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El panorama del crecimiento ‘verde’

El impacto ambiental en el sector energético de América Latina es bajo, dice Jordan Schwartz; el economista del Banco Mundial explica las opciones existentes para el crecimiento sustentable.
dom 15 abril 2012 06:03 AM
En la búsqueda de un camino de crecimiento verde para nuestras sociedades, los formuladores de políticas tienen verdaderas opciones. (Foto: Thinkstock)
verde (Foto: Thinkstock)

Estoy en una sala de conferencias en Panamá y la habitación está tan fría que daría lo mismo que estuviese nevando.

Me pongo a reflexionar acerca de la paradoja de estar muerto de frío en un clima tropical.  Acerca del uso excesivo de energía mientras el precio del barril de petróleo se sitúa en los 103 dólares y la temperatura de la tierra sigue subiendo.

¿A qué se debe esta paradoja? ¿Será una declaración de nuestro derecho a consumir? ¿O será que el uso excesivo de energía, como la congestión que enfrenté para llegar a esta oficina, son el resultado natural del desarrollo y el crecimiento económico?

La tercera ley de Newton nos dice que cualquier acción genera una reacción. De igual manera, nuestra intuición nos dice que el crecimiento económico lleva a degradación ambiental. Puede que las leyes de la física sean aleccionadoras para el desarrollo económico, pero no siempre una acción requiere  una reacción igual u opuesta.

En la búsqueda de un camino de crecimiento verde para nuestras sociedades, los formuladores de políticas tienen verdaderas opciones.  Los  países han crecido con niveles de intensidad de carbono muy diversos.

En general, el impacto ambiental del sector energético de América Latina es bajo, gracias a la expansión de la  energía hidroeléctrica en el Cono Sur, Brasil y los Andes.  Pero el futuro es más incierto.

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Hay solo una cantidad limitada de ríos que represar y la principal alternativa para generar energía -el carbón-sigue siendo relativamente barata, abundante y producida localmente. Estimamos que América Latina necesitaría dé cinco represas Itaipú en los próximos 10 años para satisfacer la creciente demanda energética de la región.

Además, la energía hidroeléctrica no es totalmente limpia. No hay que olvidar los bosques inundados, la vida acuática alterada, los cambios inducidos por las carreteras que se requieren para mantener las represas. Un análisis del Banco Mundial del impacto ecológic o de 49 plantas hidroeléctricas en el mundo en desarrollo encontró niveles muy diversos de eficiencia ambiental: desde menos de una hectárea inundada por megavatio de electricidad producido hasta más de 5,000 hectáreas por megavatio.

La planeación urbana puede jugar un papel clave. Si se promueve la densificación de la población ello redundara en la reducción en la congestión y el tiempo de traslado al puesto de trabajo; mayor facilidad en la provisión de servicios como agua, educación y salud; y menores niveles de degradación de la tierra. El costo inicial  de generar incentivos fiscales para promover este modelo bien vale la pena. Aquellas municipalidades que se limitan a pensar en el crecimiento a corto plazo pueden estar lográndolo a cambio de hipotecar un crecimiento limpio a largo plazo.

Las consideraciones sobre equidad y las libertades individuales juegan también su papel a la hora de las opciones de políticas. Los impuestos a combustibles que financian sistemas de transporte masivo son posibles en sociedades que han alcanzado cierto consenso de que lo que es mejor para todos en el largo plazo, vale más que lo que es mejor para el individuo ahora.

En las Américas, sin embargo, la relación entre libertad personal y movimiento físico -especialmente del tipo proporcionado por un automóvil- se ha vuelto parte de nuestro ADN. La región de América Latina y el Caribe  tiene la tasa de motorización más elevada del mundo, similar a la de China con 5% de crecimiento al año.  Pero, a diferencia de China, la mayoría de nuestra población es urbana.

Dado que el 78% de la población vive en ciudades, esto significa que los municipios de la región se encuentran congestionados y contaminados, al igual que las carreteras que los conectan.     

Según un reciente estudio del Banco Mundial  sobre la industria de transporte de mercadería por carretera, la velocidad en alcanzar al mercado final promedia los 20 kilómetros por hora, una vez se tiene en cuenta la congestión de las ciudades y los retrasos en aduanas y fronteras, entre otros factores.

Las razones económicas de considerar medios alternativos de transporte -como fluvial o férreo- debieran ser obvias. Pero dicha inversión implica costos, mientras que mantener el status quo no hace más que postergar lo inevitable.  

Afortunadamente, en la región han venido surgiendo nuevos Sistemas de Transporte Rápido, como los de Bogotá, Santiago, Ciudad de México, y muchas ciudades secundarias de Brasil, Colombia, Chile, México y Perú. Hoy en día, de hecho, más del  50% de los pasajeros que los utilizan en el mundo viven en América Latina. Nuevos datos del Transport Research Board indican que la expansión de este servicio en la Ciudad de México ha ayudado a frenar las emisiones de gases de efecto invernadero.

En transporte de mercancías, la región seguirá dependiendo fundamentalmente de camiones, por lo que será necesario que la industria de transporte por carretera se vuelva más limpia durante su proceso de crecimiento. El Banco Mundial está cooperando con el gobierno de Brasil en la generación de  una estrategia para hacer más ecológica dicha industria,  un ejemplo regional que se expandirá en años venideros.

Por su parte, la ampliación de la Hidrovía Paraná-Paraguay les permitirá a más embarcaciones movilizar productos a lo largo de cientos de kilómetros compartidos por Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. Eliminará cientos de camiones de las rutas del Cono Sur, y el carbono del aire. 

Todos nos beneficiamos con una infraestructura más moderna, pero no hay una fórmula mágica para desarrollarla.  Diversas opciones de hacerlo de una manera ecológicamente compatible ya existen. Pero no podemos llamarnos a engaños, el crecimiento verde implica costos, y cada sociedad deberá decidir cómo distribuirlos. Por ahora, es el factor humano-planeación, coordinación, educación, comportamiento y conciencia sobre la escasez de recursos naturales-el que continúa representando el mayor reto.

*El autor es economista líder del Banco Mundial para el Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe. Ésta es una versión actualizada de un artículo en su blog sobre infraestructura y desarrollo sostenible.

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