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¿Es posible la cooperación Sur-Sur?

La historia muestra esfuerzos de acción entre países en desarrollo, recuerda Ngoyi Ndamamba; estos gobiernos deben construir su camino al crecimiento sin depender de la ayuda del Norte.
mié 11 agosto 2010 06:01 AM
Los planes de la región del TLCAN buscan aminorar la competencia de libres tratados en Asia. (Foto: Jupiter Images)
mundo (Foto: Jupiter Images)

¿Es posible la cooperación Sur-Sur? Antes de contestar a esta pregunta es importante hacer algo de historia. En una época dominada por los países occidentales  y los Estados Unidos de Norte América,  nace el proyecto de la cooperación Sur-Sur como un mecanismo de solidaridad y cooperación entre los llamados países del Sur para liberarse de la dominación y la colonización de los llamados países del  Norte.

Las ciudades  de Bandung,  en Indonesia, y la de  Brioni, en Yugoslavia, marcaron en 1955 el principio de este gran sueño. Motivados por los principios de libertad, justicia e igualdad, 29 países asiáticos y 6 africanos recientemente independientes, se reunieron en Bandung para decirle  al mundo que la era colonial y la dominación occidental habían llegado a su fin. Y en la conferencia de Brioni los presidentes Nasser de Egipto, Tito de Yugoslavia  junto con el primer ministro Nehru de la India insistieron una vez más sobre la iniciativa de emancipación clamada ya en la Conferencia de Bandung.

Con estas conferencias, los países del Sur  mostraron al mundo que el Sur era posible y que desde el Sur se podía fraguar una afirmación política y diplomática efectiva. Más allá de la dominación extranjera, desafiando el orden establecido por las grandes potencias y sobrepasando sus limitaciones naturales e ideológicas, cuestionaron no sólo con palabras pero también con hechos aún limitados la irracionalidad política de aquellos tiempos en donde dos bloques vivían con las espadas desenvainadas.

Estas iniciativas permiten afirmar que el Sur fue, es y será posible. Por ello, es vital construir una estructura que le dé sustento y contenido a esta cooperación. Es capital el surgimiento de un liderazgo capaz de unir al Sur e influir de manera determinante en el Norte;  pero también se requiere de un mínimo de inteligencia práctica, voluntad y respeto de la  identidad propia. "Cuando la Cooperación Sur - Sur ha sido instrumentalizada de manera sistemática y continua, resultó ser un mecanismo útil para enfrentar la realidad mundial y reducir la vulnerabilidad de nuestros países frente a los factores internacionales adversos" (Milos Alcalay, Mecanismo de impulso para promover la Cooperación Sur-Sur, SP/XVI.RDCIALC/Di Nº 40. XVI Reunión de Directores de Cooperación Internacional de América Latina y el Caribe, Ciudad de Panamá, Panamá, 21 - 23  de julio de 2003).

Siguiendo los pasos de Bandung, en 1960 nació la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que buscaba entre otros aspectos decidir, unificar, controlar y coordinar las políticas petroleras de los países miembros y la defensa de sus intereses. Se trata no sólo de una lección de autonomía, sino  también de un principio de autodeterminación e independencia.

Un año después,  en 1961, apareció en la conferencia de Belgrado el llamado Movimiento de Países No-Alineados, cuyos principios fundamentales se centraban en la preservación de las independencias nacionales frente a las dos potencias, la no adherencia a los dos bloques militares existentes, el rechazo a la instalación de bases militares extranjeras en sus territorios y la defensa de los derechos de los pueblos a ser libres e independientes, entre otros.

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Posteriormente, en 1964, tuvo  lugar en Ginebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el desarrollo. Esta conferencia pretendía regular el comercio entre el Sur y el Norte además de promover el desarrollo de las naciones del Sur. Sin embargo, 10 años después, se registraba que los resultados habían sido muy decepcionantes. Ante este hecho, los países no alineados reunidos en 1974 en la conferencia de Argel en Argelia manifestaron la importancia  de crear un orden económico nuevo y justo. Es decir, el Sur más que depender de la ayuda del Norte tiene que creer en su capacidad inventiva y organizativa, sacar a luz su talento para dictar y/o inducir un nuevo sistema económico justo capaz de incentivar las relaciones comerciales entre los países del Sur y determinar nuevos modos de relacionarse comercialmente con el Norte  basados en el respeto de la soberanía de cada nación.

