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OPINIÓN: La compasión como 'estrategia' para combatir la violencia

Ninguna estrategia anticrimen rendirá éxito en México si antes la compasión no logra revertir el odio, causante de la violencia
jue 29 noviembre 2012 02:12 PM
Javier Sicilia Felipe Calderon Julian Lebaron
Javier Sicilia Felipe Calderon Julian Lebaron

Nota del editor: Tras el asesinato de su hermano y su cuñado en el 2009, Julián LeBarón surgió como líder ciudadano en pro de la no violencia en México. Es un partidario del movimiento civil no violento In Lak’ Ech y su fundador Keith Raniere. Puedes seguirlo en su cuenta de twitter: @julianlebaron

(CNNMéxico) — ¿Qué hacer con tanto odio?

Miles de mexicanos han sido asesinados en los últimos seis años, y "nadie sabe quién lo hizo".

Voy a compartir un secreto. Es un gran secreto. Tan grande, de hecho, que ha estado ante nuestros ojos todo el tiempo y hemos decidido no verlo.

La verdad es que yo creo que todos hemos participado en el exterminio de nuestros compatriotas.

No hablaré sobre quiénes son responsables de este terror sangriento, sino de qué ha matado y sigue asesinando a nuestros seres más queridos, a México.

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Nuestra gente se está muriendo a merced de la violencia, pero detrás de la brutal violencia se esconde el odio.

Pienso que es muy fácil convertirnos en compradores, facilitadores y participantes del odio.

La verdad es que colectivamente hemos perpetuado la violencia que aplasta sueños de paz y prosperidad para el futuro y para la posteridad.

Este ambiente de odio no solo se hace posible por la apatía y el temor, sino que prospera, vive y se alimenta dentro de cada uno de nosotros.

Hace tres años la mayoría de la gente nunca había escuchado hablar de mí, y si usted lee ahora mis palabras es porque me niego —de una manera en que muchos mexicanos se niegan en muchas partes de nuestro país— a declinar mi vida y mi voto al odio, ese mismo que se paró detrás de mi hermano y mi querido amigo hace tres años; el mismo odio que, mientras estaban ellos de rodillas les disparó a ambos cuatro veces en la cabeza, a quemarropa.

Muchos de nosotros no daremos nuestro consentimiento al odio que tomó la vida de Nepomuceno Moreno , ni al odio que irrumpió en la iglesia de Acteal y cobró la vida de ancianos, mujeres y niños. Ni cederemos al odio que abandonó los cuerpos sin vida de Juan Francisco Sicilia y sus jóvenes amigos en un montón de odio al lado de la carretera en Cuernavaca.

Tampoco cederemos al odio que provoca lágrimas en los ojos azules de la madre de Joaquín García Jurado Carmona, ni cederemos al odio que causa sobriedad en la voz de Melchor, el padre del 'Vaquero Galáctico', o la voz de María Herrera. La lista es interminable.

Creo firmemente que el odio es la causa de la violencia y el sufrimiento que vemos en el mundo. Su origen y alimento son la apatía y el miedo.

Esta es la razón por la cual creo que ninguna estrategia de gobierno puede poner fin a los crímenes que causan el miedo y el odio, ya que estos sentimientos viven en nosotros.

Así, creo que los partidos políticos nos dividen cuando más necesitamos unidad.

Todos debemos ver cómo, individualmente, somos responsables de alimentar el odio.

Cuando se utilizan tácticas de miedo para disuadir la violencia, la apatía y el miedo se multiplican, y dividen más a las comunidades, porque el miedo inspira y cultiva odio.

Así, cuanto más exigimos que nuestros líderes políticos pongan fin a la violencia, más violentas tienen que ser las estrategias para asustar a la gente a detener un impulso violento por temor, ese temor que luego es terreno fértil para provocar más temor y más violencia.

El miedo no puede ser erradicado de los corazones y las mentes de esta manera, y culpar a nuestros líderes por nuestra falta de empatía, amor y compasión, implica entregarle al mal nuestra capacidad y fuerza.

Si el gobierno no es la solución, ¿entonces qué?

Cada una de nuestras decisiones, por pequeña o grande que sea, puede ser inspirada o motivada por el amor o por el odio.

No protestar y ocultar la injusticia es colaborar con el odio. El silencio, para mí, es complicidad por cobardía.

Tenemos que decidir si seguiremos eligiendo muros y retenes de control militar o abriremos los caminos a la libertad de comercio, tránsito y respeto a la privacidad y presunción de inocencia de las personas.

Tenemos que decidir si nuestras prioridades serán cuarteles y cárceles o escuelas, iglesias, hospitales y familias.

Tenemos que decidir si queremos una legislación hipócrita y lesiva, y policías en cada esquina, o trabajaremos juntos como un equipo ciudadano.

La compasión nace del amor y el amor es lo contrario al miedo.

La compasión es la única solución al odio y la violencia. No hay método, estrategia, política o arma que pueda extinguir el odio.

La compasión vive en la acción, despierta y se expresa en esa capacidad de convicción de sostener lo correcto y no ceder ante el mal, incluso si se enfrenta la peor adversidad y el miedo más oscuro.

Debemos cultivar ese carácter dentro de nosotros para que juntos podamos crear el gran país que debe ser nuestro glorioso México.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Julián E. LeBarón Ray.

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