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Alza al salario, respuesta a la desigualdad en México

El ingreso laboral en el país debe empezar a recuperar terreno, asegura Enrique Díaz-Infante; sin embargo, su incremento tienen que estar respaldado por ganancias en productividad.
mié 14 enero 2015 06:00 AM
El país sudamericano implementó una política integral para el alza del salario mínimo en 2005. (Foto: iStock by Getty)
salario mínimo (Foto: iStock by Getty)

En México, los ingresos de los más ricos son entre 27 y 30 veces mayores que los de los más pobres, de acuerdo con el informe “Tendencias en la Desigualdad del Ingreso y su Impacto en el Crecimiento Económico” presentado por la OCDE a finales del año pasado. [1] El coeficiente Gini que mide la inequidad y que va de un rango de 0 (donde todos tienen idénticos ingresos) a 1 (donde todo el ingreso se concentra en una sola persona) paso de .45 en 1985 a .49 en 2011. En los países de la OCDE el promedio subió de .29 a .32. 

Esa desigualdad, a decir de dicho organismo, ha golpeado el crecimiento de México de 1985 a 2005, en más de 10 puntos porcentuales. Esto debido a que la mala distribución del ingreso tiene efectos negativos en la formación de capital humano, en la productividad del país, en el aumento de los salarios y consecuentemente en la capacidad de compra de los consumidores. Lo anterior, señala el estudio, puede alimentar el resentimiento social y llevar a la inestabilidad política. Para corregir esta situación, la OCDE recomienda implementar políticas redistributivas vía impuestos y transferencias focalizadas.

Estas conclusiones coinciden con las presentadas por T homas Piketty en su libro 'El Capital en el Siglo XXI' . El académico francés demuestra que desde finales de 1970 -cuando se empezaron a privatizar muchos bienes y servicios públicos- y hasta la fecha, ha habido una vertiginosa concentración de la riqueza por parte del 1% de la población que se encuentra en la punta de la pirámide. La misma, es producto de un mayor aumento del capital (acciones, bonos, herencias, propiedades) en relación con el del ingreso laboral y del crecimiento de la economía en general. 

Para revertir esta tendencia de inequidad, como bien señala Piketty, se debe impulsar la competencia en los mercados y la productividad. Asimismo, es necesario promover la formación de capacidades, de habilidades y la difusión del conocimiento. El autor francés y la OCDE también recomiendan imponer impuestos progresivos al Capital, y de ser posible, hacerlos de aplicación global. Esto último lo consideramos riesgoso y de difícil aplicación, en un contexto de globalización donde los países compiten, a través de dar facilidades fiscales, por la necesaria inversión extranjera directa. 

En México, si queremos disminuir la inequidad es necesario subir el salario mínimo a fin de que el ingreso laboral empiece a recuperar terreno frente al Capital. El sueldo base en el país es de hambre. Para el 2015 el mismo es de $70.10 diarios ($2,100 mensuales) para el Distrito Federal. Lo preocupante es que la pobreza laboral suma ya cuatro años de avance. De acuerdo con el gobierno (CONEVAL) en 2014, el 54.4% de la población no pudo comprar la canasta básica con el ingreso de su trabajo, siendo que este porcentaje era de 46.8% en 2010. 

Sin embargo, los incrementos salariales no pueden darse por decreto, tienen que estar respaldados por ganancias en productividad, de lo contrario pudieran tener efectos inflacionarios. Según Mckinsey  Group [2], el 42% de las empresas en México tienen menos de 10 empleados y una productividad de -6.5% anual. Las medianas, que van de 11 a 500 empleados, generan el 38% del empleo y tienen una productividad del 1%. Las grandes, que van de 500 empleados, generan 20% del empleo y tienen una productividad del 5.8%. Esto hace que la productividad promedio sea del .8%. Así, si bien el rezago histórico de los salarios justifica su incremento, hacia adelante urge subir la productividad del país, a través de incentivar la formalidad de los negocios y su crecimiento. 

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Lamentablemente, el marco fiscal vigente no incentiva el crecimiento del país y del empleo formal en la medida requerida. El haber aumentado los impuestos sobre la renta (ISR) y el especial sobre producción y servicios (IEPS) a alimentos con alto contenido calórico y haber eliminado la deducibilidad de los pagos de seguridad social afectó el consumo interno, generador del 68% del PIB y la creación de empleos formales. Así, la economía cierra el año con un crecimiento del PIB de 2.3% -abajo del 3.4% pronosticado a principio de año- y lejos de la meta del 5% prometida en campaña por el Presidente. El crecimiento del empleo formal de 3.4% (cerca de 500 mil empleos) queda distante de la meta prometida (y requerida) de un millón de empleos al año. 

En fin, que es necesario subir los salarios mínimos para abatir la desigualdad y beneficiar el crecimiento del país, pero esto debe estar respaldado por mejoras en la productividad. Hacerlo simplemente por decreto es populista y riesgoso para la estabilidad económica. 

*El autor es Investigador del  Centro de Estudios Espinosa Yglesias  y doctorando en el IIJ de la UNAM

[1]Cingano, F. (2014), “Trends in Income Inequality and its Impact on Economic Growth”, OECD Social, Employment and Migration Working Papers, No. 163, OECD Publishing. http://dx.doi.org/10.1787/5jxrjncwxv6j-en

[2]Mckinsey Group (2014) A tale of two Mexicos: Growth and prosperity in a two-speed economy. http://www.mckinsey.com/insights/americas/a_tale_of_two_mexicos

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