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OPINIÓN: Decir 'no' es más difícil de lo que debería ser

Las posiciones de poder, los sentimientos e incluso el género influyen en la forma en la que decidimos acceder o negarnos a una petición
vie 14 marzo 2014 11:58 AM
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Nota del editor: Julianne Wurm es educadora y fundadora de TEDxEast y de R3, una firma de consultoría que trabaja con las marcas para crear contenido digital y experiencias en vivo. Escribió el libro Working in the Reggio Way: A Beginner's Guide for American Teachers.

(CNN) — Yo observaba mientras los vendedores y los mendigos la rodeaban. Agradecí que ella caminara frente a mí aunque supe que pronto llegaría mi turno. Había mujeres presionando para que comprara agua helada y niños con rosarios, esculturas de madera y pantalones de algodón. Todos trataban de llamar su atención y decían: "Señora, señora… ¿quieres agua? Compra algo… ¿pantalones, agua? Señora, señora, compra algo…".

La mujer era el blanco de la avalancha de peticiones —al igual que yo era una turista en los templos de Angkor Wat en Camboya— y había caminado hacia la zona en la que los autobuses y sus conductores esperan para recoger a los visitantes. Mientras pasaban los segundos, decía "no" y "no, gracias" y algunos de los vendedores y mendigos se rindieron. Otros no.

Persistieron y se quedaron con ella, jalaban su blusa y decían una y otra y otra vez: "Compra algo señora". La mujer finalmente gritó: "¡¡¡NO!!!".

Estaba sorprendida y francamente aliviada de ver esto. Yo hice exactamente lo mismo el día anterior. Claro que me sentí avergonzada por mi reacción fuerte y exasperada.

Es una palabra simple que se entiende en todos los idiomas y culturas. No. Pero está claro que darnos a entender cuando decimos algo que parece ser tan simple es muy distinto, como lo demostró claramente esta desconocida.

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Todos hemos recibido una petición que no queremos o simplemente no podemos satisfacer y para muchas personas hay más en juego que el responder a unos extraños en un sitio turístico que está a 12 husos horarios de distancia.

Sabemos que esa sensación de "aquí viene" cuando esperamos una petición tal vez no va con nuestra vida. Todos nos hemos encontrado en esa situación —llega por correo electrónico una petición— y odiamos acceder. Por varias razones nos decimos que simplemente no podemos, no debemos, pero lo hacemos.

Estas solicitudes provienen de la gente de nuestra vida: nuestros jefes, colegas, hermanos, hermanas, hijos, amigos, socios e incluso amigos de amigos, en otras palabras: desconocidos. Piden cosas grandes y pequeñas, fáciles y difíciles de lograr. Por alguna razón, el decir "no" es mucho más difícil de lo que debería ser.

Por curiosidad y con la guía de Dan Ariely, profesor de Economía y Psicología de la Universidad de Duke en Carolina del Norte, diseñé una encuesta en la que pregunté a la gente sobre sus experiencias al rechazar peticiones. Nos preguntábamos si había una forma de decir "no" que no involucrara culpa o ira de parte del rechazado o del que rechaza. Descubrimos varias cosas interesantes: muchos de nosotros decimos que no de formas débiles y titubeantes que no hacen sentir bien al que rechaza ni al rechazado.

A juzgar por las casi 500 personas que se tomaron el tiempo para contestar nuestra encuesta, la experiencia de decir que no y sentirse mal es común y lo más interesante es que tiene que ver con el género. En específico, era más probable que las mujeres esperaran sentirse mal si decían que no y de hecho se sentían mal cuando decían que no.

Nuestros resultados también indicaron que las mujeres se sentían peor al decir que no cuando la petición provenía de otra mujer. Era más probable que los hombres esperaran no sentirse demasiado mal. Reportaron que se sintieron tal como lo habían esperado al rechazar las peticiones que les hicieron.

Fue esclarecedor ver las peticiones que se hacen en la práctica. Desde dinero hasta ser aval de un préstamo estudiantil o para comprar un auto nuevo (de parte de personas que no son familiares) hasta cuidar a perros no adiestrados y "temibles" o niños que saltan en los muebles y generalmente ignoran las reglas de la casa.

