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Un pueblo en Oaxaca queda partido en dos por una falla geológica

Las casas dañadas y el patrimonio de unos 1,000 habitantes en la zona mixteca de Oaxaca se hunden por el desplazamiento de la tierra
sáb 26 noviembre 2011 11:15 AM

Domitilo y Fernando, hijos de don Domitilo López, regresaron a Santiago Mitlatongo en julio pasado, para asistir a la fiesta anual del Santo Patrono Santiago Caballero y también para construir la casa del primero de ellos, luego de un año ocho meses de trabajar en campos de cultivo en Fresno, California.

La  casa de ladrillo rojo y concreto, de lo que sería la vivienda de Domitilo y su familia, antes de ser terminada, empezó a hundirse a principios de septiembre, al igual que otras 302 viviendas en Santiago Mitlatongo, poblado ubicado a unos  120 kilómetros al oeste de la ciudad de Oaxaca y pertenece al municipio de Asunción Nochixtlán. La consecuencia es una falla geológica en el cerro Peña Colorada, ubicado al norte del pueblo, uno de los más antiguos de la civilización mixteca prehispánica.

Una enorme roca se desprendió de esa fortaleza natural como a las dos y media de la madrugada del día 4 de septiembre y un fuerte estruendo, secundado por una sacudida de tierra despertó a la mayoría de los pobladores.

Al amanecer, las pequeñas grietas detectadas en algunas casas desde meses atrás, ya estaban más grandes y otras aparecieron en muros y techos de concreto. Las láminas de otras techumbres se deslizaron más de 15 centímetros.

Los cerca de 1,000 habitantes de este poblado continuaron con su vida normal, pero los desprendimientos de rocas en el cerro, ubicado a menos de un kilómetro de la zona habitada, continuaron y las grietas aparecieron en las calles.

Situación similar se presentaba en la comunidad vecina de Santa Cruz Mitlatongo, donde habitaban unas 600 personas.

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Desde principios de septiembre “porciones de tierra empiezan a esponjarse, a inflarse, como un cerrito y de repente se abren, se agrietan y luego vienen los hundimientos”, cuenta Joel Benítez, cuya casa de dos niveles se está hundiendo e inclinándose “día tras día”.

A unos 500 metros de su vivienda, en cuyo interior aún tiene todas sus pertenencias, se encuentra la de su hijo, una casa también de dos niveles, con techos de dos aguas, pero ahora está hundida en una laguna, a unos 20 metros de donde fue construida.

El director del Instituto Estatal de Protección Civil de Oaxaca, Manuel Maza Sánchez, coincide con geólogos de la Universidad  Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en que se trata de los efectos de  una falla geológica, “son deslizamientos de laderas, volcaduras de rocas y agrietamiento en zonas urbanas”.

Expertos en Geología de ambas instituciones de educación superior del país le han informado a los habitantes que el lugar donde el pueblo de Santiago Mitlatongo estuvo ubicado desde la época prehispánica ya no podrá ser utilizado, porque los deslizamientos de  tierra continuarán debido a que la falla geológica provocará que el cerro Peña Colorada se deslice hacia donde aún se observan las viviendas.

Las grietas y hundimientos en casas, calles, en las escuelas, la iglesia, la clínica de salud, en el mercado, así como en el edificio municipal y en un auditorio en construcción aumentaron sus dimensiones. Todo esto sucedía mientras en esa parte de la Mixteca oaxaqueña llovía día y noche.

La tarde del día 12 de septiembre las autoridades municipales y la asamblea comunitaria determinaron abandonar el pueblo para evitar pérdidas de vidas humanas.

En medio de una fuerte lluvia, la mayoría de  niños, niñas, mujeres, hombres y ancianos salieron caminando hacia otra de las partes altas, a 1,500 metros de distancia, conocida como Loma del Águila, ya que para esas horas el camino había desaparecido entre grietas, hundimientos y montículos.

Allí pasaron la noche, “a campo abierto, algunos debajo de un árbol, otros pegados a una piedra, sufrimos frío, sed, hambre y empezamos a enfermarnos”, dice Domitilo López, hombre de 70 años de edad, quien llorando, platica los sufrimientos que pasaron sus hijos para ir a trabajar a Estados Unidos, para venir  y construir sus casas.

Las primeras casas que se colapsaron fueron las de adobe; de las construidas con ladrillos, cemento y acero, la mayoría siguen completas, pero hundidas o inclinadas.

Antes de septiembre, en el paisaje de Santiago Mitlatongo se observaba un pequeño valle en una hondonada, con una laguna, parcelas sembradas de maíz, frijol, calabaza, trigo y árboles frutales, tanto en la periferia, como entre las viviendas, varias de ellas, de dos niveles, con techos de dos aguas y palomares, porque quienes fueron a trabajar a California quisieron recordar su estancia por esas tierras construyendo sus casas, como las que vieron por allá.

Ahora, parece una hoja de papel apretujada entre las manos y lanzada sobre una mesa. A este pueblo se le movió el piso.

El representante municipal de Santiago Mitlatongo, Eutimio López Benítez, habla de dos prioridades en este momento para su pueblo, la construcción de un albergue provisional para sus 1,000 habitantes y definir en dónde se asentará el nuevo Santiago Mitlatongo. En Loma del Águila se encuentran algunas personas, otras 200 se fueron a ranchos cercanos y algunas más se trasladaron a la ciudad de México son sus familiares.

El apoyo del gobierno del estado apenas empezó a llegarles esta semana, después de que el gobernador Gabino Cué visitó la zona siniestrada el pasado 21 de noviembre, a cuatro días de que los pobladores de Santiago y Santa Cruz Mitlatongo bloquearon la supercarretera Oaxaca-México, a la altura del municipio de Nochixtlán, a 60 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, debido a que  el gobierno estatal "los tenía en el olvido".

A los niños casi no los bañan, primero porque no había agua, y después porque el gobierno del estado les instaló regaderas, pero con agua fría “y aquí el frío cala los huesos, si los bañamos con esa agua se nos enferman”, dice una  mujer que juega con su hija de  año y media de edad, en Loma del Águila, su hogar desde hace tres meses.

Han recibido atención médica, alimentos y láminas para construir unas aulas y en dos semanas estiman que quede terminado el albergue.

Domitilo López, mientras corta varillas de la casa de su hijo para venderlas “como fierro viejo” y con el llanto detenido en la garganta, dice: “Acá tenemos casas bonitas, casas que sufrió nuestra gente para hacerlas, un día comió, otro no, e hizo esta casa, que nada la usamos, la familia se quedó, abandonaron a sus hijos por querer ganar dinero para hacer su vivienda y todo se perdió y se siente triste de verás…”.

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