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Cómo manejar las emociones en el trabajo

Tus sentimientos son una reacción de supervivencia que te alerta de un peligro, dice Mónica López; si tienes miedo de perder tu empleo, no te paralices y mejor aprovecha para actuar con madurez.
lun 22 marzo 2010 06:02 AM
El enojo nos avisa que alguien está sobrepasando nuestros límites. (Foto: Jupiter Images)
empleo-miedo-enojo-desempleo (Foto: Jupiter Images)

Al interior de las organizaciones se respiran ambientes de cambio que pueden responder a un sinfín de causas, ya sean las nuevas exigencias del mercado, los nuevos impuestos , la fusión de empresas , las contingencias epidemiológicas... no importa cuál sea la causa, hoy vivimos inmersos en la incertidumbre y el cambio.

Para algunos, los cambios implican ascender; para otros, mantenerse bajo nuevas condiciones o responsabilidades, y para otros, significan la conclusión de una relación laboral. Todo cambio en un área significativa de nuestras vidas, genera emociones que nos sacuden, nos mueven e impulsan a responder ante la situación. La clave está en saber hacia dónde y cómo movernos a nuestro favor.

Lo que nuestros abuelos llamaban madurez, es hoy conocida como inteligencia emocional, no se aprende en la escuela como una asignatura sino que se aprende cuando se va acumulando experiencia y se va reflexionando sobre la misma.  La persona madura es aquella que sabe manejar las situaciones con sabiduría y prudencia.

Volvamos a las emociones, ¿qué significan?, ¿para qué sirven?, ¿no sería más fácil no tener que lidiar con ellas? ¿Para qué enfrentarnos al enojo repentino que surge cuando nos piden algo y no contamos con los recursos suficientes para responder? ¿Con las ganas de gritar que ya no podemos más al hacer nuestra lista de pendientes en la oficina? ¿Con el miedo que nos paraliza cuando debemos hablar en público o asumir un nuevo reto? o ¿con la tristeza de vernos relegados o separados de una organización? Si las emociones se convierten en un estorbo para nuestro desarrollo, quiere decir que estamos ocupando mal las señales que nos mandan.

Los expertos en análisis transaccional identifican cinco emociones básicas, auténticas, que todos los seres humanos compartimos y son: miedo, alegría, tristeza, enojo y afecto. Estas emociones son totalmente naturales, surgieron como auxiliares para la supervivencia como producto del proceso de evolución del hombre. No son inventos de nuestra imaginación, son resultado de una actividad química y eléctrica en el cerebro y cada una tiene un significado y utilidad específica.

Es decir, toda emoción produce un movimiento en nuestro interior y una sensación corporal. El miedo por ejemplo tensa nuestros músculos, alerta nuestros sentidos paralizándonos temporalmente para identificar el peligro que nos acecha, pero tiene un propósito, ¡protegernos! Si somos capaces de identificar los momentos en los que sentimos miedo, podremos llegar a identificar -los peligros que nos acechan- y responder en consecuencia. Si nos da miedo perder nuestro trabajo, alertemos nuestros sentidos y pongamos manos a la obra para buscar ser más efectivos, aprovechar más el tiempo, cumplir de mejor manera con nuestras responsabilidades; esa sería la manera lógica y madura de responder ante la situación. No en cambio, sentir ese miedo y quedarnos en la parálisis, desaprovechando las oportunidades para cumplir bien, a tiempo y mejor. 

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Lo mismo sucede con el enojo, la finalidad de éste es igualmente protegernos, ¿de qué? de todo aquello que transgrede nuestros límites. Cuando nos enojamos es porque algo o alguien "se pasó de largo" y en la medida en que sepamos marcar ese límite con decencia y firmeza recuperaremos el espacio perdido y nos sentiremos cómodos nuevamente.  

Cuando no hacemos caso a la emoción que surge inesperadamente como reacción a un estímulo significativo para nosotros, estamos rechazando información valiosa sobre el sentido que los hechos debieran seguir.  Lo importante es que pongamos atención, nos demos un espacio para reflexionar sobre el asunto y respondamos en consecuencia. Y aquí debemos hacer énfasis en ese espacio para pensar, actuar con inteligencia emocional, con madurez, es justamente actuar con base en una decisión, no en una reacción. En la medida en que sepamos darnos ese espacio entre el estímulo que recibimos y nuestra respuesta, estaremos actuando con mayor libertad, en el sentido amplio del concepto.

* La autora es Académica de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Panamericana.

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