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OPINIÓN: De los 'chapulines políticos' a la incompetencia

Es totalmente justificable pretender tener mayores responsabilidades, pero también es un compromiso entender nuestras capacidades
mar 17 febrero 2015 10:32 PM
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Nota del Editor: Édgar Guillaumin tiene estudios de Licenciatura y Maestría en Derecho Corporativo, cursa un Doctorado en Planeación Estratégica y Políticas de Desarrollo en la Universidad Anáhuac. Cuenta con más de 10 años de experiencia en relaciones gubernamentales e institucionales. Síguelo en su cuenta de Twitter:  @guillaumin

(CNNMéxico)— El 7 de junio México vivirá un intenso proceso electoral en el que se votará para la elección de 9 gobernadores —Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora—, 500 diputados federales —300 de mayoría relativa y 200 de representación proporcional—, habrá 17 estados que elijan a sus 1,009 alcaldes y 641 diputados locales; en total 2,159 representantes populares serán electos.

Al revisar los perfiles de los candidatos, se observa un patrón de conducta: diputados locales que quieren ser alcaldes; alcaldes o jefes delegacionales que quieren ser diputados federales, diputados federales o senadores que quieren ser gobernadores; en fin, una seria de combinaciones que dejan claras las aspiraciones políticas de los contendientes, conocido también como los “chapulines políticos”.

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Existe un gran debate ante esta práctica de la clase política, los detractores destacan tres puntos principales:

1.- Todo representante popular que es electo por un periodo en específico debe terminar de manera completa su gestión; es decir, si un presidente municipal es electo debe concluir en su totalidad los tres años de su mandato y no dejar aventada la chamba para ir por otra posición política. Si un senador gana la preferencia del electorado su compromiso debe ser terminar los seis años para los que fue electo.

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2.- Si un representante popular electo contiende en un nuevo proceso electoral para el cual pide licencia y no es favorecido por el voto; es decir, pierde las elecciones, no debería tener la posibilidad de regresar a su posición anterior, como si nada hubiera pasado.

3.- La clase política no es experta en todos los temas, hay una fuerte carencia de profesionalización de áreas claves para el país en las que la falta de conocimiento han llevado a tomar terribles decisiones para México.

Por otro lado, aquellos que se encuentran a favor de brincar de posición en posición señalan que es totalmente legal y legítimo este mecanismo de crecimiento político, pues es de naturaleza humana el aspirar a un desarrollo y crecimiento profesional (político).

Es innegable el derecho que todos tenemos para anhelar nuevos retos profesionales, es totalmente justificable pretender tener mayores responsabilidades, pero también es un compromiso entender nuestras capacidades.

¿Cuántas veces hemos escuchado que se perdió un excelente gerente y se ganó un pésimo director?

En la política pasa lo mismo, existen grandes políticos que dominan ciertos temas y sus aportaciones han generado importantes contribuciones. En contraste hay servidores públicos que no conocen ni tienen idea de los temas que son su responsabilidad.

El que se haya sido presidente municipal o delgado no garantiza que serán buenos legisladores o viceversa, la actividad legislativa es muy diferente de la actividad del ejecutivo, si bien ambas de naturaleza política, las aptitudes, experiencias y conocimientos requeridos son muy diferentes.

Cuántos casos hemos visto que pasan de ser alcaldes a presidentes de comisiones legislativas encargas de temas que desconocen totalmente. La curva de aprendizaje puede costarle muy caro al país.

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De acuerdo con el Principio de Peter una persona puede ser promovida a puestos más altos hasta que la posición lo supera y se alcanza su máximo nivel de incompetencia.

Los partidos políticos deben estar consientes que los tiempos no están para experimentos y mucho menos para pronunciadas curvas de aprendizaje.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Édgar Guillaumin.

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