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112 años de olimpismo constructivo

La organización de unos Juegos Olímpicos no solo queda en inversiones económicas; es la oportunidad ideal para heredar a la humanidad muestras históricas de arquitectura.
mié 13 agosto 2008 04:06 PM
Sin Pie de Foto
Memorial Coliseum (Cap. 101,000) único estadio dos veces olí

La olimpiada terminó. Cuatro años de espera llegan a un nuevo capítulo en la historia: comienzan los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. La evolución es evidente. La arquitectura lo testifica; el espíritu deportivo se conserva aunque intenta sobreponerse al mercadeo global. Afortunadamente las proezas constructivas trascienden a sus países y superan cualquier limitante. Así lo demuestra la historia.

De Olimpia para el mundo
En la narrativa de la mitología griega es el héroe Hércules quien creó los Juegos Olímpicos (JO). No obstante, los historiadores registran las primeras justas deportivas a finales del siglo VI a C, cuando se honraba al dios Zeus en la ciudad de Olimpia con una carrera de sólo 192 metros, conocida como La Estada. La expansión que llevó el evento religioso a Roma y Alejandría ha logrado sobrevivir hasta nuestros días y enriquecerse de una visión global que cada cuatro años concentra la mirada del mundo. El ámbito deportivo ha sido superado. Según el Comité Olímpico Internacional (COI) se pagarán hasta 2,400 millones de dólares (mdd) por los derechos de transmisión en radio y televisión en Londres 2012, cifra no comparable con los 80 mdd pagados en Moscú 1980 o los 1,332 mdd de Sydney 2000.

A la par de ser la más importante cita deportiva, los JO se han convertido en el escenario ideal para promocionar y dar a conocer las maravillas, hazañas o transformaciones de las ciudades sedes. De la mano, arquitectura, urbanismo e ingeniería han nutrido el sueño del notable pedagogo francés Pierre de Coubertin, quien iniciara el periodo moderno del olimpismo el 25 de noviembre de 1892, al lanzar el reto de organizar un magno evento ante la Unión de Deportes de París. Su objetivo era claro: generar un intercambio cultural en beneficio de la sociedad y el hombre, quienes desde su punto de vista antepondrían la cultura al deporte.

Su visión sería concretada hasta 1896 cuando Atenas, después de rechazar inicialmente la encomienda, decide llevarla a cabo. A partir de ahí las proezas comenzarían aportando notables beneficios.

De buena vid
Y es que si bien el legado olímpico se ramifica, puede sintetizarse en la transformación urbana y en la reestructuración económica de las ciudades sede: mayor capitalización, crecimiento del sector servicios, internacionalización, atracción turística, productividad y competitividad.

Es justo aquí donde el ámbito constructivo adquiere un papel protagónico porque se convierte en un detonador de infraestructura y en un importante medio de propaganda casi siempre ligado a la arquitectura. El suceso olímpico ha servido como argumento principal para construir emblemas en los países anfitriones (18 hasta China, con algunos que han repetido) y legitimar los avances tecnológicos o científicos de una sociedad en constante movimiento.

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Hacer una revisión de las aportaciones principales de estas sedes y su legado nos demanda mencionar que no todo ha sido vanguardia desenfrenada. Los primeros juegos modernos, en Atenas 1896, tuvieron como sede principal al estadio de Panathinaiko (en griego ‘buen mármol’), un magnífico edificio de mármol blanco con capacidad para 70,000 espectadores ubicado en el centro de Atenas. El sitio elegido para levantar este edificio —bajo las medidas clásicas— fue el mismo que ocupaba el antiguo estadio ateniense.

En sus marcas…
El comienzo del siglo XX estuvo impulsado por un nuevo ritmo de vida que no impactó al olimpismo. Al llegar a París 1900 —la ciudad natal de Coubertin— el avance fue prácticamente imperceptible. Si bien los acontecimientos deportivos se ven nulificados por la carencia de organización, al coincidir la Exposición Universal en el Palacio de las Naciones, comienza el uso de la electricidad y el cinematógrafo. Para la cuarta cita de los Juegos, en Londres 1908, es construida la primera alberca cubierta (8,000 espectadores) y el estadio White City (70,000), el más grande de su época, demolido en 1985.

