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Cinco puntos para una nueva arquitectura

La revolución teórica de Le Corbusier hizo posible la creación de obras que dieron un cambio ra
lun 09 abril 2007 12:14 PM

De la gran cantidad de escritos sobre arquitectura que se publicaron durante el siglo XX, sin duda el más importante fue el de Le Corbusier: Cinco puntos para una nueva arquitectura (1926). Ningún otro texto ha tenido mayor influencia, y su éxito se demuestra con la enorme cantidad de edificios que se realizaron a partir de sus propuestas y con la validez que aún tiene, a 75 años de haberse publicado.

El éxito del texto de Le Corbusier consistió en que presentó no sólo las intenciones o ideas generales para definir una nueva arquitectura, sino que propuso los elementos arquitectónicos precisos para realizarla. El manifiesto se convirtió rápidamente en un manual normativo;  como antes fueron las lecciones de Durand durante el siglo XIX o, desde el siglo XVI, el tratado de Vigñola sobre los órdenes clásicos.

La importancia de su escrito es que logró definir algunos elementos arquitectónicos y una técnica constructiva, mediante concreto armado, que permitieron una verdadera revolución en los proyectos en que se aplicaron sus recomendaciones. Le Corbusier propuso así una nueva manera de hacer arquitectura, utilizando la novedosa tecnología del concreto armado.

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La repercusión de este texto fue mundial, y de especial importancia en México. Juan O’Gorman —cuando sólo tenía 25 años— fue quien aplicó primero con mayor rigor y extraordinaria creatividad los cinco puntos, en la casa-estudio de Diego Rivera (1930). En ella O’Gorman planteó la modernidad más radical, que implicó no sólo la asimilación de un nuevo lenguaje arquitectónico sino su interpretación desde una visión que planteaba también una nueva cultura material.

Le Corbusier también se interesó por la estética de la máquina, por una arquitectura ligera y transparente, en contraste con la masividad y opacidad del concreto armado. El pabellón que Le Corbusier proyectó para Philips, en la Feria Mundial de Bruselas (1958), fue una extraordinaria obra que no sólo se adelantó por su arquitectura de superficies curvas a la obra de Ghery y muchos más, sino que inició una revolución en los criterios de museografía, al incorporar los audiovisuales y la música en las exhibiciones. Éstos son ejemplos de la importancia de esta revolución teórica que contribuyó a terminar con una práctica profesional obsoleta.

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