Sin lugar a duda los años 1955 a 1975 marcaron el apogeo de una dinámica cooperación, solidaridad y determinación entre los estados del Sur. Desafortunadamente, estos cambios sufrieron fuertes reveses. El Norte propuso de manera sistemática todo su aparato político, económico y militar para desestabilizar al Sur con golpes de estados, préstamos costosos, sistemas económicos incoherentes, alianzas destructivas con la finalidad de controlar y mantener la dependencia del Sur hacia el Norte.  Esto desalentó, redujo a simulacros y frustró las iniciativas de cooperación Sur-Sur durante mucho tiempo.

Sin embargo, hace aproximadamente una década, la idea de la cooperación Sur - Sur renace nuevamente con fuerza y con nuevos actores. "Si el tema de ayer fue la construcción de puentes de cooperación en el Sur, nuestra meta de hoy debería centrarse en hallar la forma de fortalecer y ampliar esos puentes para construir otros nuevos, con el fin de que el Sur pueda influir en los procesos que dan forma al nuevo orden político y socioeconómico global en el siglo XXI" (Yiping Zhou: Los nuevos paradigmas de la Cooperación Internacional, Edición  Nº 64, Enero - Abril  2002).

En este sentido tiene razón el presidente venezolano Hugo Chávez cuando declaró con contundencia en la última reunión del ALBA que tuvo lugar en Caracas, en noviembre de 2008: "No vamos a esperar de brazos cruzados a que el Fondo Monetario Internacional (FMI),  ni del Banco Mundial (BM) vengan a solucionar  los  problemas y sobre todo esa gran amenaza que sobre el mundo se ha desatado que es la gran crisis. No debemos esperar nada sino de nosotros mismos. Claro, estaremos oyendo las opiniones del G-20, el G-21 o el G que sea, pero nosotros tenemos cosas que decir. El Sur también existe. Nosotros también existimos y vamos a tomar decisiones" ( http://podemospress.blogspot.com : 27 de noviembre de 09).

Un año después, en la Segunda Cumbre celebrada el 25 de septiembre de 2009 en Venezuela, entre los gobernantes latinoamericanos y africanos, el presidente venezolano Hugo Chávez afirmó nuevamente lo siguiente: "nosotros aspiramos a que Caracas se convierta en un centro de llegada, de actividades y conexiones para África con otros países de Centro, Sudamérica y el Caribe... pues sólo nos separa un canal, el océano Atlántico...".( http://ipsnoticias.net : 25 de noviembre de 09).

Siguiendo la misma línea de pensamiento e iniciativa, son vitales las palabras de Benjamín Mkapa, ex Presidente de Tanzania al afirmar: "Este es un momento decisivo para que África se comprometa con una estrategia que conduzca a la auto-dependencia. Eso requiere, principalmente la integración...planes de movilización de recursos y nuevos vínculos con los países del Sur" ( http://www.reingex.com/aniafricasabermas.asp : 06 de marzo de 09).

Las palabras tanto de Hugo Chávez como de Benjamín Mkapa encierran el sentido de un liderazgo que invita al Sur a acuñar su propio destino, creer en la capacidad de ser autor de su propia biografía y esperar un poco menos en la posibilidad de un movimiento mesiánico proveniente de afuera.

En efecto, cuando uno revisa detenidamente las experiencias mundiales de cooperación entre  el Sur y el Norte, las conclusiones  son generalmente alarmantes por una parte y frustrantes por la otra.  La irracionalidad y los modos violentos que acompañan a veces esta cooperación, junto con sus políticas y principios unilaterales, muchas veces fuera de la realidad llegan a transformarse en serios obstáculos para el desarrollo y crecimiento del Sur. La historia no miente. Pululan casos dramáticos tanto en África como en América Latina.  

Por otra parte, más allá de los gritos y reclamos detrás de los estrados, el mundo de hoy presenta una nueva oportunidad para que el Sur reivindique su existencia y proponga una nueva geografía política y económica internacional. Se trata de la crisis económica y financiera actual. Esta crisis  representa un aviso importante para que los países del Sur analicen su propia realidad, inventen y desarrollen sus mercados internos, promuevan integraciones regionales y jueguen en bloque un papel  más preponderante para la creación, pero sobre todo la implementación de un nuevo modelo de cooperación económica y financiera internacional, integrada por estrategias y principios más sostenibles.

