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¿Debemos tener miedo a una pandemia? Estas 7 razones dicen que sí

El crecimiento urbano y el cambio climático son algunos de los factores que aumentan el riesgo de enfrentar un patógeno que aún no se conoce, lo que representa una gran amenaza.
mar 04 abril 2017 07:23 AM
Las enfermedades no respetan fronteras
Los virus no respetan fronteras El próximo brote probablemente sea una sorpresa y tenemos que estar listos, señalan expertos. (Foto: caracterdesign/Getty Images/Vetta)

Podría bastar sólo una tos, un beso, un toque o incluso un piquete para cambiar no sólo tu vida, sino la de todos a tu alrededor, durante meses o incluso años.

En la mayoría de los casos, cuanto más cercanas sean esas personas para ti, mayor será el riesgo. Pero no siempre es así de simple.

El riesgo cercano: un brote infeccioso.

Los expertos en salud pública creen que estamos en mayor riesgo que nunca de experimentar brotes a gran escala y pandemias globales como aquellas que hemos visto antes: el SARS, la gripe porcina, el ébola y el zika.

Más de 28,000 personas fueron infectadas durante la epidemia de ébola 2014-2016, con más de 11,000 muertes.

A partir del 10 de marzo, 84 países han informado de la transmisión del zika. Esta enfermedad se descubrió en la década de 1940, pero tuvo su primer brote en 2007 en Micronesia y más recientemente comenzó a extenderse hacia finales de 2015.

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Cada vez, la llegada de la infección es inesperada y su escala sin precedentes, dejando al mundo vulnerable.

Los expertos son unánimes en la creencia de que el próximo brote probablemente será una sorpresa y tenemos que estar listos.

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“En el mundo, estamos tan seguros como el país más débil”, dijo Jimmy Whitworth, profesor de Salud Pública Internacional en la London School of Hygiene & Tropical Medicine. Con tantos sistemas de salud y economías en un estado frágil, esto significa que estamos lejos de estar seguros.

“Las enfermedades infecciosas no respetan fronteras”, dijo la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien es alertada de cientos de pequeños brotes cada mes, los cuales investiga y utiliza para predecir las posibilidades de un problema mayor.

“Hay pequeños grupos de brotes que ocurren todo el tiempo, por todos lados”, dijo Whitworth.

Pero como las infecciones no respetan fronteras y superan las líneas de batalla que los seres humanos trazan, él cree que la forma en que vivimos hoy es lo que nos expone al riesgo.

“Muchos aspectos de la vida moderna nos ponen en mayor riesgo, pero estamos más listos que antes”, destaca la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos (GOARN, por sus siglas en inglés).

Los países con equipos nacionales de respuesta rápida, como Estados Unidos, Reino Unido y China, están listos para hacer frente a cualquier emergencia.

Sin embargo, los riesgos siguen aumentando y he aquí las causas:

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1. Crecimiento de las poblaciones y urbanización

Los hechos acerca de la vida urbana son sencillos: uno vive, come, trabaja y se mueve más cerca de la gente que en cualquier entorno rural y con esto surge una mayor oportunidad para que la enfermedad se propague a través del aire, los mosquitos o el agua sucia.

A medida que las poblaciones crecen, también aumentará el número de habitantes de las ciudades. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), prevé que el 66% de la población mundial vivirá en zonas urbanas para 2050.

Más gente en las ciudades podría “poner presión sobre el saneamiento”, dijo David Heymann, jefe del Centre for Global Health Security en el centro de estudios Chatham House. Más allá de la proximidad de las personas, “esta es una segunda fuente de infección”, dijo.

Una tercera es el aumento de la demanda de alimentos, provocando que los agricultores cultiven más alimentos y críen más animales, lo que los obliga a vivir cerca de ellos, aumentando el riesgo de contraer una enfermedad, ya que son transmisores de muchas enfermedades, incluyendo la tuberculosis y la enfermedad del sueño africana (tripanosomiasis), en el ganado, y la gripe aviar para aves de corral.

2. Invadir nuevos ambientes

A medida que el número de personas crece, aumenta la cantidad de terreno necesario para albergarlas y las poblaciones se expanden a territorios anteriormente deshabitados, como los bosques. Con nuevos territorios, viene el contacto con nuevos animales e inevitablemente, con nuevas infecciones.

Por ejemplo, “la fiebre de Lassa se produce porque la gente vive en el bosque y lo destruye para la agricultura”, dijo Heymann.

