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Albañiles del Paraíso

El pirateo de albañiles en Cancún es habitual. Los obreros cambian de obra por miedo.
jue 03 mayo 2007 11:56 AM

“El jale varía, a veces hay mucho y luego escasea, por eso uno se va moviendo”. En Cancún prácticamente nadie termina la obra que inició, queja común entre constructores. Gonzalo, el Gonzo, un albañil con cinco años de experiencia explica por qué. “Si no aceptas, puedes quedarte un rato sin chamba, hay que moverse todo el tiempo”. Alfonso Téllez, arquitecto a cargo de la construcción de Cancún Towers en Puerto Cancún, añade: “Es prácticamente imposible tener una plantilla que termine una obra”.

En Quintana Roo hay alrededor de 45,000 albañiles trabajando, aunque el número varía con mucha facilidad. El número de construcciones activas es de alrededor de 12,000, según el Sindicato de Trabajadores, Obreros y Empleados de la Industria de la Construcción (SITEC) de Quintana Roo, dependiente de la CROC.

 “El mayor problema para algunas constructoras es la enorme oferta laboral que hay”, explica Téllez, arquitecto de Cancún Towers. “Los albañiles pasan de una a otra, faltan, no hacen base en la ciudad y desaparecen todo el tiempo”, explica. Con él coinciden contratistas, arquitectos e ingenieros.

Muchas constructoras, para evitar la movilidad de los albañiles, prefieren tener sus propios cabos (maestros) de obra, normalmente de Yucatán, quienes traen a los trabajadores de sus pueblos, que trabajan de lunes a sábado y el lunes están de vuelta en la obra. Así controlan el número de trabajadores y no hay deserción.

Para conseguir jale, los albañiles tienen varias opciones: una es ir a la Plaza Cancún 2000 a esperar, otra es conocer a los maestros de obra y la tercera, ir al sindicato.

Éste, cuando se va a iniciar una obra de magnitud importante, tiene contratistas con los que colocan en las grandes construcciones a distintos grupos de albañiles.

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La mayoría de los contratistas mandan a sus hombres a la Plaza Cancún 2000, en la que se reúnen los albañiles a partir de las cuatro de la mañana, en la esquina que forman las avenidas Tulum y José López Portillo. Es el centro de Cancún, el de los cancunenses que construyen los hoteles y los residenciales del Paraíso.

El movimiento de obreros es constante. También por las medidas de seguridad. El SITEC ha demandado la instalación de una Comisión de Seguridad e Higiene para que las constructoras garanticen la seguridad de los albañiles en la zona hotelera de Cancún. En los primeros tres meses de este año murieron 20 albañiles en la edificación de grandes hoteles. El año pasado, fallecieron 280 en Quintana Roo. De acuerdo con el Sindicato, cada semana ocurren aproximadamente 40 accidentes.

En las oficinas de la CROC no hay un directorio ni padrón de trabajadores, ya que, explican, los jornaleros afiliados existen mientras están trabajando en una obra. Pagan su cuota al sindicato, que busca que sus agremiados gocen de las

prestaciones de ley durante su empleo en alguna construcción. Si la obra dura más de un año, algo común en Cancún, el sindicato lleva brigadas médicas y servicios de salud tres veces al año, comenta Sergio Romero, comisionado de la CROC.

Los arquitectos locales afirman que sí se aplican las normas de vigilancia, seguridad e higiene. En sus construcciones, dice uno de ellos que prefiere no ser citado, no hay accidentes. “Todo está reglamentado de acuerdo con las especificaciones oficiales”. La demanda básica es la colocación de la malla protectora. En muchas construcciones se puede ver, en otras no.

Conseguir jale
Los albañiles que acuden a Plaza Cancún 2000 se conocen entre ellos. Se acercan al lugar cuando han terminado la construcción de una obra, en busca de “más jale pa’ defenderse la quincena”, explican Javier y Gonzalo esperando sentados, junto a otras decenas, una oferta de trabajo. Llegan de todas partes, solos o en grupo, cargando mochilas en las que guardan las herramientas básicas que definen su especialidad: albañiles, plomeros, electricistas, alberqueros, palaperos.

La fuerza de la costumbre los hace parte de una comunidad en la que se reconocen por sus apodos. El Chaparro, el Güero, Gordo, el Yu, el Moi, el Enano, el Plomo, el Gonzo; todos de fuera de Cancún. Algunos llevan años, otros meses, los menos semanas. La plaza funciona como bolsa de trabajo informal, ahí llegan los maestros de obra, encargados de las construcciones, en busca de trabajadores, o particulares que necesitan alguna remodelación o trabajo pequeño en sus casas. Conviven los que llevan años participando de los grandes cambios del horizonte cancunense, y los que acaban de llegar de Chiapas, Tabasco, Veracruz, Yucatán, Campeche y Oaxaca, atraídos por la promesa de una mejor vida. Se estima que cada semana llegan hasta 50 trabajadores de la construcción de otros estados. En Quintana Roo alrededor de 10,000 albañiles ganan en promedio entre 1,000 y 1,200 pesos a la quincena.

Riviera para los novatos
Los veteranos prefieren las construcciones en la zona hotelera en lugar de las de la Riviera Maya. En esa zona, la mayoría de los trabajadores son recién llegados con promesas de alojamiento y servicios básicos. En realidad llegan a campamentos de la obra, o tienen que rentar un lugar para vivir entre varios. Normalmente son cuarterías, vecindades que hay en el ejido del municipio de Solidaridad (Playa del Carmen), en las que llegan a acomodarse hasta diez trabajadores en un espacio diseñado para dos personas. Después, dependerá de si consiguen más jale o no, pero la mayoría se quedan en Quintana Roo. Opciones de trabajo hay, aunque sean mal pagadas.

No hay diferencias en lo que ganan, pero sí de condiciones. “Los salarios en la zona hotelera son los mismos”, explica Javier Tun, originario de Yucatán y con un año y ocho meses trabajando en Cancún. “Para cambiar de jale, uno se mide por las distancias, el avance de la obra, y si ofrecen algo extra para defenderse en la quincena”. A pesar de las condiciones duras, “éste es un mejor lugar”, explica sonriente.

Muchos, antes de llegar a las aguas turquesas del Caribe, eran campesinos en sus lugares de origen. Ahora, antes de que amanezca, van en transporte público a las construcciones del bulevar Kukulcán, zona hotelera. Por la tarde conviven por momentos los que disfrutan del Caribe y los que lo construyen, a veces desde los andamios, otras veces en los autobuses en los que suelen piropear a las extranjeras sin que éstas los entiendan.

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