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OPINIÓN: Dos de septiembre, el nuevo día del presidente de la República

Desde hace seis años, el mandatario ya no tiene la obligación de ir a San Lázaro para presentar su informe de labores ante los legisladores
vie 05 septiembre 2014 12:19 PM

Nota del editor: Ricardo Monreal Ávila es diputado federal por Movimiento Ciudadano y líder de la bancada en San Lázaro de este partido; es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Zacatecas y doctor en Derecho Constitucional por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en su cuenta de Twitter:  @ricardomonreala

(CNNMéxico) — El llamado "Día del Presidente" no se reformó. Solo cambió de fecha: pasó del 1 al 2 de septiembre. Desde hace seis años, cuando se modificó la Constitución para que el titular del ejecutivo en turno entregara por escrito el informe, sin su presencia física, el 2 de septiembre se convirtió en el día del monólogo, del espejo y del solipsismo presidencial.

La reforma política, que reconoció como opción los "gobiernos de coalición" a partir del 2018, dejó intacto este formato arcaico de informe, de la época del presidencialismo imperial.

En esta ocasión no hubo rendición de cuentas, sino rendición de banderas y causas, como el tema del combate a la corrupción y su alma gemela la impunidad, de las que no se dijo gran cosa, a pesar de ser los grandes fantasmas que podrían dar al traste con las reformas y con el país mismo.

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Lo nuevo del escenario, además de la conversión de la plancha del zócalo en un megaestacionamiento, sin multas ni arañas de inmovilización de por medio, fue el acompañamiento que tuvo el presidente a su diestra y siniestra.

La formalidad y el protocolo identificó a los acompañantes como los presidentes de ambas cámaras. Sin embargo, el discurso presidencial fue al fondo: mostró su satisfacción por el hecho de que la izquierda por vez primera dirija el Congreso. Al ser la izquierda mexicana tan diversa y plural como un arcoiris, la expresión correcta debió ser "una expresión de la izquierda".

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En este caso, la forma no sólo es fondo, sino trasfondo. La izquierda que ahora dirige el Congreso mantiene un litigio político --al igual que las restantes expresiones--, con el ejecutivo federal por la reforma energética. Se demanda una consulta popular para revertir la "madre de las reformas". ¿Dirigir el congreso en este momento ayuda a la causa de la consulta o la debilita? ¿Qué pasará si la SCJN invalida este recurso,¿Quién asumirá la derrota política? ¿El ciudadano medio verá lo de hoy como un gesto de civilidad política o como una rendición anticipada ante la reforma energética, una de las más rechazadas por la población? ¿Cuál es la mejor estrategia para la izquierda en este momento: colaborar o resistir? ¿Dirigir el Congreso o dirigir el país? ¿Trampolín o trampa? El ciudadano, como siempre, tendrá en su momento la última palabra.

Otros aspectos

Siguiendo una tradición sexenal, los programas de política social cambian de nombre. Lo que con Carlos Salinas fue "Solidaridad", con Ernesto Zedillo "Progresa", y con Vicente Fox y Felipe Calderón "Oportunidades", ahora se llamará "Prospera"; así de imperativo y por decreto. El del siguiente sexenio seguramente se llamará "Ahora sí!". ¿Qué ofrece? Una vinculación de los beneficiarios con el aparato productivo, educativo y laboral del país. Es decir, lo de siempre. Mientas tanto, el porcentaje de pobres no baja en el país (53%), después de 26 años y 73 mil millones de pesos invertidos. El asistencialismo y el paternalismo son los ejes de estos programas. No vienen con un pasaporte al desarrollo sino con una tarjeta de lealtad llamada "credencial de beneficiario"  y otra de refrendo llamada "credencial de elector".

Con cifras se consigna que la inseguridad y la violencia van a la baja. Pero el problema es que esas cifras son oficiales. No reflejan la cifra negra de secuestros, desapariciones, extorsiones y robo a transeúnte, que de acuerdo con organizaciones civiles y la misma ONU, las cifras oficiales ocultan, ignoran o minimizan.

Una cartera robusta de obra pública en infraestructura (un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México, miles de kilómetros de carreteras, extensión del metro del DF, segundos pisos, trenes rápidos y puertos), donde seguramente los constructores favoritos del gobierno no se darán abasto, moverán a México en los próximos años.

Sin embargo, a pesar de su magnitud, no parece que ese gasto público fluya hacia abajo. Se queda en la alturas. Gobernadores y alcaldes se quejan de retraso y escamoteo de recursos. El 10.7% más de recaudación fiscal, el 28.9% de gasto físico y el billón de pesos de deuda en 21 meses, no alcanza a mover una economía apanicada por la inseguridad, amorcillada por la atonía económica de Estados Unidos y atorada por la caída de consumo interno. Por octava ocasión, los pronósticos de economistas y consultores privados apuntan una baja del PIB, de 2.7 a una banda de 1.9 a 2.4%.

Si el dos de septiembre es el nuevo "día del presidente". El resto del año es el día de la realidad nacional.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ricardo Monreal Ávila

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