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OPINIÓN: ¿Suicidio a 38,000 pies?

El autor escribe que mientras no se reconozca el suicidio como crisis de salud pública, no se evitarán incidentes como el de Germanwings
sáb 04 abril 2015 11:00 AM

Nota del editor: Bill Schmitz es psicólogo clínico y presidente de la Asociación Estadounidense de Suicidiología . Síguelo en Twitter en @DrBillSchmitz.

(CNN) — El suicidio ha vuelto a ser noticia, aunque no lo llamemos con ese nombre. Andreas Lubitz estrelló deliberadamente un avión en los Alpes, se quitó la vida y mató a 149 personas más.

Las autoridades descartaron un acto terrorista y otros motivos perversos en este acto horrible. Pero por alguna razón y aunque el suicidio parece evidente esta vez, algunas personas se niegan a llamarlo así.

Desafortunadamente, cuando no puedes llamar a las cosas por su nombre, la cuestión es que nunca podrás hacer algo para resolver el problema real. Si queremos prevenir tragedias como el accidente del avión de Germanwings , primero debemos poder llamarlo por su nombre: un suicidio trágico más con horribles daños colaterales.

En los próximos días y semanas escucharemos a los medios pedir más regulaciones al sector aeronáutico, a lo que probablemente seguirán importantes audiencias legislativas para prevenir tragedias similares, particularmente en Estados Unidos.

Sin embargo, la realidad es que este seguramente FUE un suicidio (tan solo en Estados Unidos se suicidan más de 41,000 personas al año , lo que da un promedio de 112 cada día). Entender la razón de una tragedia como la de Germanwings implica que tenemos que entender y reaccionar mejor al suicidio, como si fuera una crisis internacional de salud pública.

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Lee: El copiloto de Germanwings dijo a Lufthansa en 2009 que tuvo depresión

Contrario a lo que declaró Carsten Spohr, director ejecutivo de Lufthansa ("si una persona se mata y mata a 149 personas más , se debe reemplazar la palabra suicidio con otra palabra"), yo diría que si sacas al suicidio de la discusión, fracasarás totalmente en la tarea de lidiar con la causa principal de esta situación y de las muchas otras situaciones de suicidio-homicidio que ocurrirán.

Dejando a un lado las circunstancias y la ubicación, el suicidio de Andreas Lubitz no es considerablemente diferente al del atacante suicida que irrumpió la semana pasada en hora pico en el centro de Kabul, Afganistán, para matar a siete personas y herir a 36 más. Lubitz no es considerablemente diferente a Adam Lanza , el pistolero de Newtown, Connecticut, que mató a su madre y a 26 personas más (la mayoría niños) en la Escuela Primaria de Sandy Hook, antes de quitarse la vida. Aunque fueron tragedias sumamente públicas y muy dolorosas para comunidades enteras, no dejaron de ser suicidios.

Afortunadamente, el suicidio es un tema que los médicos y otros profesionales de la salud mental conocen y trabajan diligentemente en su reducción. Claro que en el caso de Estados Unidos, los recursos que se destinan a las investigaciones relacionadas con el suicidio son patéticos en comparación con los que se destinan a las otras 20 causas de muerte principales . Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos gastan casi tres veces más dinero en la enfermedad intestinal inflamatoria que en el suicidio.

Si quieres reducir la cantidad de eventos de suicidio-homicidio, se debe dirigir un esfuerzo concertado (con recursos) hacia el núcleo del asunto: una atención a la salud mental que prevenga que algunas personas se quiten la vida. Si no hay suicidios, no hay eventos de suicidio-homicidio. Tres días después del accidente de Germanwings, Lufthansa y las otras aerolíneas alemanas hicieron cambios en las políticas de sus vuelos para que haya dos personas autorizadas en la cabina de mando en todo momento.

Estoy totalmente a favor de que se hagan cambios para mejorar la seguridad en la cabina. Pero el cambio en sí no servirá para abordar este evento como lo que fue, ni generará cambios sustanciales en la forma en la que se aborda su causa y en la prevención de situaciones como esta.

Esto fue un suicidio, fue una tragedia. Podemos aprender de ella o no.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Bill Schmitz Jr.

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