Al llegar Estocolmo 1912, los anfitriones gestarían la primera iniciativa para construir edificios oficiales, labor que recayó mayormente en el arquitecto sueco Torben Grut, quien fue comisionado para levantar el flamante estadio olímpico. La joya, que perdura hasta nuestros días, tenía capacidad para 50,000 asistentes (hoy reducida hasta 35,000 en conciertos), pero paralelamente su carácter de fortificación labrada con ladrillos grises lo hizo merecedor de halagos y con su ejecución la ciudad obtuvo un importante superávit financiero.

Juegos de guerra
No exento de los fenómenos políticos, el movimiento olímpico fue herido en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La cancelación de la edición que se realizaría en 1916 generó un rezago importante.

La economía de postguerra era endeble y con el arribo de Amberes 1920 se intentó emular el éxito financiero de su precedente sueco. No se logró.

Aun con la recesión, en París 1924 una incipiente villa apenas calificable de olímpica, quedaría integrada por barracas de madera que fueron dispuestas en zonas non gratas de la metrópoli. Ahí mismo se construiría con severas dificultades la obra emblemática de Louis Faure-Dujarric, el Stade Olympique du Colombes, hoy Estadio Olímpico Yves-du-Manoir, en Ile de France, la región parisina.

Ideas nuevas
En Ámsterdam 1928 la justa se visualizaría a otra escala. Comenzaría la implementación del mercadeo comercial y se generaría el primer esquema urbano cediendo terrenos para la construcción de la villa olímpica. Con las luces a todo lo que daban, Los Ángeles, EU, construiría cuatro años más tarde los primeros campos de entrenamiento dentro del terreno de hospedaje olímpico y además impulsaría una red de transporte para los atletas, quienes ya contaban con las primeras instalaciones construidas bajo una normatividad acorde a la reglamentación de cada disciplina. Sin duda la arquitectura tendría un carácter efímero a pesar de lo singular que resultó el Memorial Coliseum proyectado por John y Donald Parkinson una década antes. 52 años más tarde, la sede sería ocupada nuevamente para la vigésimo tercera edición de los JO.

Con la cultura en espera de su oportunidad, Berlín generaría una obra singular: para 1936, el teatro abierto Dietrich Eckart del arquitecto Werner March manifestaría la importancia del paisaje en un espacio funcional. Por otro lado, la arquitectura al servicio propagandístico obtendría su mejor representante con el Estadio Olímpico de Berlín —del propio March— donde ya se acusaba una inseparable vinculación plástica. Un año más tarde muere Coubertin y la segunda Gran Guerra obligaría al movimiento a esperar 11 años más para renacer en Londres, bajo la sorpresa de las trasmisiones televisivas y una austeridad reveladora de los estragos de la conflagración armada.

Tercera época
Sin mayor novedad, Helsinki y Melbourne darían paso a Roma 1960 que marcaría un parteaguas mediático. La prensa tendría por primera vez un centro de operaciones. La ingeniería comenzaría a destacar de la mano de Pier Luigi Nervi y su hijo Antonio, quienes diseñaron el Pallazeto dello Sport, una estructura de ángulos de concreto formados por una viga inclinada y dos basamentos asimétricos, más anchos en los empotramientos que en las bases. Esta audaz solución motivó el osado modelo a seguir hacia Tokio 64, donde Kenzo Tange (Pritzker 1987) ejecutaría volúmenes elípticos y circulares para los estadios, cubiertos mediante catenarias de acero colgadas de los puntales de anillos elípticos de concreto que soportaban los graderíos. Para ello fue necesario ampliar el Parque Meiji y por primera vez se logró construir una piscina con techo móvil.

