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OPINIÓN: La cuenta regresiva en Escocia

Si los escoceses se independizan, queda en la incertidumbre cómo resolverán temas como la moneda y la repartición de ingresos por petróleo
mié 10 septiembre 2014 12:20 PM
Escocia opinión Rina
Escocia opinión Rina Escocia opinión Rina

Nota del editor: Rina Mussali es analista, internacionalista y conductora de Vértice Internacional y de la serie 2014: Elecciones en el Mundo, en el Canal del Congreso. Síguela en su cuenta de twitter:  @RinaMussali

(CNNMéxico) — ¿Debería ser Escocia un país independiente? Esta es la pregunta que marcará el futuro del Reino Unido el próximo 18 de septiembre. Aunque Inglaterra y Escocia se unieron para formar el Reino Unido de la Gran Bretaña en 1707, hoy la unión política vive un impasse hasta que los escoceses desentrañen su posición frente al referéndum que tanto incomoda al primer Ministro del Reino Unido, David Cameron. Y es que en un mundo globalizado y en permanente contradicción surgen poderosas fuerzas localistas y nacionalistas que buscan bailar a su propio ritmo.

Los escoceses, vascos, catalanes, los separatistas flamencos y la Valonia francófona en Bélgica, la influyente Liga del Norte en Italia y el movimiento por la autodeterminación en la isla de Córcega en Francia –aunado a un largo etcétera– ponen a temblar las fronteras de la Unión Europea (UE). ¿La tendencia hacia la proliferación de soberanías nos llevará a una mayor balcanización del mundo?

Lee: David Cameron pide a Escocia no separar "nuestra familia de naciones"

El terreno de la consulta popular de Escocia está lleno de incertidumbres. Hay cuestiones clave que no se sabe exactamente como se resolverán si se vota por el “SÍ” a la independencia: la moneda, los impuestos, las pensiones, el control migratorio, la política de defensa (incluyendo las centrales nucleares) y la repartición de ingresos por petróleo, por nombrar sólo algunas. Sin embargo, tanto el sector independentista como el unionista han dibujado una balanza con argumentos positivos y negativos que permiten a la población reflexionar sobre las implicaciones de su decisión.

El Ministro Principal de Escocia, Alex Salmond, abandera el lado positivo de la balanza con la campaña "Yes Scotland". La narrativa discursiva de Salmond, impregnada por el sentimiento nacionalista y altamente descalificadora de Londres, resalta la necesidad de proteger el sistema de salud público ante la política de austeridad, recortes y privatizaciones en las que insiste el gobierno central británico. Además, propone la creación de un modelo de Estado más justo y progresista, así como aprovechar los beneficios del gas y petróleo de Escocia –especialmente del Mar del Norte- para construir una economía más fuerte y dinámica.

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Las esperanzas del futuro económico de la nueva Escocia, si la independencia se logra, están puestas en el oro negro de esta región. El gobierno escocés ha declarado que durante casi cuatro décadas 40,000 millones de barriles de petróleo han sido recuperados del Mar del Norte, lo que equivale a entregar 300,000 millones de libras en ingresos a Londres, ingresos que podrían brindar soporte y estabilidad al nuevo gobierno. Aunque la zona ya pasó su pico de productividad, los independentistas confían que las reservas restantes, estimadas en 1.5 billones de libras, respalden la transición política.

Por otro lado, la cascada de dilemas de una eventual separación escocesa toca uno de sus picos más comprometedores en materia internacional, precisamente su pertenencia a la Unión Europea (UE) quedaría en entredicho. Al transformarse en un nuevo Estado y país independiente hasta 2016, Escocia debería formar cola para adherirse al club de los 28 países europeos.

Imaginemos que inicia negociaciones con la UE y que la mayoría de los países miembros ratifican su ingreso ¿Reino Unido daría su espaldarazo o vetaría la propuesta? Una Escocia independiente requiere de la ratificación de cada uno de los 28 países miembros, un proceso que entre negociaciones y ratificaciones se estima pudiera llevar más de dos décadas. La suerte de una futura adhesión dependerá de la forma como se produzca la independencia y el estado en el que queden las relaciones con Londres.

Una Escocia independiente también perdería su estatus como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y sus representaciones ante el G20, G7, OTAN, OCDE, entre otras. No obstante, las voces en contra de la actual configuración del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en manos de los cinco países triunfadores de la Segunda Guerra Mundial tomaría más revuelo porque Reino Unido ya no sería el mismo sin Escocia.

Parecería que la orientación del voto por la independencia es una lucha interna entre el corazón y la razón, un momento en el que se tiene que decidir si se privilegia el sentimiento nacionalista o se conserva la certidumbre económica y política que el país tiene como parte del Reino Unido. Y es que también se toca una fibra muy sensible: ¿Qué es ser escocés? ¿Cómo desafanarse de la identidad construida a lado del Reino Unido? Una conflictiva que sobrepasa las fronteras, la marca-país que deberán sellar ante este mundo complejo e incierto.

Durante el mes de agosto, las encuestas habían reflejado la posible derrota de la propuesta de independencia, pero la última encuesta levantada a finales del mes pasado por la compañía YouGov fue la primera en otorgarle 51% de los votos al “SÍ” y 49% al “NO”, son los indecisos quienes de manera cardíaca han impedido prever los resultados finales, el verdadero fiel de la balanza.

El momento político

Reino Unido perdería peso y tamaño en el mundo sin Escocia, y Escocia perdería peso y tamaño en el mundo sin Reino Unido. Además Escocia enfrentaría un enorme reto en materia de política exterior, desde comenzar a explayar su visión del mundo, proponer estrategias de inserción internacional y trazar el rol que quisiera jugar en la palestra global.

Más allá de que Escocia esté viviendo uno de los momentos políticos más importantes de su historia, tengamos presente el momentum que está atravesando el Reino Unido en su conjunto, sobre todo después de la celebración de las elecciones al parlamento europeo de mayo del 2014.  

El auge del euroescepticismo en Reino Unido ha metido en problemas a David Cameron, quien promete conseguir su reelección en mayo del 2015 y mismo que evaluará la posibilidad de aliarse o no con el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), el partido que obtuvo casi el 27% de la votación nacional, superando al partido conservador y laborista. No olvidemos que en 2017 se planea un delicado referéndum en Reino Unido por el cual se decidirá la permanencia o abandono de la UE, –el momento de la verdad para Bruselas–.

Un resultado en el referéndum que dé la independencia a Escocia, no sólo tendría consecuencias para los integrantes del Reino Unido, sino que sería un ejemplo incómodo para otro países europeos como España, que anhelando los resultados negativos del proceso, espera frenar los ánimos catalanes y vascos. El mismo voto español pudiera ser negativo si es que la Escocia independiente buscará su ingreso a la UE

La cuenta regresiva en Escocia está poniendo nerviosos a propios y extraños. ¡Mucha suerte a Jean-Claude Juncker, Donald Tusk y Federica Mogherini!-los nuevos liderazgos políticos de la UE-.

Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a Rina Mussali.

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