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México necesita reformas... pero a fondo

El país requiere cambios que cubran las necesidades de la economía mexicana, dice Alfredo Coutiño; las modificaciones aprobadas podrían ser insuficientes para subir la productuvidad de la nación.
mar 08 enero 2013 06:01 AM
El Gobierno debe invertir 30,000  mdd cada año si quiere alcanzar un crecimiento económico de 6% a 2018. (Foto: Getty Images)
mexico graficas

México necesita un crecimiento mayor pero también más estable. El país requiere de reformas estructurales para aumentar su capacidad productiva y alcanzar crecimientos más altos, pero para que el crecimiento sea estable se necesita de políticas económicas flexibles que le permitan contrarrestar la volatilidad del ciclo económico de manera saludable.

El país no solo necesita la aprobación de reformas sino también que su contenido sea el necesario para producir cambios estructurales que generen un impacto significativo en la economía.

Si las reformas aprobadas resultan minimizadas, su impacto económico puede ser insignificante. Por el contrario, si las reformas son de contenido profundo, su impacto puede incluso darse de manera anticipada. La aprobación de reformas y su contenido depende en gran medida de la capacidad de liderazgo y habilidad negociadora del nuevo Gobierno.

La ausencia de un liderazgo político sólido puede llevar a la aprobación de reformas o minireformas que no satisfagan los requerimientos de la economía para promover su modernización, como sucedió en las dos últimas administraciones.

En este caso, los cambios aprobados podrían resultar insuficientes para elevar la capacidad productiva del país. Pero también podrían generar una ola de pesimismo y descontento de los mercados e inversionistas, que no solamente opacarían los efectos positivos sobre la economía, sino que incluso la regresarían a una trayectoria de mediocridad como la registrada en los últimos doce años.

Una senda de crecimiento económico más alto ciertamente depende de los cambios estructurales, pero un crecimiento estable depende de la flexibilidad que tenga la política económica.

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La evolución económica de la década pasada se limitó a un crecimiento potencial de sólo 2%, precisamente por tener una capacidad productiva limitada y un débil sistema de defensa macroeconómico. Es claro que México necesita reformas, pero no sólo aquellas que generan cambios estructurales, sino también de las que modernizan a la política económica y a las instituciones.

Por un lado, la flexibilidad de la política económica es de suma importancia para responder a los cambios en el ciclo económico y suavizar sus alzas y bajas.

La reforma fiscal estará incompleta si sólo se enfoca a elevar la recaudación y se olvida de asegurar la viabilidad fiscal de largo plazo, la cual se logra a través de una disciplina estructural en el gasto que además genera poder contracíclico.

La política monetaria continuará siendo rehén de su propio mandato si no se le da la flexibilidad para servir a los verdaderos intereses de la sociedad. Es decir, cuando el crecimiento económico deje de ser un "objetivo implícito" para convertirse en un mandato constitucional, entonces la política económica cumplirá su fin último de servir a la sociedad y promover el progreso social.

Por otro lado, el país necesita fortalecer sus fuentes fundamentales de crecimiento por medio de la implementación de verdaderas reformas con contenido. Con ello se logrará que la economía aumente su capacidad productiva y, en consecuencia, su crecimiento potencial. La receta se encuentra en los cambios estructurales que refuercen el ahorro y la inversión, la productividad multifactorial y el cambio tecnológico.

Crecer al 6% no se logra por decreto oficial ni por simples deseos del sector privado. El país no tiene potencial para crecer más de 3% de manera sostenida porque dicha capacidad no existe ni se ha construido.

La capacidad productiva se construye con nuevas inversiones, con mejores tecnologías y con una fuerza laboral mejor capacitada y bien entrenada. Los buenos deseos de cambio tienen que materializarse en esos tres elementos. De lo contrario la euforia por el cambio puede verse apagada rápidamente, convertirse en descontento y frustración y, terminar en un regreso a la mediocridad.

Alcanzar un crecimiento sostenido de 6% hacia finales del sexenio implica inversiones nuevas por 30,000 millones de dólares cada año y crecimiento de la productividad y cambio tecnológico de al menos 3% al año. El esfuerzo es grande, tanto del Gobierno como del sector privado, y para poder ver los resultados hacia el 2018, el país tiene que empezar a reformarse desde ahora.

De lo contrario, si el nuevo Gobierno falla en sacar las reformas, la economía no será capaz de sostener un crecimiento mayor a 3%, ya que políticas de estímulos y expansión del crédito sin reformas sólo llevarían a un crecimiento efímero y a la generación de desequilibrios que podrían colgar a la economía de alfileres como al final de 1994. Si los cambios continúan posponiéndose, entonces el país quedará relegado a la mediocridad nuevamente.

*Alfredo Coutiño es director para América Latina de Moody's Analytics.

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