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Stan O&#039Neal, del éxito al fracaso

El ex presidente de Merrill Lynch, lideró al banco sin problemas hasta la crisis del 2008; 4,500 millones de dólares hicieron que el mejor CEO de la década sucumbiera ante su arrogancia.
lun 08 noviembre 2010 06:03 AM
Bank of America adquirió a la firma estadounidense Merrill Lynch por 50,000 millones de dólares el año pasado. (Foto: Reuters)
Merrill Lynch

El último presidente ejecutivo de Merrill Lynch tuvo un estilo imperial que funcionó excelentemente en épocas prósperas, pero el repentino anuncio de una amortización de 4,500 millones de dólares (mdd) deshizo el mito de la perfección de Stan O'Neal, y ocasionó su caída. Cada presidente ejecutivo tiene su propio estilo administrativo, que suele evolucionar de su personalidad. En Merrill Lynch, el estilo de O'Neal creció a partir de su autoconfianza. No sólo había probado ser más inteligente que sus rivales para obtener el puesto a principios de esa década, sino que también era más despiadado.

Después de convertirse en presidente ejecutivo en 2002, sistemáticamente eliminó a cualquier ejecutivo que tuviera la experiencia suficiente como para implicar un reto, o lo despreciaba al punto de obligarlo a irse. Pocas personas se sorprendieron al enterarse de que su programa favorito de televisión era The Sopranos.

Su estilo imperial funcionaba de maravilla en buenos tiempos. Los cuatro años de ganancias saludables de la entidad financiera entre 2003 y 2007 sólo reforzaron la noción de que el presidente ejecutivo era un as conocedor al mando de Merrill Lynch.

Pero el repentino anuncio de un saldo de 4,500 mdd en sus activos durante la primera semana de octubre echó para abajo el mito de la certeza de O'Neal. La mañana del viernes 5 de octubre, la gente de finanzas de la compañía, y O'Neal, se reunieron para analizar la última noticia, parte de la advertencia sobre las ganancias, enviada apenas después de las 9 de la mañana.

El grupo financiero, encabezado por el director financiero Jeff Edwards, había descubierto la cifra de 4,500 mdd en la amortización del portafolio de obligaciones de deuda colateral (CDO, por sus siglas en inglés) de la compañía. Cuando se tomó esta decisión, el grupo se dispersó, creyendo que habían terminado su trabajo.

Después de una subsecuente discusión sobre Gary Carlin, quien estaba a cargo de los controles internos de Merrill, Edwards y la gente de relaciones de inversión decidieron exagerar de cautelosos y decir a los inversionistas que las amortizaciones de los CDOs estaban relacionadas con un impacto "incremental" en el trimestre.

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Luego, el anuncio se hizo público y un minuto después O'Neal llamó a Eric Heaton, el tesorero, y le gritó exigiendo saber quién había incluido la palabra "incremental" en el anuncio. O'Neal, regularmente sereno, comenzó a gritar con palabras altisonantes.

A continuación comenzó a atacar a Edwards, diciendo groserías al director financiero, a quien culpó por agregar la palabra "incremental". La alerta de las ganancias debía hacer que los inversionistas supieran que Merrill Lynch tenía sus problemas bajo control, decía O'Neal.

Emplear un calificativo como "incremental" sugiere que la compañía ni siquiera sabía lo malo que eran sus problemas.

Al pasar el anuncio, ya no era el mismo Stan: el intimidante pero decisivo líder que había publicado una cotización bursátil después de los ataques del 11 de septiembre. Sus subordinados, que tanto le temían, ahora veían cómo su confiado presidente ejecutivo pasaba de una oficina a otra, como si estuviera desorientado por un golpe.

O'Neal seguía de pie.

El 18 de octubre, O'Neal hizo algo poco usual: pidió ayuda a Greg Fleming. Aunque Fleming había ascendido bajo el mandato de O'Neal, se volvió presidente de la banca de inversión en 2003 y después presidente de la compañía en 2007, nunca formó parte del círculo de O'Neal, quien le preguntó si aún tenía una buena relación con Ken Thompson, director ejecutivo del Banco Wachovia en Charlotte. "Sí", respondió Fleming.

Durante más de diez años, al igual que su competidor, Bank of America (BofA), Wachovia había estado adquiriendo otros bancos. Merrill Lynch era el principal asesor de Wachovia. En la mayoría de los acuerdos, Fleming había sido el banquero líder de Merrill, trabajando con Thompson para concretar transacciones complicadas. "Quiero que le preguntes a Ken si está interesado en una combinación estratégica entre nuestras compañías", dijo O'Neal.

Unas semanas antes, cuando O'Neal se reunió con Ken Lewis, de BofA, los problemas de Merrill parecían controlables y O'Neal no se sentía presionado en avanzar en esa dirección. Ahora que puede ver las cosas como son y O'Neal entiende la magnitud de las adversidades de Merrill, ya no tenía tiempo que perder.

Los siguientes dos días, Fleming habló con Thompson y con el director financiero de Wachovia, Tom Wurtz. Explicó que la situación no era desesperada pero sí angustiante. Thompson mostró cierto interés y dijo que llevaría el asunto a la junta.

Después de todo, la oportunidad de adquirir a Merrill, uno de los principales servicios financieros en el mundo, era una oportunidad de una vez en la vida, dijo Thompson.

La junta directiva de Merrill Lynch se reunió en el Hotel St. Regis, en Manhattan. O'Neal llevó el caso a los directores. Los problemas en los balances de Merrill podrían ser mucho peores, y no había forma de cuantificar las pérdidas potenciales al momento.

