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Bauhaus: una historia conflictiva

De acuerdo con Antonio Toca, la escuela más famosa del mundo es polémica en sus exposiciones; el Arquitecto experto en temas de urbanismo cree que difunden sus logros y su historia.
mié 07 abril 2010 03:41 PM
Escritor de la columna Trazos urbanos (Foto: Obras)
Antonio Toca Fernández (Foto: Obras)

La exposición ‘Bauhaus, los talleres de la modernidad’, del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, celebra los 90 años de la fundación de la escuela de diseño del mismo nombre (1919-1933), sólo que ahora ofrece una visión más amplia de los objetos diseñados en la institución, aunque no profundiza en sus procesos o métodos de enseñanza.

La primera exposición que organizó el MoMA (1938) le dio fama y reconocimiento a la Bauhaus, entonces prácticamente desconocida en el mundo: Walter Gropius (el fundador) presentó su versión expurgada de la escuela.

En esta muestra casi no mencionaron al segundo director, Hannes Meyer, mientras que Mies van der Rohe, el tercer director, fue recordado por haberla cerrado. Se enfatizaba la presencia de Paul Klee y de Vasily Kandinsky como profesores, y otros como Johannes Itten y László Moholy-Nagy fueron minimizados. Tampoco se trató la relación de la Bauhaus con Theo van Doesburg, El Lissitzki, o con los constructivistas rusos y los dadaístas. Esa versión oficializada se repitió en otra exposición similar que se realizó en Stuttgart, en 1968.

Liquidada en 1933, la Bauhaus parecía condenada al olvido, pues ni la comprometedora oferta de Gropius a Goebbels —el poderoso ministro de Propaganda de Hitler— en favor de la adopción del funcionalismo como prototipo del diseño alemán se aceptó. Afortunadamente, la necesaria revisión sobre la Bauhaus se inició después de la muerte de Gropius, quien promovió su mitología.

En retrospectiva es muy interesante notar que el triunfo de la arquitectura y el diseño funcionalista en Norteamérica se debió, en gran medida, a la creación de un público educado, al que se formó en numerosos centros de enseñanza, ya que la nueva estética demandaba –necesariamente– una nueva educación, tarea que inició en 1938 el MoMA.

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