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OPINIÓN: Si ya recibieron a miles de 'dreamers', ¿por qué no a nueve más?

La administración de Obama no ha sido sincera respecto al "cuento de hadas" de que han sido compasivos con los migrantes
jue 08 agosto 2013 09:44 AM
dreamers EU jóvenes protesta
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Nota del Editor: Ruben Navarrette es colaborador de CNN y columnista del Grupo de escritores del Washington Post. Síguelo en Twitter:  @rubennavarrette

San Diego, California (CNN) — El grupo de activistas "DREAM 9", cinco mujeres y cuatro hombres, dice que son "indocumentados y no tienen miedo".

No lo creas. Tienen miedo. ¿Quién no lo tendría?

Los nueve (Claudia Amaro, Adriana Gil Díaz, Luis León López, María Peniche-Vargas, Ceferino Santiago, LuLu Martínez Valdez, Mario Félix-García, Marco Saavedra and Lizbeth Mateo-Jiménez) se encontraban en un centro de detención de migración federal en Eloy, Arizona. Martínez-Valdez y Peniche-Vargas estuvieron aislados .

Todo por no aceptar como respuesta la palabra "váyanse". Algunos de estos DREAMers habían sido deportados a México por la administración de Obama, aunque el presidente Obama ha dicho en repetidas ocasiones que su administración no busca deportar a los DREAMers . Tres de ellos, que se encontraban en el lado norte de la frontera: Saavedra, Martínez Valdéz y Mateo Jiménez, se "deportaron a ellos mismos" a México para reunirse con los otros seis.

Entonces, el 22 de julio, los nueve unieron fuerzas y atravesaron la frontera hacia Estados Unidos. La idea era llamar la atención sobre las políticas migratorias represivas de la administración. Los nueve solicitaron libertad por razones humanitarias. Cuando se les negó, solicitaron asilo.

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Esta semana los funcionarios federales determinaron que los nueve tienen un "miedo racional" de ser perseguidos o torturados en sus países natales y por tanto no pueden ser deportados sin una audiencia ante un juez de migración.

Ésta es una historia desgarradora que la Casa Blanca desearía que no existiera. Lo mismo sucede en el caso de los que promueven la reforma migratoria, quienes están divididos entre los que quieren de regreso a los DREAM 9 y los que quieren sacrificarlos en aras de una conveniencia política.

David Leopold, expresidente de la American Immigration Lawyer Association (AILA) desacreditó cruelmente la acción de los DREAM 9 calificándola como un "truco publicitario" y una distracción. También dijo que no era probable que los tres DREAMers que dejaron de manera voluntaria Estados Unidos cumplan con los requisitos para recibir asilo.

Pero puede demostrarse que está equivocado. Los tres, por lo menos, obtendrán una audiencia.

Y los DREAMers obtuvieron más apoyo del Congreso. Treinta y cinco legisladores firmaron una carta solicitando a Obama utilizar su discreción para liberar a los jóvenes del confinamiento. La carta, firmada por los representantes Mike Honda, D-California; Raul Grijalva, D-Arizona, y Rubén Hinojosa, D-Texas, entre otros, describe a los activistas como "víctimas de nuestra política migratoria inservible", quienes "merecen regresar a casa, a Estados Unidos".

Los que apoyan la reforma migratoria estaban destinados a perder confianza en esta administración. Un presidente no puede deportar a casi 2 millones de personas en menos de cinco años, dividir a cientos de miles de familias, detener a miles de niños indocumentados sin ofrecerles asesoría legal y ampliar a todo el país la aplicación de las leyes migratorias al estilo Arizona a través del programa conocido como "Secure Communities" sin generar un hedor.

Para muchos, lo que sucedió con DREAM 9 fue la gota que derramó el vaso.

Martínez Valdez y Peniche Vargas estuvieron en confinamiento solitario porque, de acuerdo con las autoridades, generaron un alboroto en el comedor.

Por supuesto, lo hicieron. ¿No dijo Obama que los DREAMers eran estadounidenses, excepto por su estatus legal? Ésta es la manera en que los estadounidenses se comportan. Somos malhumorados, coléricos y rebeldes. Gritamos "libertad" con todas nuestras fuerzas. Seguro que estos jóvenes son estadounidenses. Lo que escucharemos después es que un grupo de DREAMers verterán té en la Bahía de Boston.

Además, Obama dio un espectáculo, antes de la elección, al anunciar que su administración evitaría la deportación de los DREAMers ofreciendo una acción diferida y permisos temporales de trabajo. Hasta ahora, casi 300,000 DREAMers han recibido tratamiento especial.

¿No hay lugar para otros nueve? Algunos no estarían en condiciones de recibir una acción diferida, algunos sí. Averigüémoslo.

Quizá habría más compasión en el Potomac si estos jóvenes no hubieran avergonzado a Obama, demostrando las mentiras del cuento de hadas de que esta administración ha sido compasiva con los migrantes, de que ha dividido organizaciones que solo sirven a sus propios intereses, como el grupo de abogados AILA, y enfrentado a un grupo de reformistas migratorios contra otro: aquéllos que quieren proteger a los DREAMers en contra de los que quieren proteger al presidente.

He tenido mis diferencias con el movimiento Dreamer.

Creo que muchos de estos jóvenes creen merecer derechos, como la mayoría de los jóvenes en Estados Unidos. No creo que haya sido buena idea que los activistas del movimiento Dreamer irrumpieran en las audiencias del Congreso sobre la reforma migratoria u ocuparan las oficinas de los que defienden la reforma, como el representante Luis Gutiérrez, D-Illinois. Y creo que mucho de lo que impulsa a los activistas Dreamer dentro de Estados Unidos es un narcisismo protagonista alimentado por los medios sociales y una cultura en la que a los jóvenes se les dice que pueden convertirse en el siguiente American Idol.

Sin embargo nunca cuestioné su sinceridad o desacredité algo de lo que hicieron calificándolo como un truco. Nunca intentaría decirle a las personas que ponen su libertad en riesgo a lo largo de la frontera México-Estados Unidos que las complejas decisiones que toman son incorrectas. Y por supuesto no lo haría para proteger a una administración que no lo merece.

Las opiniones recogidas en este comentario pertenecen exclusivamente a Rubén Navarrete.

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