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OPINIÓN: Donald Trump y Barack Obama, una transición con muchos tirones

Todo apunta que el poder suave de Barack Obama será relevado por los criterios impuestos por la 'realpolitik' y la desconfianza pregonada hacia las organizaciones internacionales.
jue 19 enero 2017 11:30 AM
Espinosa sucesión
Espinosa sucesión El presidente electo de EU se reunió en la Casa Blanca con Barack Obama después del supermartes de noviembre. (Foto: The Washington Post/The Washington Post/Getty Images)

Nota del editor: Rina Mussali es analista, internacionalista y conductora de Vértice Internacional en el Canal del Congreso. Síguela en su cuenta de Twitter: @RinaMussali. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de su autora.

(Expansión) — En contra de todos los pronósticos, la furia populista se impuso en el país más poderoso del mundo con la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. La revuelta blanca que encontró eco en el “cinturón del óxido” o el llamado Rust Belt, el bastión manufacturero de Pensilvania, Ohio, Wisconsin y Michigan que dio la voltereta electoral como producto del declive económico y el proceso de desindustrialización.

Fue el 8 de noviembre que la voz de la clase trabajadora blanca que sobrevive con un sueldo estancado se hizo escuchar. De esta manera, el sentimiento localista y nativista de la Unión Americana le dio cauce a las fuerzas supremacistas, nacionalistas y antinmigrantes.

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Estados Unidos perdió civilidad y dignidad con los comicios celebrados el año pasado. El cambio ganó y el voto popular que no determinó quién sería el nuevo inquilino de la Casa Blanca fue rebasado por el Colegio Electoral como producto de su democracia disfuncional.

El triunfo inesperado de Donald Trump le abrió la puerta a los perdedores de la globalización y a los detractores de las políticas neoliberales, cuyo credo ha beneficiado a las élites políticas, económicas y financieras a contrapelo de las clases medias y trabajadoras. Una globalización asimétrica y dispar que selló el sentimiento antisistema y el profundo enojo de los ciudadanos con los partidos políticos tradicionales.

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nullCon un discurso antisistémico y antiestablishment se dio una transición espinosa entre Barack Obama y Donald Trump. La intervención cibernética de Rusia en la campaña electoral, tras las investigaciones de la CIA y el FBI, incendiaron nuevamente el juego político.

Pese a que la base republicana aquilata el regreso a la Casa Blanca y la victoria conseguida en ambas cámaras legislativas, ello no significa que le otorguen a Trump un cheque en blanco a la hora de gobernar y menos cuando se ha puesto en riesgo la seguridad nacional de Estados Unidos.

OPINIÓN: Las protestas en la toma de posesión podrían ser un fracaso

Otro tirón entre Barack Obama y el presidente electo tuvo lugar cuando se buscó influenciar el voto de abstención estadounidense en torno a la resolución de la ONU que buscaba poner fin a los asentamientos judíos en territorio palestino, la posición que deploró Trump ante la última jugada de Obama en el tablero geopolítico de Medio Oriente.

Dentro de la convulsa transición, la designación del gabinete que acompañará la ruta trumpista atrajo los reflectores internacionales. Un puñado de multimillonarios y magnates corporativos que no tienen experiencia política y conocimiento en materia de políticas públicas tomarán las riendas del epicentro mundial al tiempo de incendiar los potenciales conflictos de intereses y los asuntos de ética.

nullAsimismo, se colocan los nombramientos de militares de mano dura en posiciones clave de la seguridad nacional. Ahí está el caso de Michael Flynn, quien se ha empeñado en señalar las conexiones entre cárteles mexicanos con grupos terroristas de corte islamista.

Los giros que vienen en política exterior

Una agenda de cambios en Washington sacude al mundo. El planeta extrañará al presidente que obtuvo el premio Nobel de la Paz y al líder que supo replegarse en términos militares y apostarle a la diplomacia multilateral como el camino para lograr la añorada gobernanza internacional.

Con una política de confrontación abierta, Trump ha mostrado interés de revigorizar la economía de guerra y alejarse de la política multilateral en aras de aumentar la capacidad nuclear de Estados Unidos y desestimar los esfuerzos del desarme y la no proliferación. Todo apunta que el poder suave de Barack Obama será relevado por los criterios impuestos por la realpolitik y la desconfianza pregonada hacia las organizaciones internacionales.

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Trump ha convulsionado los amarres de la geopolítica global y los acuerdos establecidos por el sistema económico internacional. La definición de China como nuevo enemigo y la prometida alineación de la arteria ruso-estadounidense transformarán el sistema de alianzas en el orden internacional.

Como presidente electo puso en aprietos la relación con el gigante asiático -la segunda economía mundial y potencia militar y nuclear- con la histórica llamada de la presidenta de Taiwán y el cuestionamiento de la política de una sola China que ha prevalecido desde que se normalizaron las relaciones bilaterales en 1972.

Aunado a la guerra comercial, China estará ávida de ocupar los espacios vacíos que deje Donald Trump como producto de su grito unilateralista y proteccionista en el escenario global –la salida del TPP, la renegociación del TLCAN y el adiós al TTIP.

OPINIÓN: El manipulador en jefe de Estados Unidos

Pese a que México aporta el 8% del PIB estadounidense y cuenta con una de las diásporas más grandes en Estados Unidos, nuestra clase política y económica no atendió los signos de alerta: las muestras del ultraconservadurismo del Tea Party, el abandono del lobby político en Washington y la falta de una estrategia de comunicación para posicionar los atributos y bondades de nuestros connacionales.

Ahora el golpe pega más fuerte y no se vislumbra salida alguna más que acercarnos con nuestros aliados naturales en Estados Unidos: los estados del sur que dependen del comercio transfronterizo , las corporaciones que defienden el TLC, las organizaciones de derechos humanos que escudan a los inmigrantes y las ciudades santuario como Los Ángeles, Nueva York y Chicago en donde la migra no será bienvenida.

nullAnte la cancelación de inversiones corporativas, la próxima militarización de la frontera, la extensión del muro fronterizo, las posibles deportaciones masivas y la renegociación del TLCAN bajo las concesiones que hará nuestra política exterior para proteger sus últimas mieles, se requiere de una altura de miras de nuestra élite política y económica para defender los intereses nacionales.

Una voz robusta y entrona que pierde toda credibilidad cuando México manda un mensaje contradictorio a la comunidad internacional: la corrupción, la impunidad, la falta de una justicia independiente, el hartazgo ciudadano y la desconfianza sobre nuestras instituciones nos echan el reloj para atrás y nos restan poder de mando frente a Estados Unidos.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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