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La odisea hacia el <i>sueño americano</i> en el 'tren de la muerte'

Miles de emigrantes centroamericanos arriesgan su vida cada año para intentar llegar a Estados Unidos subidos en 'la bestia'
jue 24 junio 2010 10:21 AM
Sin Pie de Foto
Un grupo de emigrantes en el "Tren de la Muerte" Sin Pie de Foto

El suelo retumba cuando se mueve. Sus ruedas de acero chirrían y rechinan. Algunos lo llaman el 'tren de la muerte'; otros simplemente lo conocen como la bestia.

Para miles de inmigrantes en extrema pobreza este enorme tren de carga es el pasaje gratis hacia el 'sueño americano', sueño que muchas veces se reduce a largas horas de trabajo para ahorrar unos pocos dólares que luego envían a sus familias en los países de origen.

Pero en este viaje los inmigrantes arriesgan su vida, hacinados en los techos de los vagones en una travesía que no todos culminan.

El día en que la hondureña Nolbia Pacheco dejó a sus hijos de 6 y 11 años con una prima, simplemente les dijo que se iba "al otro lado", sin dar más explicaciones sobre lo que podría significar eso ni cuánto tiempo duraría la ausencia.

“Les dije que iba al otro lado para que pudieran ser alguien en la vida, para que tuvieran la oportunidad de estudiar y poder vivir mejor", dijo Pacheco mientras partía en el tren desde Arriaga, en México, a unos 200 kilómetros de la frontera con Guatemala.

“Por supuesto que los extraño. Pero no puedo regresar. La vida es demasiado dura en Honduras y no encuentro trabajo", explicó.

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Como muchos otros, Pacheco aspira a trabajar lavando platos, recogiendo fruta o en la construcción, "o lo que sea".

La cónsul salvadoreña Vilma Mendoza dice que, entre el 1 de enero y el 30 de abril de este año, más de 20,000 emigrantes ilegales han subido al 'tren de la muerte' en Arriaga, en el estado de Chiapas.

En su primer tramo, el tren recorre lentamente la costa hasta la ciudad de Ixtepec en Oaxaca. Transporta maíz, cemento y minerales en una travesía de 12 horas.

Desde Ixtepec, los emigrantes se suben a otros trenes de carga para dirigirse primero a la Ciudad de México y de ahí a otros puntos en la frontera entre México y Estados Unidos, una odisea que dura días o semanas, y está llena de incertidumbre.

La pobreza los obliga a dejar sus países. Pero en el norte, como llaman a Estados Unidos, saben que tienen la oportunidad de ganar cinco o seis dólares la hora. En Honduras o Guatemala, tendrían que trabajar todo el día para ganar lo mismo.

Grupos de derechos humanos estiman que miles de emigrantes han muerto al caerse del tren, por fatiga, deshidratación o al intentar abordar los trenes en movimiento. Miles más han perdido alguno de sus miembros, cercenados por las ruedas de los vagones en movimiento.

Y los que logran aferrarse al tren, enfrentan otros peligros a lo largo de la ruta.

Según funcionarios de derechos humanos, las bandas criminales y policías y autoridades corruptas se aprovechan de estos migrantes, a los que roban, violan o secuestran.

Fernando Batista, miembro de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, dijo que se registraron 9,700 secuestros de migrantes centroamericanos en un período de seis meses el año pasado.

Batista explicó que los secuestradores primero roban a sus víctimas. Luego les obligan a facilitarles los teléfonos de sus familiares en Estados Unidos o Centroamérica para exigirles rescates, que oscilan entre 300 y 500 dólares.

“Los migrantes están en una situación de extrema vulnerabilidad. Y hay casos en los que las autoridades federales y locales, en lugar de cumplir su deber de prevenir el crimen, se confabulan con los que cometen esos crímenes", declaró Batista.

Según Mendoza, la cónsul salvadoreña, alrededor del 30 por ciento de los que suben al tren son "migrantes cíclicos", hombres y mujeres que intentan regresar a Estados Unidos después de una deportación, o tras un intento fallido.

Uno de ellos es el guatemalteco Antonio Guzmán. Fue deportado de Michigan hace dos años. Una vez más deja a su esposa y a sus cuatro hijos para partir rumbo al norte.

“Sé que estarán mejor si lo logro", dice. Guzmán es un buen trabajador. Lo demostró cuando estuvo en Estados Unidos y presume de ello.

“Hice todos los trabajos de cocina en un Applebee´s de Michigan. Empecé lavando platos y llegué a ser ayudante de chef y hacía las ensaladas", recuerda.

“Un día, mis compañeros de trabajo me eligieron empleado del año y pusieron una placa en la entrada. Me sentía bien porque miraba y era el único nombre hispano, y todos los otros eran norteamericanos", agrega.

Ha oído sobre el creciente sentimiento anti-inmigrante que hay en Estados Unidos, sobre todo a raíz de las leyes en Arizona y más recientemente en Nebraska. Pero de Estados Unidos no guarda más que buenos recuerdos.

“Los americanos con los que trabajé eran a todo dar", dice Guzmán, que cuenta que una vez estuvo sin trabajar por una lesión en la rodilla y sus compañeros juntaron dinero para enviárselo a su familia en Guatemala.

Para el hondureño Greville Bueso es la primera aventura hacia Estados Unidos. Viaja sólo y sin dinero. Sus posesiones caben en una mochila pequeña, que ni siquiera está llena. Lleva una chaqueta ligera, dentífrico y un cepillo de dientes. Cuenta que en el camino alguien le donó una camiseta del equipo italiano AC Milan.

Ha visto películas sobre Estados Unidos y ha escuchado las historias que otros hondureños le han contado.

“La gente dice cosas bonitas sobre Estados Unidos, como que es otro mundo. Quiero verlo por mí mismo y probar suerte", comenta Bueso.

No todos idealizan el 'sueño americano'.

“Eso murió hace tiempo. Es una utopía", dijo Mendoza. "En realidad significa lograr cierta estabilidad económica aunque eso signifique romper familias y estar separado de tus seres queridos".

“Es un espejismo. ¿Cómo puede ser un sueño llegar para trabajar muchas horas, que otros se burlen de ti y vivir hacinado en una casa?", añadió.

Elvin Chinchilla, un emigrante guatemalteco de 26 años, discrepa. Trata de volver a entrar en Estados Unidos. Estuvo en la cárcel por manejar ebrio y por temas de drogas y lo deportaron. Durante su reclusión, su esposa mexicana dio a luz una niña.

“El 'sueño americano' es realmente el 'sueño americano'. Puedes ganar buen dinero y vivir mejor", comenta en un inglés fluido mientras relata que nunca había podido comprar unas zapatillas nuevas hasta que llegó por primera vez a Estados Unidos hace más de seis años.

En Ixtepec, el sacerdote católico Alejandro Solalinde abrió un albergue hace cinco años en el que proporciona comida y alojamiento gratuitos a quien pase por ahí.

Solalinde tiene un rostro amable, pero usa palabras duras para expresar su idea de que el capitalismo y los malos gobiernos han arruinado las economías centroamericanas, y han obligado a sus habitantes a marcharse a otras partes en busca de un futuro mejor.

También cree que Hollywood ha contribuido a crear una imagen de Estados Unidos alejada de la realidad.

Mientras despide diariamente a los emigrantes a los que ayuda, Solalinde se consuela pensando que, de alguna manera, saldrá algo bueno de ello.

“Es un éxodo interminable. Nunca termina. Pero estoy seguro de que harán historia", dice. "Van a reconstruir América, una América quizás con corazón latino".

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