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OPINIÓN: ¿Se debe perder el empleo por asuntos de infidelidad?

El caso del exdirector de la CIA, David Petraeus, sacó a la luz el debate de cómo la vida personal afecta el desempeño en un cargo público
lun 19 noviembre 2012 03:38 PM
Getty
Petraeus-Broadwell-Getty Getty

Nota del Editor: Cuatro expertos hablan acerca del escándalo del general Petraeus.

Larry Flynt: Alto a la policía de la moral

(CNN) — Nuevamente, otro Zippergate. ¿Cuándo comprenderán los estadounidenses que un activo deseo sexual no tiene ningún efecto en la forma en que alguien dirige un departamento de gobierno? ¿Cuántos líderes ya sea en la política, negocios o en otros asuntos han hecho un buen trabajo a pesar de tener una aventura extramarital? Tenemos que dejar de ser la policía de la moralidad y aceptar el hecho de que todos somos seres humanos.

Más aún, en el código de la justicia militar el adulterio puede ser considerado un delito. Mientras estas leyes arcaicas sean parte de cualquier sistema de justicia, es imposible salir de la edad de las tinieblas.

Vivimos en una sociedad en donde más de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio. ¿Por qué debería sorprenderle a alguien que el adulterio sea un lugar común? Lo mejor que pueden hacen los árbitros de la decencia y el buen gusto es mantenerse al margen de la vida de otras personas. El más grande derecho que una nación puede darle a su gente es no ser molestados. 

Larry Flynt, destacado defensor de los derechos de la Primera Enmienda, es presidente de la marca Hustler, la cual se compone de revistas para adultos, emisiones, internet, juegos y empresas de entretenimiento.

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Laura Kipnis: Nuestra amnesia sobre el adulterio

¿David Petraeus debió renunciar por una aventura extramarital? Todos hemos leído sobre las múltiples aventuras flagrantes del legendario director de la CIA, Allen Dulles, así que si se busca una respuesta en la historia, ésta es no.

Pero el adulterio es más importante ahora de lo que era en los días de Dulles, y hay más necesidad social de reprender a las personas por ello. Así que tenemos que seguir desarrollando amnesia acerca de qué tan común es el adulterio, y sobre los 10 escándalos anteriores de adulterio, para que podamos indignarnos una vez más. La sociedad necesita sus chivos expiatorios y, desafortunadamente, Petraeus se ofreció para el papel.

Es un escándalo increíblemente placentero. En primer lugar, es una historia clásica de caída, repleta de poderosos guerreros y mujeres vengativas. Hay algo de satisfactorio en los mitos familiares como en esta obra de la vida real. También tiene mucha complejidad narrativa: es un cuento con moraleja acerca de las consecuencias no intencionadas y acerca de las personas que no prevén las consecuencias de sus acciones ( los correos electrónicos de Paula Broadwell, Jill Kelly contactando a su amigo del FBI , por no hablar de la aventura en sí, aunque en estos días obviamente no es una noticia tan valiosa por sí misma).

Uno no puede dejar de preguntarse qué elementos de nuestra propia vida podrían desenmarañarse tan rápidamente después de un impulso así de equivocado. Al mismo tiempo, uno llega a sentirse superior por el terrible juicio y la irracionalidad de personas supuestamente racionales. Y, por supuesto, esto confirma muchos de los estereotipos que hemos dejado de lado sobre las peleas entre mujeres destructivas, rechazadas, y el problema de la mujer joven y la esposa de mayor edad, todo lo cual va en contra de las diversas cosas ilustradas y progresistas que se supone pensamos y decimos sobre el género.

Ha habido mucha hipocresía en esto. Ahí están todos los medios pasando la imagen de Broadwell junto a la de Holly Petraeus, lo cual más o menos dice: saca tus propias conclusiones. Días después todos publican artículos que apuntan contra otros (por ejemplo, Frank Bruni, en The New York Times), reprendiendo a los demás medios por centrarse en el aspecto de Broadwell y en sus “brazos bien tonificados”. Mi opinión particular es que dada la tendencia de Broadwell a mostrar su físico en apariciones en público, esto es una parte legítima de la historia.

Finalmente, siempre existe una cierta satisfacción en exponer a los poderosos y supuestamente virtuosos. Esto confirma una visión cínica del mundo, de que a puerta cerrada todos traman algo perjudicial.

Laura Kipnis es autora de: 'How to Become a Scandal: Adventures in Bad Behavior' (Picador).

William Doyle: Sin encubrimiento en la era digital

La criticada renuncia de David Petraeus es muchas cosas: un circo mediático mundial, una telenovela reality hecha para la televisión por cable, una desintegración profesional, un triste y extraño espectáculo.

En cierto nivel también es injusto, ya que todavía no hay pruebas de que Petraeus haya violado alguna ley en su conducta personal privada. Y si la perpetua castidad moral fuera un requisito estricto para ocupar un cargo público, Washington sería un pueblo fantasma lleno de grillos cantores, bolas de polvo y oficinas vacías.

Pero Petraeus ocupó el puesto más delicado y potencialmente de mayor riesgo en Estados Unidos, y existen inquietudes —por cierto, aun no corroboradas— de que información delicada pudo haber caído en manos de su amante. Desde una perspectiva de riesgos para la seguridad nacional, y debido a los peligros del chantaje o la influencia de las potencias extranjeras, no es demasiado para el pueblo estadounidense esperar de un director de la CIA que él o ella pongan pausa a dichas relaciones con terceros mientras ocupan el cargo.

