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La crisis del acero o el mal común

Acereras mexicanas presionan al gobierno para imponer cuotas sobre acero chino: Francisco Búrquez; esta medida provocará un aumento en el precio de autos y otros productos, opina el senador.
jue 23 julio 2015 06:01 AM
AHMSA advierte más recortes si continúa la importación de acero en condiciones desiguales. (Foto: Tomada de ahmsa.com )
ahmsa acero lamina (Foto: Tomada de ahmsa.com)

El libre comercio es una de las condiciones indispensables para que una sociedad sea próspera y, sobre todo, libre.

Cuando hay libre comercio nuestras mejores empresas pueden triunfar vendiendo sus productos en todo el mundo. Tanto las grandes como Bimbo y Cemex, como pequeñas empresas exportadoras son la punta de lanza de la competitividad mexicana.

Los consumidores también nos beneficiamos enormemente de la libertad para comerciar. Cuando hay libertad para comprar productos del extranjero, podemos obtener productos de todo el mundo y a los mejores precios posibles. También podemos comprar productos mexicanos producidos con insumos más baratos procedentes del extranjero.

La eliminación de trabas nos libera a todos. A diferencia del pasado, los mexicanos ya no somos presas de sectores oligopólicos, sino que podemos elegir a otras empresas de todo el mundo. La libertad comercial nos hace mejores. Cuando los mercados son abiertos la regla a seguir es clara: ofrecer lo que los consumidores demandamos y en las condiciones que demandamos, o darle paso a otras empresas.

Pero el libre comercio tiene sus enemigos: falsos empresarios que viven de trabas estatales y del privilegio gubernamental. Estos pseudo-empresarios (porque no tiene nada de empresario el vivir del favor gubernamental) buscan mantenernos a los consumidores cautivos, impedidos de poder recurrir a la competencia internacional.

En el PAN no fuimos mezquinos. Durante los gobiernos de Fox y Calderón profundizamos y consolidamos este proyecto de libre comercio.

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Cuando dejamos el gobierno federal, México ya era líder mundial en el libre comercio. Hoy tenemos tratados con Estados Unidos, Canadá, los 28 países de la Unión Europea, Suiza, Noruega, Japón, Israel, Colombia, Chile y muchos otros países en Latinoamérica.

Por ello tenemos la firmeza para denunciar el retroceso histórico que estamos experimentando. En estos días el oligopolio del  acero mexicano está presionando al Gobierno Federal para que se impongan cuotas compensatorias al acero procedente de China.

La ralentización de la economía china  ha provocado que ya no sean capaces de consumir toda su producción. Gracias a ello, hoy el mundo goza de una amplia oferta de acero a precios muy baratos.

Sin embargo, si los intentos del lobby acerero mexicano triunfan, la imposición de cuotas compensatorias encarecerá el acero chino e incluso podría llegar a convertir su importación en algo prohibitivo.

Al beneficiar al oligopolio del acero perjudicaremos a nuestras empresas eficientes que producen y venden en el extranjero. Nuestra competitiva industria automotriz y otras tantas quedarán negativamente afectadas. Lo peor será para los ciudadanos comunes que veremos encarecido el precio de automóviles, electrodomésticos y otros bienes que se producen con acero. En pocas palabras, el gobierno sacrificaría el interés general de todos ante las presiones de grupos organizados vinculados al poder.

Urge revertir ese retroceso. Es momento de revisar la Ley de Comercio Exterior que hoy permite a los oligopolios influir indebidamente en el Gobierno y que da al Gobierno Federal un poder arbitrario para restringir el comercio exterior.

Pero hay que ir más allá, a través de la política comercial tenemos que crear las condiciones que liberen al ciudadano del gobierno. Es momento de seguir apostando por una economía libre. Planteémos procurar nuevos tratados de libre comercio con los dinámicos mercados asiáticos y las economías emergentes de África.

No nos quedemos solamente ahí. Se puede promover una mayor apertura mediante la reducción y eliminación unilateral de aranceles con países con los que no tenemos tratados hoy en día.

En cualquier caso, la política comercial nos ofrece una importante lección. Contra lo que la mayoría de los políticos señala, por lo general el bien común no se logra con una mayor intervención del Estado. Esta suele obedecer a intereses de grupos y no al interés general que se encuentra disperso en toda la sociedad. No nos engañemos: el verdadero bien común es la libertad.

* Senador del Partido Acción Nacional por el estado de Sonora. Presidente de la Comisión de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial y Vicecoordinador de Política Económica del Grupo Parlamentario del PAN en el Senado.

 

 

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