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Expectativas bancarias de Basilea III

El acuerdo busca que los bancos cuenten con más capital para evitar otra crisis, dice Jorge Cuenca; el incremento de medidas regulatorias beneficiará a largo plazo la estabilidad macroeconómica.
lun 05 noviembre 2012 06:01 AM
La SEC ha recibido cartas de los clientes de bancos que resultaron afectados por el colapso económico de 2008. (Foto: Thinkstock)
bancos signo (Foto: Thinkstock)

El contexto global actual y los sucesos más recientes en la economía mundial han demostrado la necesidad de implementar acuerdos enfocados a la reducción de riesgos en las finanzas de la industria bancaria, que en su tercera fase conocemos como Basilea III.

Basilea III se define como el conjunto de reformas que se pondrán en marcha como respuesta a la profunda crisis financiera, y tiene como objetivo fundamental evitar que ésta se repita.

A grandes rasgos, algunos de los principales lineamientos son: incrementar el porcentaje mínimo del llamado core capital (capital ordinario y reservas) del 2% al 4.5%.

Asimismo, el tier 1 (ecuación que mide la fortaleza de una entidad, y está compuesto por el capital básico, formado principalmente de acciones ordinarias y utilidades no distribuidas) pasará del 4% al 6%.

Los criterios para la inclusión de esos instrumentos híbridos en el tier 1 serán más estrictos que en la actualidad y entrarán en vigor en enero de 2013, desapareciendo en un plazo máximo de 10 años. 

Los porcentajes señalados deberán cumplirse a partir del 1 de enero de 2015 , aunque los incrementos se harán de forma progresiva desde el 1 de enero de 2013.

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Lo que se busca con estas regulaciones es que los bancos cuenten con más y mejor capital a través de mayores requerimientos respecto a riesgos y exposiciones, e indirectamente,  mediante el apalancamiento y reservas de capital para usar en situaciones de crisis.

Siguiendo los parámetros, se exigirá también capital de mayor calidad a través de una definición más restrictiva del capital ordinario y de reservas (core capital).

Las propuestas imponen una valoración del impacto y las consecuencias de un nuevo entorno regulatorio que transformará de manera significativa la banca que hasta ahora conocemos.

En cuanto a las medidas de refuerzo de la solvencia, pueden suponerse presiones en los mercados primarios de acciones, reducir la propensión al reparto de beneficios y recortar las emisiones de instrumentos híbridos.

Respecto a los nuevos requerimientos de liquidez, éstos pueden dar lugar a respuestas similares por parte de las entidades que aumentarían la correlación entre mercados financieros y  riesgo sistémico.

Además, el establecimiento de una razón de liquidez a corto plazo estimulará la demanda de activos líquidos en perjuicio de otros, mientras que la de financiación estructural puede afectar a una de las actividades básicas de la banca comercial, la transformación de pasivos en activos (créditos) con mayor plazo de vencimiento.

Las reservas de capital funcionarían como las provisiones dinámicas, pero cabe la posibilidad de que restrinjan el reparto de dividendos y las remuneraciones variables.

En caso de consumo de dichas reservas se dificultaría la captación de nuevo capital y puede ser perjudicial en época de estrés económico y financiero. En cualquier caso, se tiene la ventaja de que los fondos pueden ser utilizados y administrados por cada institución.

Los plazos de implantación para los nuevos requisitos puede que parezcan holgados; sin embargo en la práctica, aquellos bancos que puedan hacerlo, querrán abordar cuanto antes las consecuencias que el nuevo régimen pueda tener en sus balances. Es probable que las comparaciones con otras entidades sean aún más importantes que el propio calendario regulatorio.

Ahora bien, se presentan grandes desafíos para la banca que tendrán que adaptarse para preservar el modelo de negocio, pues las instituciones que se observaban rentables por su alto riesgo, comparadas con algunas de bajo nivel de comercialización, tendrán que equilibrar sus razones, lo que puede representar un freno en su penetración al mercado.

De esta forma podemos concluir que una capitalización mayor tendrá un impacto relevante por la necesidad de remunerar más una financiación vía capital que vía deuda.

Además, la exigencia de una mayor liquidez perjudicará a la banca comercial tradicional, ya que aumentará la demanda de activos de mayor calidad crediticia. 

El requerimiento de menor apalancamiento limitará las inversiones de todo tipo, incluidas las crediticias, y supondrán una presión sobre la rentabilidad de las entidades.

Por último, con el incremento en las medidas regulatorias, se busca una banca más pequeña, más solvente y más líquida, lo que implicará mayor estabilidad macroeconómica.

*El autor es integrante del CTN de Administración Integral de Riesgos.

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