Había atravesado la crisis de Administración de Capital a Largo Plazo de 1998, y cuando la liquidez se desvaneciera, Merrill Lynch podría meterse en problemas en cualquier momento. Dada la situación, era prudente que la compañía buscara socios potenciales, explicó O'Neal. Por eso se acercó a Wachovia. "Stan, es una gran franquicia, una marca icónica", dijo Alberto Cribiore, miembro de la junta. "Es tan famosa como Coca-Cola. No queremos estar sentados con un banco en Charlotte".

"No me gusta tomar decisiones bajo presión", dijo el miembro de la junta, Armando Codina. "¿Qué pasó con Wachovia?". O'Neal dijo que sólo fue una llamada telefónica, antes de decir que fue Fleming quien tuvo el primer contacto con el banco de Charlotte. Codina preguntó a Fleming qué pasaba, a lo que Fleming respondió: "nada". "¿Crees que nací ayer? ¿Crees que soy un tonto? Fleming respondió que hubo tres conversaciones. "Hice esa llamada a petición del director ejecutivo, que trabaja para ti. Habla con él si tienes algún problema". O'Neal se sentó mientras Fleming se defendía. Ese fue el último ejemplo de por qué el presidente ejecutivo inspiraba tan poca confianza en la compañía.

Esa misma tarde, los directores externos votaron para mantener a su propio consejo legal, Robert Joffe de Cravath, Swaine & Moore. Para cualquiera familiarizado con el mundo de la gobernabilidad corporativa, la decisión de una junta por conservar a su abogado fuera del consejo general es señal de conflicto.

El día siguiente, la junta se reunió en las oficinas centrales de Merrill Lynch. Durante varias reuniones, los miembros de la junta estaban acompañados por Joffe, un abogado de valores que había representado a juntas de directores en varias batallas corporativas en las últimas dos décadas.

Finalmente, a las 2 de la tarde, O'Neal regresó a la junta. Subió al piso 33, donde cuelgan los retratos de sus nueve predecesores. Joffe, el consejero externo, estaba en el asiento de poder, en medio de una larga mesa. Joffe se levantó y se disculpó, y Codina invitó a O'Neal a regresar a su lugar en la mesa.

"No, ya vi que alguien más se sentó ahí", dijo O'Neal mientras se sentaba junto a la puerta. El día anterior había empleado tácticas de miedo en la junta, intentando presentar el peor panorama para la condición financiera de Merrill para poder convencerlos de que entraran a su plan. Ahora, la junta, tomada por Cribiore, estaba satisfecha con la idea de que la posición de Merrill no era tan terrible.

Cribiore anunció que había realizado su propia investigación y llegó a la conclusión de que Merrill podría librarse de la deuda con el liderazgo adecuado. 

Es más, Cribiore ya había puesto atención a Ann Reese y a Codina.

"¿Cómo sabes que no estaremos aquí en febrero, que la Reserva Federal no haya bajado las tasas y el valor de los activos no regrese?", preguntó Cribiore. "Quizás es verdad", dijo O'NEal, pero agregó que no le importaba guiar un negocio donde tuviera que depender de eventos externos para que las cosas funcionaran. Codina y Reese insistían en que los problemas de Merrill podían resolverse.

O'Neal, quien ya no fijaba la mirada, se decepcionó de que pusieran en duda su decisión. "Si no me van a escuchar, quizás no soy la persona adecuada para la compañía", dijo en tono insolente. Y ahí se acabó todo, al menos hasta ese punto supo Codina. La arrogancia de O'NEal lo horrorizó.

El jueves 25 de octubre, Stan O'Neal, estaba en tierra de nadie. No estaba seguro de que la junta lo quisiera, o si querían que se quedara para que enfrentara el reto.

Al percibir su aislamiento, Larry Fink, presidente ejecutivo de BlackRock, en enorme equipo de administración de activos que era propiedad (49%) de Merrill Lyench, lo invitó a cenar. Se reunieron en el Sistina, el restaurante italiano de lujo en el Upper East Side de Manhattan. A la mitad de la cena, O'Neal recibió una llamada de Fleming.

"Stan, mira tu BlackBerry", dijo Fleming. O'Neal revisó sus mensajes y vio uno de un reportero del The New York Times, quien decía que el periódico planeaba publicar una nota al día siguiente sobre su relación de insinuación con Wachovia. ¿Merrill Lynch quiere hacer algún comentario? "Tengo que irme", dijo O'Neal mientras se retiraba a toda prisa del restaurante.

O'Neal habló con su jefe de relaciones públicas, Jason Wright, pero ambos sabían que no había nada que pudieran hacer para matar la historia, sobre todo porque era cierta. O'NEal se preguntó cómo se pudo haber filtrado la noticia, pues ciertamente era dañina para él.

Pudo haber sido Fleming, o Cribiore, o Fink, pues todos tenían algo que ganar con su salida. O pudo ser Bob McCann, el ambicioso presidente del negocio de clientes privados de Merrill, quien había tenido problemas con él en el pasado.

Esa tarde, O'Neal llamó a Armando Codina, quien dejó claro que la revelación de las pláticas con Wachovia habían dañado la posición de O'NEal.Codina y Cribiore señalaron que a pesar de sus habilidades ejecutivas, la credibilidad de O'NEal en el mercado ya no existía.

Nadie invertiría miles de millones de dólares en Merrill Lynch si él seguía en ese puesto. La mayoría de los directores estuvieron de acuerdo con Codina y Cribiore, y recomendaron un cambio en el liderazgo de Merrill. 

Los miembros de la junta, Carol Christ, Judith Jonas, y Virgis Colbert, se unieron a Codina y votaron para remover a Stan O NEal. En sólo seis meses, O'Neal había dejado de ser el presidente ejecutivo más exitoso en la historia de 93 años de Merrill Lynch a ser el primero en haber sido expulsado por una votación hostil de la junta.

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