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Despedir al jefe del FBI: la decisión más impredecible de Trump

Donald Trump asegura que James Comey fue incapaz de liderar al buró.
mié 10 mayo 2017 01:03 PM
Preguntas sin responder
Preguntas sin responder La destitución de James Comey en el FBI deja varias preguntas en el aire. (Foto: AFP/Nicholas Kamm )

James Comey descubrió que había sido despedido como director del FBI al igual que el resto de nosotros: lo vio en televisión.

La decisión, anunciada el martes a través de una carta enviada por el presidente Donald Trump a Comey, marcó el momento más impredecible de la presidencia que a través de sus primeros 100 días ha sido la menos ortodoxa en la historia. También incrementó las críticas sobre el juicio de Trump. Comey tenía la tarea de liderar la investigación sobre la interferencia de Rusia en la campaña de 2016 y de ser el caso, la colusión entre los operativos de la campaña de Trump y los oficiales de inteligencia rusa, y dejó al Washington oficial tambaleándose entre una decisión considerada impensable hasta esta semana.

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La explicación de la decisión, que surgió dentro del silencio atónito que causó, no hizo sentido. Un repotre del vicefiscal general Rod Rosenstein señaló que el manejo de la investigación del FBI del servidor privado de correos de Hillary Clinton por parte de Comey fue la razón principal para su despido. Rosenstein acusó a Comey de un intento de “usurpar" el poder del fiscal general al anunciar públicamente que él no creía que Clinton debía enfrentarse a ningún cargo en una conferencia de prensa del 5 de julio de 2016.

"Agravando el error, el director ignoró otro principio antiguo: no realizamos conferencias de prensa para presentar información derogatoria sobre el sujeto de una investigación criminal rechazada”, añadió Rosenstein.

"El modo en que el director trató la conclusión de la investigación de los correos fue errónea. Como resultado, el FBI probablemente no recupere la confianza del público y el congreso hasta que cuente con un director que entienda la gravedad de los errores y prometa nunca repetirlos”.

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Esto hace eco de las críticas lanzadas por los demócratas leales a Clinton, quienes insistieron que la decisión de Comey de ofrecer su propia opinión sobre la conducta de Clinton frente a su servidor de correos privado, él dijo que ella había sido “extremadamente descuidada”, iba más allá de sus deberes proscritos.

El problema con establecer el despido de Comey por la conferencia de julio de 2016 es que estamos en mayo de 2017.

¿Por qué si Trump estaba tan en desacuerdo con el manejo de la investigación de Clinton por Comey, diría lo siguiente sobre el director del FBI en octubre, después de la decisión de reabrir el caso Clinton: “Hay valor en el director Comey en tomar la decisión que tomó a la luz del tipo de oposición que tenía en donde intentan protegerla de un proceso penal”?

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Si Trump tenía ese problema de cómo trató Comey la investigación sobre Clinton, ¿por qué no lo despidió poco después de entrar en el puesto el 20 de enero?

¿Por qué, si Trump estaba tan insatisfecho con Comey, señalaría al director del FBI para elogiarlo en una reunión de representantes de la ley en la Casa Blanca el 22 de enero?

La carta que Trump envió a Comey, o con mayor precisión, a los medios, no responde ninguna de esas cuestiones a la vez que genera más dudas. El segundo párrafo, en particular, es sorprendente.

"Si bien aprecio ampliamente que me informaras, en tres ocasiones, que no estoy bajo investigación, concuerdo con el juicio del Departamento de Justicia que no eres capaz de liderar efectivamente al Buró”, escribió Trump a Comey.

El mensaje no tan sutil de Trump: quiero que todos sepan que me dijiste ¡tres veces! que no soy el objeto de la investigación sobre Rusia. Me dijiste tres veces. ¿Recuerdas las tres veces que me dijiste que no estaba siendo investigado por el asunto de Rusia? Ah, y también, estás despedido.

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Lo que Trump está haciendo no es simplemente impredecible. Es potencialmente muy peligroso.

Al remover a la persona a cargo de supervisar una investigación sobre el intento de una potencia extranjera de influir en las elecciones estadounidenses al dañar a un candidato (Clinton) y beneficiar a otro (Trump) envía un mensaje escalofriante a toda la burocracia federal, sin mencionar a la población.

Inclusive si la decisión de Trump de deshacerse de Comey no tuvo nada que ver con la investigación sobre Rusia, se ve muy, muy mal. Parece, para cualquiera que esté poniendo atención, como si Trump se hubiera deshecho de alguien quien no creyera que llegaría a una conclusión que le guste sobre Rusia. O que, más generalmente, nadie, ni siquiera un director del FBI en medio de su término de 10 años, está a salvo de los caprichos de Trump.

Trump podría resolver, o al menos mitigar, esta percepción al permitir (o exigir) que un consejero independiente tome las riendas de la investigación sobre Rusia. Pero Trump y sus aliados en la Casa Blanca han sido extremadamente resistentes incluso a reconocer que la investigación sobre Rusia tiene algún mérito; Trump llamó a esta noticia sobre Rusia “un engaño total” en un tuit a el martes. Dado esto, es difícil imaginarlo repentinamente exigiendo el nombramiento de un tercero neutral para llegar al fondo de qué tan efectiva fue Rusia en sus intentos de interferir con sus elecciones.

Trump prometió que reorganizaría Washington cuando fuera elegido el 45° presidente de los Estados Unidos. Él ha cumplido esa promesa casi cada día desde que entró al poder el 20 de enero. Pero esta decisión, el sorprendente despido del director del FBI en medio de una investigación que involucra la campaña de Trump y Rusia, se siente como un aumento a la ofensiva de remover a las voces disidentes de la burocracia federal.

Lo que el país necesita con desesperación ahora mismo es una explicación del presidente Trump. Si el pasado sirve de prólogo, no obtendremos alguna.

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