Entrevisté a Petraeus hace tiempo para mi libro. Como muchos otros, lo encontré muy amable, sensible y entusiasta, aunque creía que él le dio un giro a la guerra de Iraq por ahí de 2007, sino que más bien se basó en el impulso establecido el año anterior por el capitán Travis Patriquin y sus colegas del Ejército y la Marina.

Lamento ver que Petraeus se vaya, porque parece ser un hombre muy capaz para el puesto.

Petraeus fue el primer gran general digital de Estados Unidos. Fue el supremo Soldado PowerPoint, el apodo que le ponen los militares a sus colegas adeptos a entregar deslumbrantes presentaciones digitales llenas de datos, gráficos y viñetas. Él era un empedernido mandador de correos electrónicos, famoso por ser accesible para los periodistas, historiadores y escritores, a todas horas, a través de ese medio. Así que no es sorprendente que cayera por una cadena correos electrónicos.

Quizás Petraeus y su excolega el general John Allen eran, en cierto nivel, adictos a los correos electrónicos, pero en trabajos como los suyos, un descuido puede ser fatal. En la era digital, donde todo parece tener un rastro, en realidad no hay escapatoria, no hay apelación y no hay encubrimiento.

Los partidarios de Petraeus han hablado mucho de que él actuó honrosamente al renunciar. La verdad es que, debido a su trabajo y al mundo digital en que vivimos, no tenía otra opción.

William Doyle es el autor de 'A Soldier’s Dream: Captain Travis Patriquin and the Awakening of Iraq' (Penguin) y coautor de 'A Mission from God: A Memoir and Challange for America' (Simon & Schuster).

Noel M. Tichy y Chris DeRose: La renuncia fue honrosa, necesaria

David Petraeus es por igual un hombre honorable, un gran patriota y uno de los generales más importantes en la historia reciente de EU. Por lo tanto, ¿fue realmente necesario para nuestro país el perder a uno de sus más brillantes intelectos en el trabajo de alto espionaje solo porque tuvo una aventura? ¿No pueden escuchar las carcajadas provenientes de Francia o Italia, donde la reacción al descubrimiento de un amante o incluso de un hijo fuera del matrimonio es indiferente?

La renuncia de Petraeus fue tan honrosa como necesaria. No perdió su trabajo por la infidelidad. Tuvo que renunciar o ser despedido debido a que tomó malas decisiones. Es así de simple.

La subrepticia aventura extramarital de Petraeus fue investigada por miedo a que pudiera haber sido objeto de chantaje o a que pudiera haber revelado secretos nacionales. Como miembro desde hace ya largo tiempo del círculo cercano de Washington, Petraeus no era ingenuo  de las consecuencias en caso de que su amorío se hiciera público.

En el momento en que el hombre a cargo de la agencia de espionaje más poderoso del mundo se involucró en una aventura, asumió un riesgo que tuvo repercusiones mucho más allá de su vida personal. Su propia indulgencia invitó a un inevitable circo mediático que ha minado su credibilidad y que ha distraído a su organización en el momento crítico en que  enfrenta una investigación por el ataque de septiembre contra el Consulado de EU en Bengasi, Libia .

Petraeus sabía que había quedado comprometida su capacidad de mantenerse firme ante sus compañeros de trabajo en la CIA, el Congreso o el pueblo estadounidense. Para permitir que la CIA siguiera adelante en su trabajo, aceptó la necesidad de hacerse a un lado para que su vida personal no se convirtiera en el centro de la atención.

Las organizaciones se basan en la confianza y los valores compartidos. Cuando los líderes toman malas decisiones y actúan comprometiendo el bienestar de sus ciudadanos —incluso si eso sucede en su vida personal y no es un delito—, ponen en peligro la confianza y tienen que irse.

En el mundo empresarial, los CEO o altos dirigentes de Best Buy, Stryker, Highmark y Lockheed Martin en los últimos meses han perdido sus puestos debido a aventuras sexuales. La mayoría de las empresas tienen reglas explícitas o piden la divulgación de las relaciones al interior de una empresa. Estas políticas son para proteger a los empleados de los administradores, quienes podrían aprovechar su poder para acosar sexualmente a sus subordinados o hacer uso del favoritismo, provocando así entornos de trabajo intolerables. Estas reglas aplican a todos los empleados, pero estos empresarios no reconocieron sus amoríos. Algunos sencillamente guardan sus secretos de los consejos de administración, mientras que otros tomaron medidas deliberadas para ocultarlos, sin duda para proteger su reputación y sus matrimonios.

A favor de Petraeus, se sabe que nunca pidió un trato especial y sabía que el conocimiento público de su error conduciría inevitablemente a su remoción. Aplaudámosle a Petraeus y démosle gracias por su invaluable servicio a nuestro país.

Como estadounidenses, parece que nos encantan las historias de salvación que con frecuencia han sido tan dispuestas a dar a nuestros líderes una segunda oportunidad tras mostrar su falibilidad. Petraeus, sin duda, resurgirá en los próximos años y, esperemos, siga contribuyendo al bienestar de nuestra nación. Solo que no estará en la CIA.

Noel M. Tichy y Chris DeRose son coautores de Judgment on the Front Line: How Smart Companies Win By Trusting Their People. Han asesorado a CEO de todo el mundo y han trabajado con Royal Dutch/Shell, Ford Motor Company, 3M y HP.

Las opiniones recogidas en este texto son pertenecen exclusivamente a los autores. 

 

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