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Pros y contras del pacto fiscal en EU

El compromiso logrado puede ser una forma de frenar la desigualdad social, dice Mohamed El-Erian; sin embargo, el plan no combate los obstáculos al crecimiento, la inversión y el empleo.
mié 02 enero 2013 12:45 PM
Demócratas y republicanos regresarán a las mesas de negociaciones dentro de unas semanas.  (Foto: Getty Images)
acuerdo fiscal

El compromiso alcanzado por el Congreso estadounidense , después de varias rondas de dolorosas negociaciones, tiene sentido político. Los beneficios económicos son mixtos, en el mejor de los casos. La dimensión social es notable, pero tendrá que ser rápidamente reforzada por medio de medidas para reactivar el crecimiento económico y la creación de empleo.

El atractivo político del acuerdo proviene del hecho de que ambas partes, y prácticamente cada facción dentro de cada partido, pueden reclamar al menos una victoria parcial.

Dirigidos por un presidente decidido, los demócratas restauraron las tasas anteriores a Bush de impuestos a las personas y parejas con ingresos más altos. En el proceso, cumplieron una de las promesas electorales más importantes y significativas de Barack Obama.

También consiguieron obtener una extensión de los beneficios por desempleo, una de las medidas de apoyo más concretas y específicas para los miembros particularmente vulnerables de la sociedad. Y resistieron a la presión para recortar los subsidios que habrían afectado de manera desproporcionada a los pobres.

Por su parte, los republicanos lucharon hasta el último momento por las tasas fiscales, e incluso estuvieron dispuestos a caer temporalmente en el abismo. En el proceso, alejaron a los demócratas del umbral de 250,000 dólares para las alzas en las tasas de impuestos, asegurando en su lugar un nivel de 400,000 dólares (aunque por debajo del umbral de 1 millón de dólares que el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, había propuesto).

Resistieron los esfuerzos de los demócratas por extender el recorte de impuestos de nómina y añadir medidas de estímulo. Aseguraron concesiones en el impuesto al patrimonio que afectan tanto a las exenciones como a la indexación. Y aseguraron que el retraso de dos meses sobre el secuestro -los recortes draconianos al gasto- fuera pagado con otros recortes de gastos (y algunos aumentos en los ingresos).

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El atractivo político que sienten ambas partes por el desordenado compromiso va más allá.

Al omitir un alza en el techo de la deuda en el compromiso y al retrasar los recortes al gasto por sólo dos meses, los dos partidos regresarán a la(s) mesa(s) de negociaciones dentro de unas semanas. De esta manera, y aunque cada uno ha concedido ya algo, la mayoría de las facciones retienen la voluntariedad que es tan valorada por los políticos,  especialmente en estos tiempos inciertos en los que no están tan seguros de las reacciones de su base.

El atractivo económico del acuerdo es mucho más problemático.

En el lado positivo, el compromiso evita una combinación de aumentos de impuestos y recortes de gasto que habrían hecho más daño que simplemente empujar a la nación a otra recesión. También habrían socavado gravemente la curación duramente conseguida que está ocurriendo en el sector de la vivienda y en los ajustados balances generales de muchas familias. Con eso, la economía estadounidense habría experimentado una significativa turbulencia, y se habría enfrentado a una posterior recuperación aún más difícil.

Pese a lo importante que es esta ganancia, desafortunadamente no es abrumadora. El compromiso difícilmente negociado no ayuda a resolver los constantes vientos en contra que atentan contra el crecimiento, frenan la inversión empresarial y desalientan la creación de empleo.

Si el objetivo era promover el empleo -el reto más urgente del país- el compromiso prolonga la paralizante incertidumbre política en vez de eliminarla. Esto se refleja en la prima de riesgo aplicable a los compromisos financieros a más largo plazo (en particular, a la inversión empresarial en nuevas plantas y equipos ), desalentando una serie de actividades productivas.

Si el objetivo era una reforma fiscal a mediano plazo, entonces no hay contenido significativo en el acuerdo sobre el precipicio fiscal. Muchas cuestiones presupuestarias a largo plazo siguen sin resolverse. Además, los halcones fiscales encontrarán poco con que apaciguar sus preocupaciones acerca de la deuda y el déficit, sobre todo porque la puntuación del componente fiscal (realizada por el Comité Conjunto sobre Tributación/Oficina de Presupuesto del Congreso o CBO) probablemente añada billones de dólares en números rojos a las proyecciones presupuestarias a diez años.

Si el objetivo era colocar un pago inicial sobre esta pendiente entrega de iniciativas de políticas integrales, el tono que emerge de las negociaciones sugiere un paseo más rudo que suave en el futuro.

Por último, si el objetivo era proveer a la economía con un poco de espacio para respirar a corto plazo, lo que salió del Congreso sirve para disminuir un poco lo que es ya un impulso de crecimiento más bien lento.

Esto no quiere decir que el Congreso haya logrado poco después de tantos meses de amenazas y políticas suicidas.

Además de cubrir temporalmente el desastre que creó para sí mismo hace 18 meses, el Congreso ha inventado más excusas para posponer decisiones realmente difíciles sobre prioridades económicas y financieras urgentes para la nación. También ha logrado mantener su dominio sobre la cobertura noticiosa.

Más seriamente, hay hecho positivo importante en ello ya que, de lo contrario, debería ser considerado como uno de los dramas del Congreso más aburrido y derrochador de todos los tiempos. Y esto tiene que ver con la dimensión social.

Desde hace muchos años, a los ricos les ha ido muy bien en Estados Unidos, mientras que la clase media se ha estancado y un número creciente de estadounidenses pobres han caído a través de las tensas redes de seguridad del país. Incluso después de una crisis financiera mundial provocada por la irresponsable toma de riesgos y por las concesiones excesivas a los poderosos grupos de presión, la mayor parte de la ayuda estatal ha sido destinada a los segmentos más acomodados de la sociedad.

El compromiso sobre el abismo fiscal es el primer intento significativo por corregir este fenómeno multianual.

Al aumentar las tasas de impuestos sobre los segmentos que están en mejores circunstancias y al mantener los mecanismos de redistribución, se está haciendo un esfuerzo por detener años de deterioro constante de las desigualdades en ingresos y riqueza. Sin embargo, los beneficios sólo serán duraderos y significativos si el contexto económico general de la nación es abordado de una manera más integral que mejore el crecimiento económico y cree empleos. Para ello, necesitamos un Congreso mucho más visionario, responsable y funcional.

*El autor es presidente ejecutivo y codirector de inversiones de PIMCO. El presidente Barack Obama recientemente designó a El-Erian para dirigir el consejo de desarrollo global estadounidense.

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