Había solicitudes para trabajar como voluntario en la iglesia, cocinar, hacer largos viajes en auto y proporcionar un lugar para vivir, un sillón para dormir, cartas de recomendación e incluso las cenizas y la urna de un ser querido.

Parecía que la mayoría de la gente realmente se tomaba el tiempo de considerar la posibilidad de decir que sí. No era inusual que la gente incluyera las explicaciones de los impedimentos para decir que sí.

Algunas personas incluso agradecían a quien les hizo la petición por haber pensado en ellos. En general, los participantes eran considerados y trataban de ayudar. Al rechazar la petición, a veces ofrecían otra solución o compromiso. Esto contraste profundamente con una trifulca reciente que se desarrolló en LinkedIn entre un profesional de la comunicación y una persona que buscaba empleo.

Como es tan difícil decir que no, en muchos casos la gente tiene que aprender a hacerlo o arriesgarse a agotar su tiempo, dinero y recursos. Si eres una persona a la que inundan con peticiones, estas son algunas sugerencias para superar tu propia renuencia a decir que no:

1. Tómate tu tiempo para decidir: No te sientas obligado a responder en el momento. Algunas personas recurren a las respuestas automáticas del correo electrónico para ganar tiempo para considerar todas las peticiones y esta parece ser una estrategia que funciona bien.

2. Pide más detalles sobre la petición: A menudo las peticiones requieren mucho más esfuerzo de lo que parece al principio. Asegúrate de tener todos los detalles necesarios para tomar una decisión informada. También siéntete con la libertad de cambiar de opinión.

Muchos participantes reportaron que dijeron que sí y luego se arrepintieron y rechazaron la petición tras pensarlo un par de días. Vuelve al número 1.

3. Alinéate con tus prioridades: Decir que no puede ser difícil, pero si lo que te piden no concuerda con tus prioridades o valores, entonces será un mal uso de tu tiempo y energía, sin importar de qué trate la petición.

Una de las participantes contó que su hijastro le pidió la urna y las cenizas del padre, su difunto esposo. Estuvieron casados durante 20 años; ella quería conservar a "su esposo" aun tras su muerte. Le dijo a su hijastro que cuando ella muriera, él podría llevarse las cenizas del padre, pero mientras tanto ella las conservaría. Un compromiso sensato puede lograr muchas cosas.

4. Encuentra un sistema confiable: Varios participantes dijeron que habían diseñado un sistema que les ayudara a tomar las decisiones y a cumplir lo prometido.

Por ejemplo: tenían reglas para ciertos tipos de peticiones. Accederían a cierta cantidad de peticiones cada mes o cada año. Otras personas tenían respuestas preparadas en sus cuentas de correo electrónico que podían enviar una vez que hubieran decidido a qué categoría pertenecía cada petición. Otras personas señalaron que preferían decir que no por escrito en un mensaje de texto o un correo electrónico en vez de hacerlo verbalmente porque les facilitaba el proceso.

5. Deja a un lado la culpa: La investigación indica que muchas mujeres esperan sentirse mal al decir que no. Eso no ayuda. Deja a un lado la culpa, considera a qué vas a acceder y de qué eres capaz y entonces sigue adelante. Si sabes que al decir no habrá un alejamiento, siéntete bien por ello. Es una parte inevitable del proceso.

Los resultados de la encuesta inicial solo intensificaron nuestra curiosidad sobre el proceso integral de decir no. Como las respuestas eran tan ricas, estamos ansiosos por explorar el tema más a profundidad para entender mejor lo que funciona y las estrategias que la gente usa.

También sentimos curiosidad sobre la influencia que tienen nuestras posiciones de autoridad y nuestros sentimientos —arrepentimiento, temor, ira— en nuestra capacidad para decir no. También esperamos entender mejor la forma en la que las relaciones y el género influyen en el rechazo de las peticiones. Te invitamos a tomarte unos minutos para participar en la encuesta .

En este caso, por favor no digas que no.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Julianne Wurm.

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