La fiebre de Lassa es una enfermedad viral propagada por contacto con las heces de roedores infectados. Puede causar fiebre y hemorragia en varias partes del cuerpo, incluyendo los ojos y la nariz. La transmisión de persona a persona también es posible, aunque menos común. Los brotes generalmente ocurren en África Occidental, con tasas más altas de lo esperado en Nigeria desde 2016.

Heymann explica que la Lassa es un ejemplo de personas que viven cerca de los ambientes forestales donde residen roedores infectados, pero la destrucción de esos bosques para la agricultura deja a los animales sin un lugar a donde ir fuera de los hogares de los seres humanos.

“Los roedores que viven allí no pueden conseguir comida y van a las áreas humanas en busca de comida”, dijo.

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3. Cambio climático

Sigue emergiendo evidencia de que el cambio climático está generando un mayor número de olas de calor e inundaciones, lo que da más oportunidades a las enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera y los vectores de enfermedad como mosquitos en nuevas regiones.

“Las inundaciones se producen con mayor frecuencia”, dijo Heymann, y con eso viene un mayor riesgo de brotes. Se prevé que entre 2030 y 2050, el cambio climático cause alrededor de 250,000 muertes adicionales por año a causa de presión por calor, malnutrición y propagación de enfermedades infecciosas como la malaria, de acuerdo con la OMS. Ahora que los portadores de enfermedades como los mosquitos pueden vivir en nuevos territorios no protegidos, el riesgo de un brote es alto.

Whitworth citó el actual brote de fiebre amarilla en Angola, que ha infectado a más de 350 personas. Explicó que a medida que los trabajadores de China regresaban a casa desde Angola, cualquier infección de fiebre amarilla podría haber sido transmitida por los mosquitos en China.

Pero, el regreso de los trabajadores en invierno significó que los insectos no estaban presentes para transmitirla a través de piquetes.

4. Viajes globales

“Somos vulnerables debido al aumento de los viajes”, dijo Whitworth. Las llegadas de turistas internacionales ascendieron a un récord de casi 1,200 millones en 2015, según la Organización Mundial del Turismo de la ONU, 50 millones más que 2014. Fue el sexto año consecutivo de crecimiento por encima del promedio. Con mayor número de personas que se mueven en todo momento, se producen mayores oportunidades para que las infecciones se suban al viaje.

“Muchas veces, los agentes infecciosos viajan en humanos dentro de su periodo de incubación”, dijo Heymann. Un periodo de incubación es el tiempo transcurrido entre la infección y el inicio de los síntomas, lo que significa que las personas pueden transmitir una infección, aunque no parezcan estar enfermas.

Se cree que la pandemia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) de 2003, comenzó con el Dr. Liu Jianlun, quien desarrolló síntomas del virus transmitido por vía aérea en un viaje a Huang Xingchu, en China, y luego fue a visitar a su familia en Hong Kong. Infectó a la gente de su hotel y a su familia, luego fue hospitalizado y murió, al igual que uno de sus parientes.

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En menos de cuatro meses, cerca de 4,000 casos y 550 muertes por SARS pudieron ser conectados a la estancia de Liu en Hong Kong. Más de 8,000 personas se infectaron en más de 30 países de todo el mundo.

Pero Heymann enfatiza que no son sólo los seres humanos quienes propagan la enfermedad a través de los viajes, también se propagan a través de insectos, alimentos y animales que se mueven entre países.

“Del mismo modo, es el comercio”, dijo, señalando la malaria de aeropuerto, donde las personas se han infectado a través de mosquitos que han viajado en un avión o en los alimentos.

También describió la gripe aviar que fue detenida en la frontera belga con águilas tailandesas que eran comercializadas como mascotas en 2004.

5. Conflictos civiles

“Si un sistema de salud no puede manejar un brote, hay un pandemonio”, dijo Heymann. Él cree que la mala higiene no es una excusa válida en ningún lugar, ni siquiera en entornos en desarrollo, ya que la esterilización y el lavado de manos son sencillos.

Pero si un país está al borde del colapso por disturbios civiles, la capacidad de manejar un problema intenso y repentino como un brote podría debilitar a su población y permitir que la infección florezca.

“Los brotes pueden paralizar completamente a los países”, dijo Whitworth, citando la epidemia de Ébola de 2014, cuando Sierra Leona, Guinea y Liberia estuvieron bastante cerca de colapsar.

Los disturbios civiles habían azotado a los tres países, dejando sus infraestructuras económicas y sanitarias en una necesidad urgente de reconstrucción y muy mal preparadas para el golpe de una importante infección.

