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OPINIÓN: ¿Un inmigrante indocumentado debería ejercer como abogado en EU?

El polémico caso de un inmigrante indocumentado que busca obtener una licencia para ejercer como abogado sentará precedentes importantes
jue 05 septiembre 2013 11:35 AM

Nota del editor: Ruben Navarrette es colaborador de CNN y columnista del Grupo de Escritores del diario Washington Post. Síguelo en Twitter: @rubennavarrette .

(CNN) — Desde que me enteré del enloquecedor caso de Sergio García , un hombre de 36 años que busca que lo acepten en la Barra de Abogados de California, he tratado de convencerme que este es un hombre consumado: un graduado de la escuela de Derecho que pasó el examen de admisión a la barra y que debería poder ejercer como abogado a pesar del inconveniente de que es un inmigrante ilegal.

Pero no puedo. Mi corazón está con García, pero mi cabeza se rehúsa a seguirlo.

Esta semana, la Suprema Corte de California celebró una audiencia para decidir si García es candidato a obtener una licencia para ejercer en California en un caso que ciertamente tendrá efecto en el destino de otros inmigrantes ilegales que buscan una carrera jurídica.

A García se opone el Departamento de Justicia del gobierno de Obama, que cita una ley de 1996 en la que se prohíbe a los estados que proporcionen prestaciones públicas a los inmigrantes ilegales , incluidas las licencias profesionales. A García lo apoya la Fiscal General de California, Kamala Harris, quien afirma que la emisión de licencias para ejercer como abogado no es facultad federal sino que depende de los estados.

García llegó con su familia a Estados Unidos procedente de México cuando era muy pequeño. Regresó a México con su madre cuando tenía nueve años y volvió a Estados Unidos a los 17 años. Solicitó la ciudadanía. Eso ocurrió en 1994 y sigue esperando la respuesta del Tío Sam.

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García dijo a la agencia noticiosa, AP, que no le preocupa que lo deporten porque su caso es muy conocido y que notificó a las autoridades de inmigración que se encuentra en Estados Unidos esperando el fallo sobre su ciudadanía.

Mientras espera, ha trabajado para lograr su meta: ser abogado. Pagó sus estudios en la Escuela de Derecho Cal Northern en Chico, California, con lo que ganaba trabajando en una tienda de abarrotes.

Sin embargo, en el debate sobre la inmigración, debemos separar al individuo del concepto. El individuo —García—, tiene probabilidades. El concepto —que una persona que ha vivido la mayor parte de su vida al margen de la ley pueda ejercer como abogado— es problemático.

Este joven quiere posar su mano sobre la Biblia y decir: "Juro solemnemente (o afirmo) que apoyaré la Constitución de Estados Unidos y la Constitución del estado de California, y que fielmente cumpliré con los deberes de un abogado y consejero sobre la ley con todos mis conocimientos y mi capacidad".

Este juramento proviene de la Asociación de Barras de California, que estipula: "Es deber de un abogado… el apoyar las leyes de Estados Unidos y de este estado… mostrar el debido respeto a las cortes de justicia y a las autoridades judiciales… (y) nunca buscar engañar al juez o a alguna autoridad judicial por medio de artificios o falsas declaraciones de hechos o de la ley".

¿Cómo se supone que García hará cumplir "las leyes de Estados Unidos" cuando con su sola presencia en este país está violando las leyes federales?

¿Cómo puede comprometerse a respetar a "las cortes de justicia" cuando, durante la mayor parte de su vida, ha vivido aquí desafiando a las leyes? ¿Cómo puede afirmar que no "engañará" a un juez o autoridad judicial cuando para vivir ilegalmente en Estados Unidos necesita engañar a diario?

Si García tuviera más respeto por la profesión a la que busca incorporarse, tal vez dudaría de su aptitud para hacerlo. Sin embargo, parece sentirse con derecho a recibir una licencia para ejercer como abogado y a todo lo que conlleva.

Anteriormente he entrado en contacto con García y me preocupa que haya vivido por tanto tiempo en Estados Unidos y que haya adquirido algunos de los malos hábitos de los estadounidenses.

Hace algunos meses, García publicó en Facebook: "Tengo una carrera que ofrece la posibilidad de brindar empleo a los ciudadanos de Estados Unidos, no tengo antecedentes penales en ninguna parte y he estado en el limbo por los últimos 19 años. ¿En donde rayos está mi Sueño Americano? Jajajaja".

Yo respondí: "No quiero pelear, Sergio. Pero tu pregunta es gran parte del problema. '¿En dónde está el mío? ¿Dónde está mi Sueño Americano? Denme, denme'. Después de todo eres estadounidense. Le diré al chico del Starbucks, ese que siente que tiene derechos, que se haga a un lado para hacerte espacio".

Continué: "Si Estados Unidos te da la oportunidad de vivir el Sueño, ¿no crees que sería justo que te pidiera algo a cambio? Decidió que quiere tu RESPETO y que podrías demostrarlo al respetar sus leyes… las mismas leyes a las que dices querer servir y defender en un tribunal. ¿Puedes ver la ironía?".

García respondió: "Déjame terminar con mi almuerzo para poder abordar tus problemas con los derechos".

Nunca me respondió. En sus comentarios públicos, no he visto pruebas de que García haya pensado por un minuto en la posibilidad de que este caso trate sobre problemas mayores a él, a sus planes y a sus sueños.

No creo que lo haya hecho. Y si el tribunal falla a su favor, nunca lo hará.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Rubén Navarrette.

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