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Sindicatos, fruto del modelo económico

Los grupos ganaron beneficios de 1930 a 1970 cuando había monopolio en la demanda: Manuel J. Molano; el arresto de líderes corruptos ayudará a que esas agrupaciones evolucionen en México.
mar 19 marzo 2013 06:00 AM
Antes las cuentas de los sindicatos no eran públicas, ahora el SAT persigue a los líderes corruptos: expertos. (Foto: Notimex)
sindicato SNTE

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Es un lugar común, pero lo creo cierto. La analogía entre los líderes sindicales y los dinosaurios es absolutamente clara. Algunos pudieron evolucionar y son las aves y reptiles de nuestro tiempo presente. Otros no, y solamente sabemos de ellos por sus huesos fosilizados. Ante el entorno, y como los dinosaurios, algunos de ellos podrán evolucionar, y otros no. Esta columna es un ejercicio de futurología respecto a las especies sindicales que tienen esperanza sobre esta tierra y las condenadas a morir.

El movimiento sindical nacido a inicios del siglo XX existía en una realidad completamente diferente a la que actualmente hay en la mayor parte de México. Tenía una razón de ser: defender los derechos de trabajadores realmente explotados en una economía que apenas se urbanizaba, y donde eran pocas las empresas que podían dar empleos.

El poder del comprador único hacía que estas empresas pagaran salarios que, la mayoría de las veces, eran una fracción del producto aportado por cada trabajador al proceso. El sindicato, monopolista de la mano de obra en mercados de artes y oficios específicos, contrarrestó el monopsonio (monopolio de la demanda) de los capitalistas de la época.

Se generó un equilibrio económico difícil, conocido como monopolio bilateral: cuando un monopsonio y un monopolio se enfrentan: Godzila contra Depredador. En el monopolio bilateral, gana quien tiene mayor poder de negociación. Tuvo mayor poder el sindicato que la empresa. El sindicalismo y sus agremiados ganaron mejores condiciones salariales y de vida en el México de los años 30 y hasta los 70, durante la etapa conocida como el desarrollo estabilizador.

Mientras tanto, el capitalismo mexicano se replegó, y mientras se lamía las heridas, evolucionó hacia el tipo de negocios que no requieren trabajadores, en donde no hacen falta sindicatos. Unas empresas se hicieron grandes e intensivas en capital; otras empresas se hicieron chiquitas e informales , para estar en una escala en donde no pudieran ser detectadas por las autoridades o por un sindicato. Producto de ello es este México escindido en donde nos dice Santiago Levy1 que en una industria específica, la empresa más rezagada es 1,000 veces menos productiva que la empresa promedio.

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El sindicato, que se alimentaba de la empresa grande, evolucionó de maneras variopintas (que contiene elementos distintos). Algunos de ellos generaron simbiosis con las empresas y son parte del crecimiento de industrias específicas, por ejemplo, los telefonistas. Se fueron por caminos de mejorar la productividad y hacer crecer el pastel para comérselo en compañía de sus empresarios simbióticos.

Otros evolucionaron en mutaciones depredadoras de pequeños y medianos empresarios. El incauto que no había abierto el negocio aún y no había tomado la precaución de registrar a un sindicato de protección ante la junta de conciliación y arbitraje, iba a ser sujeto de la extorsión del Sindicato Único de Trabajadores, Auxiliares, Asistentes, y Similares de la Industria XYZ de la República Mexicana.

Una especie originalmente herbívora, relativamente dócil, que creció al amparo del poder público , se volvió en el depredador más sanguinario: el sindicato público. Al dueño de empresa privada se le iba la vida en la negociación con su líder sindical, pero al funcionario público no. Dale a mi líder lo que pida, y ahí que pague el siguiente. Al amparo de la protección que da la ley federal en la materia, sus cuentas no eran públicas, y ello hizo que los líderes abusaran y en serio.

En otro México, donde nadie pagaba impuestos y donde no había sistemas de cómputo en la autoridad exactora (cobradora de impuestos), no había manera de aplicarle la de Al Capone a los líderes. En el pasado, no podías ir contra las cuentas personales de estos semidioses, pero hoy en día sí.

Si declaras ingresos por un millón de pesos y por tus cuentas personales pasan cientos de millones de dólares, hay un claro desbalance. Ahí hay un cambio de reglas: así como el SAT perseguía desaforadamente artistas por su visibilidad pública, me parece un cambio sano que también persiga líderes sindicales corruptos . Eso ayudará a la evolución de la especie sindical: que vuelen o se arrastren, pero que no sean depredadores del resto.

[1] Busso, M, Fazio, MV y Santiago Levy, "(In)formal e (In)productivo: los excesivos costos de la informalidad en México". Banco Interamericano de Desarrollo, IDB Working Paper Series No. IDB-WP-341, Agosto, 2012.

*Manuel J. Molano es director general adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

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