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OPINIÓN: Siria no es Iraq o Libia o Afganistán...

Los políticos dudan de una acción militar en Siria por las experiencias de la guerra de Iraq, pero cada caso es diferente
sáb 31 agosto 2013 02:18 PM

David Cameron debió sentir un latigazo. Practicamente de la noche a la mañana esta semana, el primer ministro de Gran Bretaña pasó de ser una de las voces demandantes de un castigo para el presidente de Siria, Bachar al Asad, a ser un político humilde y escarmentado con las manos atadas.

Los legisladores británicos votaron el jueves en contra de la posibilidad de usar la fuerza contra Siria, forzando a Cameron a admitir que “no vamos a tomar parte en la acción militar”.

El voto fue cerrado. Siete de los 557 legisladores que votaron pudieron haber cambiado el resultado, el cual  fue desconcertante. No es común que un primer ministro pierda votos en el uso de la fuerza militar.

Los medios británicos aseguraron que no había pasado en cientos de años.

Pero aunque el resultado fue desconcertante en un sentido, en otro no fue tan sorpresivo.

Gran Bretaña se siente mal por la manera en que Tony Blair condujo al país a la guerra hace una década y Cameron estaba peleando una batalla defensiva contra la memoria de Blair desde el momento en que empezó el debate en la Cámara de los Comunes.

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“Estoy profundamente consciente de las lecciones de conflictos previos, en particular de las profundas preocupaciones del país sobre lo que ocurrió mal en Iraq. No vamos a invadir a un país, no estamos buscando armas químicas”, señaló Cameron.

Solo unas horas antes, el vocero del Parlamento de Siria trajo a la memoria las 'dudas' que ayudaron a que Gran Bretaña invadiera Iraq, según los críticos de Blair.

Algunos legisladores se sienten decepcionados por la manera en que Blair entró a la guerra, basado en información de inteligencia falsa.

Un miembro del propio Partido Conservador al que pertenece Cameron advirtió el jueves que los británicos necesitan “considerar que nuestra inteligencia quizás esté equivocada porque ya lo ha estado, y necesitamos ser muy estrictos con las pruebas”, dijo David Davis.

“No podemos ignorar las lecciones y calammidades que aprendimos de la guerra de Iraq”, dijo Angus Robertson, del Partido Nacional Escocés, que se opuso a la acción en Siria.

Pero Siria no es Iraq. No es Liba o Serbia o la Alemania Nazi. Siria es Siria. Cuidado con tratar de seguir la historia.

Si bien es tentador basar las decisiones de una política en la experiencia pasada, también es peligroso. Ninguna situación es igual a otra.

Y sin embargo, los políticos, expertos, militares y periodistas lo hacen todo el tiempo.

Traumatizado por la imagen de las tropas de Estados Unidos siendo arrastrados muertos por las calles de Mogadishu, Somalia, en 1993, Washington declinó a intervenir en las muertas masivas en Ruanda en 1994.

Con esas cientos de miles de muertes frescas en nuestra memoria, el Occidente sí intervino en Bosnia cuando las imágenes de concentraciones de campo sugerían que el genocidio se llevaba a cabo.

Somalia no es Ruanda. Ninguno de los dos es Bosnia. Iraq no es Afganistán.

Para este asunto, David Cameron no es Tony Blair y Barack Obama no es George W. Bush.

Tan difícil como es, los creadores de políticos no deben de fundamentarse en ejemplos históricos porque cada caso es único.

Es intelectualmente deshonesto decir que el Occidente no debe bombardear Siria porque Iraq no tiene armas de destrucción masiva; es ingenuo decir que debe bombardearla porque al bombardear Libia se ayudó a desalojar a Moammar Gadhafi.

La evidencia en Siria y la política debe considerarse únicamente en sus propios meritos.

La historia del muchacho que advirtió de que un lobo venía es una advertencia de que no se deben de hacer falsas alarmas, pero también contiene una amonestación para los habitantes de la villa que no revisaron los hechos cuando realmente ocurrió un ataque de un lobo.

Como siempre, Mark Twain lo describió mejor: “Debemos ser precavidos para salir de una experiencia única que solo la sabiduría deja en ella, para que no seamos como el gato que se sienta en una tapa de estufa caliente. El gato no se sentará en una tapa de estufa caliente de nuevo y está bien, pero tampoco se lo hará en una tapa de estufa fría”.

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