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OPINIÓN: ¿Qué provocó en el océano el accidente de Fukushima?

Ken Buesseler pregunta: ¿Qué conocemos sobre el impacto en el océano y los niveles de contaminantes radiactivos en agua y peces?
dom 11 marzo 2012 07:40 AM
planta dañada de fukushima
fukushima-planta planta dañada de fukushima

Nota del editor: Ken Buesseler es investigador titular en la Institución Oceanográfica de Woods Hole y ha estudiado la radioactividad marina desde Chernóbil, en 1986. Además encabezó una investigación internacional en Japón en junio del 2011.

Hace un año, una serie de acontecimientos comenzaron con un terremoto en la costa japonesa que culminó con la mayor liberación accidental de radiactividad en la historia, en el océano.

Debemos ser cuidadosos y decir "accidental", porque a finales de la década de 1950 y a principios de 1960, una cantidad de radioactividad entre 50 y 100 mayor fue liberada en todo el mundo, como consecuencia de las pruebas intencionales de armas nucleares.

La palabra "océano" también es importante, ya que en 1986 Chernóbil estaba cientos de kilómetros tierra adentro, por lo que tuvo un impacto menor en las concentraciones de radionucleidos en el mar que el medido directamente en la costa de Japón, en el 2011.

Un año después, debemos preguntarnos: ¿Qué conocemos sobre el impacto de Fukushima en el océano y los niveles de contaminantes radiactivos en el agua y los peces?

En muchos sentidos, tuvimos la suerte de que los impactos se limitaron en gran medida al océano. Ciertamente, los japoneses aún sienten los efectos devastadores de tan gran accidente dentro de su país y muchas personas quizá no puedan regresar a sus hogares. Pero en general, los vientos durante la parte más difícil del accidente en la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi soplaban hacia el mar.

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Como resultado, más de tres cuartas partes de la radiactividad se fueron al océano. Esto es importante —pues lo que cae en la tierra ahí queda— porque conlleva a la posibilidad de una mayor exposición humana y más posibilidades de contaminación de los suministros de alimentos y terrenos.

Sin embargo, en el Pacífico, la fuerte Corriente de Kuroshio (parecida a la Corriente del Golfo del Atlántico) ayudó a mover rápidamente lejos de la costa cualquier tipo de contaminación y la diluyó al mezclarla en aguas más profundas.

Esto nos permitió informar que, en junio del 2011, aun cuando tomamos muestras a la vista de las plantas nucleares, los niveles en el océano de cesio 137 y cesio 134, dos de los productos principales de la fisión nuclear, estaban elevados, pero todavía por debajo de los niveles considerados como preocupantes para la población. También estaban por debajo de los umbrales biológicos de daño en las muestras de peces pequeños y plancton que tomamos, incluso si fueran consumidos por las personas.

Muchos grupos han confirmado ahora nuestras conclusiones acerca de los niveles de radiactividad existentes hasta 400 millas frente a la costa.

Otras mediciones muestran tendencias que son más preocupantes. Los niveles de radiactividad en los peces no disminuyen y parece que existen zonas de alta radiactividad en el fondo del mar, mismas que no están muy bien localizadas.

También existe poco consenso acerca de exactamente cuánta radiactividad se liberó o incluso si los incendios y explosiones en la planta de energía nuclear tuvieron como resultado una mayor precipitación radiactiva en el océano que las liberaciones directas de radiactividad provocadas por el vertimiento de agua en los reactores para mantenerlos enfriados.

Algunos consideran que Japón está tomando una medida de precaución al reducir los límites de contaminantes radiactivos en el agua potable y los alimentos, entre ellos los mariscos, a partir del 1 de abril. El nuevo nivel para los pescados será una décima parte del nivel aceptable en Estados Unidos.

¿Los nuevos límites japoneses recuperarán la confianza del consumidor o plantearán miedos y cuestionamientos acerca de por qué más peces se consideran poco seguros para el consumo? ¿Y por qué los capturados el año pasado eran considerados seguros y ahora no?

A pesar del anuncio dado a conocer en diciembre de que los operadores de la central habían conseguido apagar en frío, sabemos que todavía emplean toneladas de agua para enfriar los reactores y que no toda ha sido recolectada o tratada. Como resultado, el suelo alrededor del lugar es como una esponja sucia, saturada con agua contaminada que se filtra en el océano.

Los sedimentos marinos también almacenan contaminantes radiactivos, exponiendo a los peces que habitan en el fondo, a crustáceos y otros organismos en el suelo a niveles más altos de contaminantes que los de aguas poco profundas.

Sin embargo, poco se sabe sobre los niveles de contaminación en las aguas subterráneas, en el fondo del mar y sobre si estos serán una fuente de contaminantes mucho después de que se hayan diluido en los océanos hasta el punto en que solo los instrumentos más sensibles puedan detectarlos.

Sabemos que podemos detectar cesio en niveles muy diluidos, muy por debajo de los considerados dañinos. Al emplear estas técnicas sensibles podemos rastrear los contaminantes en Fukushima mientras las corrientes oceánicas llevan el nivel más alto de los contaminantes liberados a través del Pacífico, donde se espera que lleguen a la Costa Oeste de EU en 2013-2014, aunque en niveles mucho más bajos que los que medimos frente a la costa de Japón en el 2011 y, por lo tanto, no inquietantes para la salud humana.

Hace dos semanas, tuvimos la mayor reunión internacional de científicos marinos que estudian las sustancias radiactivas procedentes de Fukushima en el océano.

A pesar de que compartimos libremente lo que cada uno aprendió durante el último año, lo que hoy necesitamos también lo requeríamos el 11 de marzo del 2011: una mayor coordinación internacional de estudios de largo plazo del destino y las consecuencias de la radiación.

Hemos hecho las evaluaciones iniciales. Ahora debemos responder las preguntas más difíciles, construir confianza pública en los estudios científicos con varios grupos independientes de trabajo y asegurar que tenemos los recursos para construir exhaustivos estudios de largo plazo.

Como científico y radioquímico marino estoy capacitado para proporcionar respuestas acerca de la radiactividad en el océano: qué tanta existe, dónde está y su probable destino. Hoy no hemos ido mucho más allá de la primera pregunta, la cual fue clave el 11 de marzo del 2011, pero que apenas parece suficiente un año después.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen a su autor y no a CNNMéxico.

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