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OPINIÓN: El bebé real, ¿por qué es importante para la monarquía británica?

El príncipe recién nacido trae consigo la esperanza de renovación y modernidad que necesita la realeza
mar 23 julio 2013 01:43 PM

Nota del editor: Tom Rogan es un escritor conservador para el sitio TheWeek.com y el diario The Guardian. Aunque es estadounidense, creció en Londres, Inglaterra.

(CNN) — Los Windsor, la casa reinante de la familia real británica, han sobrevivido a guerras mundiales, tragedias personales y escándalos sumamente públicos. Durante el siglo XX, entre momentos de dolor y gozo brindaron al pueblo británico una dosis de consuelo formidable, una constitución física inmutable en un mundo asolado por la incertidumbre.

¿Cómo enfrentará la realeza británica el reto mayor de mantener su importancia en el siglo XXI?

El nuevo príncipe —hijo de Catalina, duquesa de Cambridge, y del príncipe Guillermo— será parte esencial de la respuesta.

Quizá sea cierto que la familia real sigue arraigada en el corazón del sistema británico. El título ER (Elizabeth Royal) adorna los cascos de los oficiales de la policía británica, las leyes del Parlamento aún requieren de la autorización real y la monarca todavía es la líder técnica de las fuerzas armadas de Gran Bretaña.

Pero las cosas cambian.

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En febrero del año próximo, la reina Isabel habrá portado la corona por 62 años. Tiene 86 y cada vez aparece menos en público. Algún día terminará el reinado de Isabel. Sin la princesa que ganó los corazones durante la guerra y se convirtió en reina durante la paz, la realeza tendrá que volver a ganar el afecto del público. Además, tendrá que hacerlo en una sociedad británica cambiante: más liberal en el aspecto social y menos predispuesta a la tradición.

La historia reciente indica que no será fácil.

Piensen en lo que experimentó la reina tras la muerte de la princesa Diana en 1997. Al enfrentar la intensa presión de mostrar sentimientos personales ante una muerte que conmovió a todos, la reina dudó.

Las expectativas del público entraron en conflicto con su idea del propósito real, de una líder estoica e inconmovible. Ella se inclinaba a vivir su duelo en privado y permitir que los políticos fueran la cara pública del sufrimiento. A final de cuentas, cuando reconoció que los tiempos habían cambiado,  la reina cedió ante la voluntad de su pueblo .

Reconoció la verdad intrínseca a su trono, la que el futuro rey, Guillermo, y su hijo también tendrán que aprender: que los adornos reales del poder son otorgados por los súbditos británicos.

A final de cuentas, en una época que cada vez se define más por un espíritu empresarial y social vigoroso, la relevancia de las instituciones se determina a través de la percepción de valor que por la historia. En este sentido, el cambio, el que la realeza sea capaz de evolucionar y de aferrarse a algo que la sostenga determinará si prevalece o cae.

Hasta ahora, parece que Guillermo lo entiende. El día de su boda, el futuro rey y su esposa condujeron por The Mall en un Aston Martin descapotable y la multitud de espectadores reaccionó con júbilo.

¿Por qué tanto regocijo?

Porque las multitudes percibieron una interpretación de  una Gran Bretaña cool que parecía natural y delicadamente informal . Fue un acto sencillo que insinuó la  posibilidad de una monarquía moderna . Ellos representan aquello de lo que pueden estar orgullosos.

Este éxito es crucial. Cuando se cree que la realeza vive en una burbuja sumamente aislada, surgen grandes problemas. Basta pensar en la indignación que suscitó la reciente propuesta de planeación fiscal del príncipe Carlos (el siguiente en la línea de sucesión al trono).

Para los monarcas es una suerte que el príncipe recién nacido defina el cambio en la realeza. Ofrece una familia real necesariamente distante y un tanto accesible, una encarnación de la tradición monárquica combinada con la modernidad social. En pocas palabras, un príncipe para el presente y un rey para el futuro. Sin embargo, el príncipe no tendrá carencias terrenales y no llevará una vida normal.

Como  lo han descubierto sus padres  y su tío una y otra vez, los medios no están interesados en la  privacidad de la realeza , especialmente cuando se trata de un miembro que un día será el monarca. Así como los reflectores están fijos sobre su nacimiento, también lo seguirán de por vida.

Ese es el precio de la realeza moderna.

La historia británica ha iniciado su más reciente capítulo.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Tom Rogan.

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