El mundo sigue tratando de entender a cabalidad los acontecimientos infernales que se desarrollaron en Hiroshima, Japón, el 6 de agosto de 1945, luego de que un avión de combate estadounidense arrojara el arma más poderosa que se haya fabricado sobre unos blancos militares y unos civiles desprevenidos.

Quienes sobrevivieron cuentan que todo empezó con un destello brillante y silencioso. Recuerdan haber sentido una enorme ola de calor intenso que dejó su ropa hecha jirones. La gente que estaba más cerca al lugar en donde cayó la bomba quedó vaporizada o reducida a cenizas inmediatamente. Luego, hubo un estruendo ensordecedor y un estallido que, para algunas personas, se sintió como si les enterraran cientos de agujas.

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Luego empezaron los incendios. Los tornados de llamas arrasaron con la ciudad. Muchos sobrevivientes estaban cubiertos de ampollas. Las calles estaban llenas de cadáveres.

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Las cosas empeoraron. Empezó a llover. Unas gotas radioactivas pegajosas ennegrecieron todo lo que tocaron y era difícil lavar los residuos que dejaban.

Se estima que murieron al menos 70,000 personas en las horas que siguieron a la explosión. Más tarde, las enfermedades causadas por la radiación , el cáncer y otros efectos a largo plazo llevaron la cifra de muertos a más de 200,000, según el Departamento de Energía de Estados Unidos.

Muchos de los sobrevivientes aún viven. Hasta marzo de 2014, Japón tenía 192,719 sobrevivientes registrados, según la emisora de noticias Asahi. El Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima reunió miles de relatos de sobrevivientes y sus dibujos, así como artefactos que quedaron de la explosión.

Dibujos

Los dibujos muestran recuerdos tormentosos. En uno de ellos, una mujer grita el nombre de su hijo mientras mira un río lleno de niños muertos.

En otro se ve a un par de estudiantes con el rostro hinchado y cerúleo.

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En otro dibujo se retrata el éxodo de cientos de sobrevivientes. Se los ve entrar en montones a unos vagones de tren, como si fueran ganado.

Cada dibujo revela instantes de ese día horrible, proyectados a través del prisma de la lucha de cada persona por su supervivencia.

Artefactos

Hay artículos conmovedores y extraños: una muñeca ennegrecida de Shirley Temple que llevaron de Estados Unidos; un montón de monedas fundidas por el intenso calor de la explosión.

La historia de cada artefacto se publicó en forma de un libro para niños que escribió Tatsuharu Kodama, uno de los sobrevivientes, en 1995. El triciclo de Shin cuenta lo que le pasó a un niño de tres años, llamado Shinichi Tetsunani.

La narración corre a cargo del padre de Shin, Nobuo Testunani, quien cuenta que antes del ataque, era una mañana tranquila y soleada. "El aire estaba lleno de los sonidos rasposos de las cigarras que tallaban sus patas en los árboles cercanos", se lee en el libro.

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Shin y su mejor amiga, una niña de nombre Kimi, estaban afuera de la casa de la familia, jugando con su juguete favorito; un triciclo de manubrio rojo.

A las 8:15 horas, la bomba detonó. Todo cambió.

La explosión derribó la casa y creó "una explosión muy terrible, un destello cegador. Pensé que el mundo se había acabado", cuenta el padre del niño en el libro. "Luego, igual de rápido, todo se puso negro".

Shin estaba perdido en el caos que siguió al ataque. Su familia lo buscó frenéticamente entre los restos de la casa. Encontraron a Shin atorado debajo de una viga de la casa, muy malherido. "Su rostro sangraba y estaba hinchado", se lee en el libro. "Estaba demasiado débil como para hablar, pero su mano seguía aferrada al manubrio rojo de su triciclo. Kimi estaba desaparecida, perdida en algún lugar debajo de la casa".

La familia se unió a otros sobrevivientes del vecindario cerca de la ribera de un río cercano. "Fue un panorama horrible. Todos estaban quemados, lloraban, rogaban y pedían agua a gritos".

"'Agua, quiero agua', rogaba Shin con voz débil. Ansiaba ayudarlo", cuenta su padre en el libro. "Alrededor, la gente moría cuando bebía agua", dijo el padre de Shin. "Así que no me atreví a darle". Shin no sobrevivió.

Luego de la muerte de su hijo, el padre de Shin no soportaba la idea de dejar el cuerpo del niño en un cementerio solitario, así que la familia lo enterró en el jardín junto con su amiga Kimi y su amado triciclo.

En 1985, 40 años después, el padre de Shin decidió trasladar los restos de su hijo a la fosa familiar. Él y la madre de Kimi abrieron la tumba del jardín. Allí, según el libro, vieron los "huesitos blancos de Kimi y Shin tomados de la mano, como los habíamos puesto".

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El padre de Shin se había olvidado del triciclo, pero ahí estaba.

Al sacarlo de la tumba, dijo: "esto nunca debería ocurrirles a los niños. El mundo debería ser un lugar pacífico en el que los niños puedan jugar y reír".

Al día siguiente, el padre de Shin donó el triciclo al museo.

Allí, el legado de un niño de tres años sigue recordando los horrores de la destrucción nuclear a las siguientes generaciones.

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