Vendría México (hasta hoy, único latinoamericano en organizar los JO) para responder de la mano de Félix Candela generando un hito con vida plena: el Palacio de los Deportes. Candela optó por el uso de concreto y acero para cubrir claros de más de 30 metros, convirtiendo al edificio en una de las sedes más económicas jamás realizadas. Su cubierta de cobre es considerada como la más grande a nivel mundial. Lo anterior influenciaría notablemente las edificaciones de Günther Behnisch y Frei Otto presentadas en Münich 72. Sus majestuosas obras se conformaban por un sistema de objetos articulados bajo una gran cubierta única de formas curvas tensadas. Las tensoestructuras (velarias) iniciarían un nuevo camino en la plástica espacial.

Otros aros
En la edición posterior, celebrada en Montreal, Canadá, los organizadores insistieron en la arquitectura expresiva y tecnológicamente avanzada, dejando como legado el Parque Olímpico, que incluyó la torre inclinada más alta del mundo, con 175 metros que sostiene la cubierta del estadio principal por medio de torones a tensión.

Después, en Moscú 1980, persistió la temática monumental y la simetría a gran escala, siendo el estadio Lenin (hoy Luzhniki) el magno edificio con un carácter polifuncional. En consecuencia, ocho años más tarde, Seúl concentraría los esfuerzos en la masa y la coherencia de un gran estadio olímpico como lugar público, dentro de un complejo de un millón de metros cuadrados. Aquí, el país asiático dejó planteado un ideal urbanístico formalizado en Barcelona 92, que logró una transformación radical abriéndose al mar. La ciudad se convirtió en una de las más caras de España y al mismo tiempo una de las más cosmopolitas logrando beneficios inimaginables a nivel de infraestructura. Sus instalaciones de Montjuïc fueron planeadas para obtener una larga vida útil como el Palau Sant Jordi o el Institut Nacional d´Educació Física.

El siglo y el milenio
El centenario de los juegos, en Atlanta 1996, brilló discretamente. No obstante, la ciudad manifestó el peligro que representaba no contar con un adecuado sistema de transporte masivo y reforzó la estructura existente del MARTA (Metropolitan Atlanta Rapid Transit Authority), mismo que a la fecha sigue extendiéndose, vinculado a redes locales ferroviarias determinantes en el desarrollo de la ciudad.

Para el inicio del milenio la temática cambió: ecología y preocupación ambiental fueron los principios vertidos en la inspiradora arquitectura de Sydney 2000. Formas orgánicas y dinámicas en techumbre y gradas enmarcaron el estadio del arquitecto Rod Sheard, con capacidad para 110,000 espectadores. Las cubiertas estaban suspendidas de dos enormes arcos y revestidas de policarbonato traslúcido con la cualidad de captar la precipitación pluvial para ser utilizada en el riego del campo deportivo.

El español Santiago Calatrava —quien ya había contribuido con la Torre de Comunicaciones de Barcelona 92— demostraría al mundo las cualidades de sus instalaciones orgánico-conceptuales colmadas de acero y tecnología en Atenas 2004, no sin antes alterar los nervios de los anfitriones, quienes fueron severamente amenazados por el COI debido al parsimonioso avance de ejecución del estadio Spiridon Louis. La ciudad heredó 35 majestuosas instalaciones y la modernización de su transporte público, en el que se invirtieron 4,650 millones de euros.

112 años después
Hoy, Beijing es el escenario verde por excelencia. Las sorpresas poco a poco se han ido revelando a través del etéreo WaterCube, el impresionante Estadio Nacional, o la sustentable Villa Olímpica. Terminales aéreas, torres, viviendas, parques de arquitectura, museos, etc. La influencia es tan grande como su territorio y la diversidad de obras tan vasta como su población. Estamos seguros que recordaremos con claridad el atractivo de cada una de las instalaciones tanto o más que los nombres de quienes harán historia compitiendo (así ha sucedido). Todo es tan breve y relampagueante que Londres —primera ciudad tres veces olímpica— ya comenzó a prepararse. ¿Qué sorpresas nos esperan más allá de lo ya anunciado? Por lo pronto, una renovación urbana profunda está en proceso y el presupuesto para obras deportivas hacia 2012 se ha triplicado en la búsqueda de la trascendencia olímpica que seduce a todo aquel que la invoca en tierra propia.

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