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Solidaridad, el valor que México halló entre los escombros de 1985

La Ciudad de México vivió el terremoto más intenso del Siglo XX que dejó muerte y desolación, pero también generó solidaridad entre la gente
sáb 19 septiembre 2015 09:07 AM

La Ciudad de México vivió hace 30 años una de las peores tragedias de su historia con el terremoto de 1985, un episodio que arrebató la vida de miles de personas, pero del cual también surgió un grupo de rescate que reunió los mejores valores de los mexicanos: los Topos de Tlatelolco.

Carlos Mac Pérez tenía 22 años y se encontraba en su trabajo en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) cuando ocurrió el terremoto de magnitud 8.1 grados a las 07:19 de la mañana. Al final de ese día, ya era uno de los rescatistas que luego se donvertirán en los topos.

Entereza fue lo primero que necesitó para controlar el miedo, sobreponerse y ser de los primeros en ofrecerse para ayudar a mover escombros y rescatar personas en el centro de la Ciudad de México, una de las áreas más desbastadas a consecuncia del sismo.

“Era prácticamente de lágrima ver el desastre y el aroma que empezaba a pulular por aquí, que tú dices ‘carajo, ¿qué pasó aquí?’ y te dan ganas como de llorar, pero dices ‘vamos a echarle ganas para ayudar a la gente’”, recuerda Carlos de esa mañana del 19 de septiembre de 1985.

La Ciudad de México había vivido sismos de gran intensidad, como el de 1957 que alcanzó los 7.7 grados. Aunque se encuentra lejos de las fracturas geológicas de las costas del Pacífico, su asentamiento sobre terrenos lacustres hacen que su subsuelo resienta los terremotos.

Las construcciones que se hicieron durante la segunda mitad del Siglo XX, como los multifamiliares de Tlatelolco, edificios de gobierno y hospitales como el Juárez y el General, mostraron no haber sido estructurados para resistir temblores como el de 1985.

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Tener a la muerte de frente fue impresionante para el joven Carlos, pero más grandes fueron las ganas de entrar ayudar, junto con sus compañeros, a la zona de la Avenida Juárez  para apoyar las labores de rescate entre los edificios desplomados del Centro Histórico.

“Olía a muerte y ese aroma también te inquieta y piensas: ‘no vaya a ser algún familiar’, pero te dices: ‘no pasa nada, tú sigue ayudando’”, comenta Carlos al evocar la escena ocurrida hace 30 años.

Su trabajo se concentró en el área del Hotel Regis, uno de los más icónicos de la capital mexicana que sufrió uno de los mayores daños. “Nuestro trabajo era encontrar víctimas, sacarlas y ponerlas en la avenida. Ya en su defecto si eran cadáveres, pasaban otro vehículo, tipo pick up por ellos”, explica este topo.

Hace 30 años la cifra oficial fue de 3,000 muertos, pero otros conteos hablaron de más de 10,000. La capital quedó superada en su infraestructura para atender una emergencia como la de 1985, pero vio surgir la ayuda necesaria en los voluntarios, como los topos.

“Lo más bonito del trabajo fue encontrar a gente viva, aunque sangrando, con una mano rota o cortada, le decías: ‘¿estás bien?, pues camínale, compadre’”, recuerda Carlos a sus 52 años.

Carlos platica que en al momento de estra frente a la tragedía, se necesita un gran equilibro emocional para saber cuáles son sus limitaciones y sobre todo, para seguir adelante pese a la adversidad.

“Lo triste fue ver a una persona que sí estaba atrapada de la mitad de su cuerpo. Se me hizo un nudo en la garganta... al pensar que no podía hacer nada porque no tenía conocimientos de medicina”, recuerda.

Solidaridad

Con la distancia del tiempo, muchos de los rescatistas de 1985 han señalado la desorganización del gobierno federal y de la ciudad de México para actuar con prontitud ante la tragedia y para alabar a los habitantes que con las manos desnudas, se organizaron para quitar toneladas de escombrosde la calles.

Carlos prefiere no opinar al respecto, pero en cambio habla del compañerismo que se dio de forma natural entre los voluntarios. “Solo había ayuda de guerreros, que no teníamos ni escuela ni conocimientos de rescate”, afirma.

“Como mexicanos siempre somos nobles. Tal vez ahora somos reacios, no somos cordiales, pero en situaciones de riesgo siempre nos echamos la mano”, dice este miembro de los topos.

Pero desde hace 13 años, este voluntario de aquel temblor decidió hacer el juramento de los Topos de Tlatelolco —la asociación civil registrada oficialmente con ese nombre— y seguir prestando ayuda en emergencias de México y de otros países del mundo.

En septiembre de 2009 un terremoto de 7.7 grados sacudió a Indonesia, causando la muerte de más de 1,100 personas. Ahí estuvo Carlos con la brigada de los Topos Tlatelolco.

También viajó a Haití en enero de 2010, cuando un terrmoto de 7.0 grados causó una de las mayores catástrofes por eventos naturales de este tipo: más de 316,000 personas perdieron la vida y otras 350,000 resultaron heridas.

"La solidaridad es lo que nos hace falta a todo el mundo, empatía. Es ser hermano, no ser racista. Donde quiera que tú vayas a ayudar, es una sonrisa", dice Carlos Pérez, el topo Mac.

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