Este problema combinado con el movimiento humano entre estos tres países y otros más a nivel global, significó que el ébola fuera capaz de propagarse, a pesar de que docenas de infecciones en años anteriores en la cercana República Democrática del Congo eran autónomas y con frecuencia se resolvían.

“Si una infección permanece local, se consume. La gente aprende qué hacer”, dijo Heymann.

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6. Menos médicos y enfermeras en las regiones del brote

Más allá de sistemas de salud débiles, los países en los que es más probable que se produzcan brotes, es decir, los entornos en desarrollo, también tienen menos médicos y enfermeras para tratar a la población. La mayoría ha salido en busca de mejores perspectivas en otros lugares.

“Tenemos que lidiar con eso como una realidad”, dijo Heymann y añadió que algunos países animan a jóvenes talentos médicos a viajar a nuevas regiones.

"Es difícil manejar la migración de los trabajadores de la salud”, dijo. Sin embargo, se están llevando a cabo programas y estrategias para hacer frente a este problema mediante el ‘cambio de tareas’, trasladando responsabilidades a nuevos grupos y capacitándolos para prestar atención médica, como por ejemplo, los trabajadores comunitarios de salud.

“Las comunidades tienen que ser resistentes”, dijo, y la asignación de tareas a la gente en todos los niveles podría significar un mayor equipo disponible cuando una nueva infección golpee.

7. Información más rápida

En la era de la información, los nuevos niveles de comunicación traen nuevos niveles de miedo y múltiples formas de difundirlo, según los expertos.

Aunque la mayoría de los pequeños brotes en principio podrían haber sido en gran parte desconocidos para las poblaciones más alejadas del epicentro, la gente de hoy está más informada que nunca y requiere información transparente y fáctica para actuar rápidamente.

Google ha estado usando búsquedas de síntomas para ayudar a identificar cuando un brote puede ocurrir, como con la gripe.

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“El mundo busca una autoridad”, dijo Heymann, quien cree que la OMS tiene ese papel, pero necesita ser más rápida y transparente con la información. La organización fue criticada por ser demasiado lenta para responder y no estar preparada para el brote del ébola en 2014.

“Pero las redes sociales se han vuelto activas... y ese es un área difícil de controlar”, dijo.

“No toda la información en Internet o en las redes sociales es precisa”, dijo Mark Feinberg, presidente del comité científico y asesor de la recién lanzada Coalition for Epidemic Preparedness Innovations. “Asegurar una comunicación precisa con el público es de vital importancia”.

La coalición, lanzada en enero, abordará la naturaleza sorpresiva de los brotes y epidemias para intentar prevenirlos, en lugar de responder a ellos.

Alinear los elementos

Heymann describe la probabilidad de que una nueva infección se propague rápidamente y una epidemia se convierta en una pandemia potencialmente global, utilizando la analogía de alinear trozos de queso suizo, con los diferentes factores de riesgo equiparándose a agujeros en el queso: “Cuando se alinean, se produce una epidemia”, dijo.

Destacó el brote del virus del Valle del Rift en África Oriental en 1997. El fenómeno de ‘El Niño’, que alejó a los humanos de sus hogares y los acercó al ganado, combinado con el aumento de las precipitaciones, produjo más criaderos de mosquitos propagadores de enfermedades y condujo al mayor brote documentado de este virus. Abarcó cinco países e infectó a unas 90,000 personas.

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“Todos estos factores se reunieron y condujeron a un brote”, dijo Heymann.

A pesar de lo que sabemos sobre los aspectos de la vida moderna que nos ponen en mayor riesgo, los tres expertos creen que el mundo no está muy listo para manejar lo que inevitablemente viene.

“Tenemos que hacerlo mucho mejor, necesitamos prepararnos de antemano, no solo responder”, dijo Feinberg.

El programa, Coalition for Epidemic Preparedness Innovations, está trabajando en el desarrollo de vacunas contra virus que necesitan atención y que están en familias de infecciones que probablemente representen un riesgo, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), que continúa persistiendo en Medio Oriente y ha sido reportado en casi 20 países fuera de ese región.

El programa también buscará desarrollar plataformas en las cuales se puedan fabricar vacunas de una forma más rápida, de modo que el marco de tiempo general del desarrollo, de entre 15 a 20 años, pueda ser reducido perceptiblemente para responder a un virus nuevo, incluso más que las desarrolladas contra el ébola y el zika.

“Esa es la clase de capacidad que necesitamos. Los patógenos que no conocemos representan la mayor amenaza”, dijo Feinberg.

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