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OPINIÓN: Ni una sola persona debe morir quemada en prisión

Las autoridades de las cárceles en todo el mundo deben garantizar que los presos cumplan sus sentencias en condiciones dignas
jue 16 febrero 2012 04:05 PM
una mujer habla por telefono y llora
prisión-incendio-honduras

Nota del Editor: Frida Ghitis es columnista de asuntos internacionales del Miami Herlad y Analista de Política Mundial. Ex productora/corresponsal de CNN, escribió "The End of Revolution: A Changing World in the Age of Live Television".

(CNN) — Más de 300 reclusos murieron quemados o sofocados en una cárcel de Honduras. Lo único que podemos hacer, es imaginarnos los gritos de los que estaban atrapados en sus celdas mientras nadie era capaz de encontrar las llaves de las mismas para que pudieran escapar del fuego.

Es difícil imaginar el sufrimiento que padecieron los padres, hijos, parientes o amigos de los presos mientras veían las imágenes por televisión, al mismo tiempo que se preguntaban si sus seres queridos habían sobrevivido, o, en caso de que hubieran muerto, cuánto habrían sufrido.

La terrible tragedia en un pueblo pobre de Honduras, en Centroamérica, trae a la luz un problema que ha sido ignorado por mucho tiempo: las pésimas condiciones en las cárceles.

En todo el mundo, tanto en los países ricos como en los pobres, los presos padecen unas condiciones espantosas, y aún asumiendo que hayan tenido un juicio justo, nada justifica condenarlos a vivir en condiciones que se encuentran en un nivel inferior al de la decencia humana.

Hasta en tiempos normales, son pocas las personas que realmente se preocupan por los relegados de la sociedad, los que están encerrados por haber cometido un crimen. Pero nuestra propia humanidad nos dice que algo tenemos que hacer, porque en pleno siglo 21 no podemos forzar a los prisioneros a vivir en condiciones medievales.

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La precaria situación en la que se encuentran las cárceles, se ha convertido en la violación de los derechos humanos más pronunciada de nuestro tiempo,

Los estándares inhumanos de las cárceles se han convertido en la violación de los derechos humanos más común de nuestro tiempo, más allá de quienes defienden las causas de la libertad de expresión y la libertad de practicar determinada religión. No son pocos los registros de países que violan constantemente los acuerdos internacionales respecto a la manera en que se debe de tratar a los prisioneros, pero no les pasa absolutamente nada. Eso debe cambiar.

Un trato digno y humano hacia los prisioneros, incluyendo medidas preventivas contra incendios, deben de convertirse en un requisito para poder estar en sintonía con lo que demanda la comunidad internacional.

Así haya sido provocado o accidental, la responsabilidad moral y probablemente legal de esta tragedia ocurrida en Honduras, es de las autoridades, que tienen como tarea proteger a los prisioneros, sin importar el crimen que hayan cometido.

Honduras tiene una historia de desastres en sus cárceles, seguidas de promesas de aterrizar alguna reforma, pero después se registran más desastres; en un incendio en 2004 más de 100 reclusos murieron, y en 2003, 86 más fallecieron tras una riña. Estas catástrofes tuvieron su origen en las paupérrimas condiciones en las que se encuentran dichos penales.

Pero Honduras no es el único país que enfrenta situaciones de este tipo.

Hace algunos años, el Consejo Europeo de los derechos humanos visitó algunas de las prisiones de Francia y catalogó algunas de ellas como "calabozos" e incluso señaló que un par de ellas están al borde de vulnerar la dignidad humana. Cientos de prisioneros se han suicidado en Francia en años recientes.

En Estados Unidos, Human Rights Watch señaló que muchos de los que están encarcelados, hayan sido juzgados por algún crimen o no, y sean o no culpables, "enfrentan condiciones que son abusivas, degradantes y peligrosas". Puso como ejemplo que, en ocasiones, las autoridades y la misma gente se hacen de la vista gorda ante hechos de violación sexual dentro de las prisiones o incluso el asesinato mismo de reos condenados por agresiones sexuales a manos de otros prisioneros. Si la sociedad quiere sentenciar a muerte a alguien, debe de ser de una manera legal, no dejando que los prisioneros hagan el trabajo sucio.

Algunas de las cárceles más pobladas son las de Rusia y las de China. Muchos de los prisioneros chinos soportan trabajos muy pesados para producir bienes que el país vende después para su propio beneficio, mientras que los que están en cárceles rusas sufren de una aplicación brutal de la disciplina. Las enfermedades como el SIDA y la tuberculosis son comunes, como también lo es la mala alimentación.

En muchos países las leyes contra las drogas son muy, muy estrictas, lo que hace que haya un crecimiento en la población en las prisiones, provocando, en consecuencia, una condición de sobrepoblación, y lo que ello conlleva.

Una amenaza creciente son los grupos de narcotraficantes, que a menudo ocasionan que las autoridades pierdan el control de los penales. Estos grupos exigen a sus propios compañeros el pago de cuotas para no golpearlos o violarlos, o hasta para que tengan permiso de recibir agua y comida.

Hace más de un año, el Ministro de Seguridad de Honduras señaló que las cárceles se habían convertido en una universidad del crimen. Los reclusos son encarcelados por un delito menor y después de años de abusos recuperan su libertad, pero lo hacen convertidos en criminales que le cobrarán su sufrimiento a la sociedad. Honduras necesita revisar las instalaciones de sus reclusorios, combatir la sobrepoblación y mejorar sus estándares de seguridad.

Muertes injustificadas ocurren prácticamente en todos lados. Es una cuestión de humanidad tratar como se debe a la gente que no se puede defender a sí misma, sin importar si cometió algún crimen.

Piensa en los cientos de personas que sufrieron la pérdida de un ser querido tras la tragedia ocurrida en Honduras, o las que acontecen en otros sitios. Una sociedad civilizada y moral debería hacer todo lo que estuviera a su alcance para evitar ese sufrimiento. Cualquier país que permita que sigan sucediendo eventos de este tipo, debe ser presionado para lograr los cambios necesarios.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Frida Ghitis.

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