Esta crisis financiera es la expresión máxima de la debilidad de la ideología ultra-liberal y del Norte. Esta crisis es también la crisis de la filosofía extremista de la actividad financiera, es de alguna manera el fin de la historia. Por ello llegó la hora de escribir una historia diferente. Y el Sur tiene que escribirla. Sólo así el Sur confirmará su existencia. Por ello, el Secretario General de las Naciones Unidas, el señor Ban Ki Moon dijo, aludiendo a la crisis financiera actual  en su discurso pronunciado el 19 de diciembre de 2008 durante la jornada de las Naciones Unidas sobre la cooperación Sur- Sur, que como nunca antes los países en vía de desarrollo tienen la responsabilidad  y la necesidad de promover y dinamizar la cooperación entre ellos.

Al Sur le toca entonces asumir esta  responsabilidad. Será necesario integrar modelos comerciales flexibles e inteligentes capaces de asegurar el desarrollo propio y ajeno, consolidar lazos comerciales horizontales entre Estados, individuos, sectores rurales, organizaciones regionales y movimientos sociales. Esta cooperación tiene que lanzarse partiendo de algunas ventajas estratégicas naturales que tienen ya el Sur, por ejemplo: los recursos estratégicos naturales y la posición geográfica privilegiada de algunos países del Sur. Estas dos variables manejadas inteligentemente, tienen peso suficiente para pesar a favor del Sur tanto en la cooperación regional como intrarregional.  

La tarea no es sencilla, se necesita un mayor conocimiento mutuo para enfrentar las diferentes presiones que vendrán desde el Norte. Es importante recordar que la solución no está en la tradición, hay que inventarla. Cuando se afirma que el futuro está en la cooperación Sur-Sur, se trata de un mensaje que implica forzosamente un rompimiento con lo viejo y una aspiración a la unión entre los iguales para posicionarse con fuerza ante aquellos que siempre han creído tener en sus manos el destino de otras naciones. Esta igualdad no sólo debe definirse en términos económicos sino en términos de aceptación, tolerancia, respeto y dignidad.

Hay que estar convencidos que este movimiento implica la conjunción de las fortalezas. Es una batalla que no puede llevarse a cabo cada uno por separado por no contar con mecanismos coercitivos, por la falta de tecnología propia, por tener economías en su mayoría débiles y dependientes con opciones muy limitadas  ante los choques y embates externos durante las negociaciones internacionales.

En este sentido el Sur está ante la oportunidad de romper con las alianzas denigrantes, crear una nueva geografía económica y provocar una nueva  reconfiguración de las alianzas y regiones. Los llamados países emergentes, como China, Sudáfrica, México, India y Brasil -por mencionar sólo algunos de ellos- deben asumir un papel preponderante en este proceso para poner a prueba las capacidades creativas e imaginativas de los países del Sur ante las presiones de los Estados  y organismos financieros internacionales.

Efectivamente los países emergentes a través de la cooperación Sur-Sur deben promover nuevos paradigmas de cooperación con reglas  más transparentes, que valoricen al otro y terminen con la vieja lógica de cooperación caracterizada por el binomio amo y esclavo. Les corresponde este papel por solidaridad con los otros y por su peso en el nuevo entorno actual  buscar cómo cambiar los viejos modelos tradicionales verticales de cooperación por intercambios y relaciones comerciales sistémicas centradas en el respeto y la confianza, el apoyo y el beneficio mutuo.

El futuro está en la diversidad y el reconocimiento del derecho a la diferencia, aquellos que piensan que es fundamental salvaguardar la dignidad además de conservar la identidad dentro de un clima abierto y con un espíritu universal tienen la oportunidad de provocar el surgimiento de una cooperación Sur -Sur dinámica y próspera. África, Asia y América Latina inspirándose en sus experiencias de dolor y éxito deben marcar el paso ya que representan en conjunto un futuro de esperanza.

En conclusión, para construir una cooperación estratégica Sur-Sur es necesario lograr la proximidad y definir claramente el contenido de la misma. Esta cooperación debe centrarse en los problemáticas comunes y proteger los intereses personales de cada nación. Esto requiere de los Estados visión de largo plazo y liderazgo. El Sur debe romper con las visiones ortodoxas de las relaciones internacionales, con sus complejos históricos de inferioridad y con  los mecanismos que establecen y mantienen su funcionamiento tanto dentro como fuera.

*El autor es aspirante al Doctorado en Administración de la Universidad Anáhuac México Sur, y revisado por Dr. Carlos Miguel Barber Kuri.

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