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OPINIÓN: ¿Entienden los precandidatos republicanos la situación con Irán?

Ron Paul es el aspirante republicano que parece tener más claro cómo debe actuar Estados Unidos ante Irán
mar 28 febrero 2012 01:01 PM
Gente recibe a presidente de Iran
Ahmadinejad en LA - Ecuador

Nota del editor:  Jim Walsh  es experto en seguridad nacional e investigador asociado en el Programa de Estudios de Seguridad del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).

(CNN) – No es de sorprender que el debate presidencial republicano de la semana pasada en Arizona fuera una especie de balacera del Lejano Oeste. Los candidatos apuntaron unos contra otros, contra el Presidente Barack Obama y, entre otros temas, hablaron de Irán. Mientras Irán se transforma en un tema de política exterior prioritario en la temporada de elecciones, vale la pena destacar las posiciones de varios candidatos.

¿Que cómo les fue? En primer lugar, deberíamos darles una oportunidad. De los cuatro republicanos, ninguno es experto en Irán y no habría que juzgarlos como si lo fueran. En segundo lugar, esta campaña, al igual que las pasadas, ya ha tenido su parte de ataques y contraataques, donde a menudo se ignoran o exageran determinados hechos. Con esto en mente, el desempeño de los candidatos no fue tan malo como se hubiera esperado.

Ron Paul fue el que tuvo un mejor desempeño al referirse a los hechos reales. Tiene razón al decir que la Unión Soviética fue alguna vez uno de los regímenes más brutales en la historia de la humanidad. Los soviéticos tenían armas nucleares -hablamos con ellos- y eso tuvo consecuencias positivas.  También está en lo correcto al decir que cuando el país está amenazado, los partidarios de las líneas más duras a menudo logran adeptos gracias al efecto de “envolverse en la bandera”, lo que significa que aún aquellos que posiblemente no se identifican con este tipo de liderazgo sienten la necesidad de ofrecer su apoyo. Su afirmación implícita de que las sanciones siempre fallan es un poco menos sólida. A veces funcionan (piense en los tratados nucleares entre Sudáfrica y Libia), y a veces no. Las sanciones son herramientas, medios para determinado fin, que pueden emplearse junto con otras herramientas de políticas, entre ellas la negociación. No son varitas mágicas -ni tampoco fueron ideadas para serlo-.

Rick Santorum sugirió que la mejor manera de abordar el tema de Irán es apoyar a los iraníes pro-estadounidenses y al movimiento de la oposición de los verdes a derrocar al gobierno de Teherán. El único problema es que los iraníes que se oponen al gobierno apoyan el programa nuclear civil. En realidad, el líder principal de la oposición Verde hasta llegó a criticar al presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad por ser demasiado débil en su tratamiento de temas nucleares.

Quizás la respuesta más extraña sobre Irán fue la de Mitt Romney. ¿Su principal preocupación? Que Irán entregue uranio enriquecido a Hezbollah o a Hamas, quienes luego viajarían a América Latina o quizás a Estados Unidos para detonar una bomba sucia. En primer lugar, las armas nucleares y las bombas sucias son dos cosas fundamentalmente diferentes; es la misma diferencia entre una ráfaga de escopeta a la cabeza y una bofetada en la muñeca. En segundo lugar, los datos son claros en este sentido. Los gobiernos, en especial los más paranoicos, no entregan material nuclear a una tercera parte excéntrica. El uranio enriquecido es también un pésimo material para la fabricación de bombas sucias. Finalmente, desde hace décadas, Irán cuenta con mucho material para la fabricación de bombas sucias que podría usar para este tipo de ataques. Y no lo ha hecho aún.

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Si bien la respuesta más bizarra fue la de Romney, Newt Gingrich fue el que dio la respuesta más complicada. Gingrich argumentó a favor de atacar a Irán, indicando que Ahmadinejad es un dictador que podría usar armas nucleares contra Israel.

Dejemos de lado el hecho de que han existido numerosos dictadores en el mundo, pero ninguno ha cometido un suicidio nuclear. También ignoremos generosamente el hecho de que Gingrich desestimó públicamente las opiniones de los oficiales de más alto rango del ejército estadounidense y de los principales jefes de inteligencia del país. El problema real aquí es que los hechos a los que se refiere son erróneos. Ahmadinejad no es el líder de Irán; el líder supremo es el Ayatollah Ali Khamenei.

En realidad, en estos momentos  Ahmadinejad es apenas algo más que una figura decorativa.  La primavera pasada, el debate en Teherán era si Ahmadinejad sería arrestado (muchos miembros de su círculo extendido han sido arrestados) o si se le permitiría concluir su mandato condenado al fracaso. Y más recientemente, los seguidores de Ahmadinejad han sido sistemáticamente excluidos de las elecciones legislativas programadas para marzo. Ahmadinejad no es un político acabado. Desde hace algún tiempo está más cerca de ser un muerto político.

Pero en términos generales, los candidatos a la presidencia por el Partido Republicano no estuvieron tan mal en el debate. Aún así, cuando se trata de asuntos de guerra y de paz, de los cuales dependen las vidas de mujeres y hombres al servicio de Estados Unidos –y la de sus familias-, deberíamos esperar que quienes intentan ser el próximo presidente del país- sea republicano o demócrata- tengan una postura más firme con respecto a estos asuntos.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Jim Walsh.

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