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OPINIÓN: El desafío de proteger a los miembros del Congreso estadounidense

No es la primera vez que hay un ataque contra legisladores del Congreso, quienes suelen recibir mucha menos protección que el presidente.
jue 15 junio 2017 10:01 AM
campo de béisbol
Hechos Legisladores republicanos jugaban en una cancha de béisbol en Alexandria, suburbio de Washington, Virginia, con miras al juego anual de caridad contra sus homólogos demócratas, cuando un hombre armado con un rifle les disparó. (Foto: MIKE THEILER/REUTERS)

Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de Historia y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton, además de miembro numerario de New America. Escribió los libros Jimmy Carter y The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress, and the Battle for the Great Society. También es conductor del podcast Politics & Polls. Síguelo en su cuenta de Twitter  @julianzelizer . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — El aterrador tiroteo del miércoles 14 de junio, durante una práctica de béisbol de republicanos del Congreso estadounidense en Virginia, pudo haber sido aún más devastadora si la policía del Capitolio no hubiera actuado tan heroicamente.

No es la primera vez que hay un ataque violento contra miembros del Congreso, quienes suelen recibir mucha menos protección que el presidente. Parece que la presencia de la policía del Capitolio se debió a que uno de los participantes de la práctica, el diputado Steve Scalise, es el coordinador de la mayoría de la Asamblea de Representantes y recibe más protección porque forma parte de la dirigencia de la cámara.

Lee: 4 cosas que sabemos sobre el ataque a los legisladores en EU

El que el presunto tirador haya sido un voluntario de la campaña de Bernie Sanders que aparentemente manifestó opiniones severas contra Trump en sus redes sociales inevitablemente generará conversaciones sobre si el partidismo ha llegado demasiado lejos y tenemos que retroceder.

Steve King, diputado republicano por Iowa, no perdió el tiempo y aprovechó la situación al afirmar que "la violencia está surgiendo en las calles y proviene de la izquierda". Claro que culpar a la izquierda por los actos de una persona perturbada sería tan erróneo como culpar a todos los conservadores de los actos de violencia de miembros de la derecha.

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Aunque esta historia ha acaparado la atención del país con justa razón y hay que deplorarlo, la realidad es que la violencia contra miembros del Congreso usualmente no cambia el curso de la historia.

Hay una larga historia de atentados, algunos exitosos y otros, frustrados. Como el Congreso es una institución muy abierta en comparación con la rama ejecutiva, hay muchos puntos débiles que dejan vulnerables a sus miembros. Queremos que los congresistas interactúen con los electores y con la prensa, así que siempre nos hemos mostrado renuentes a levantar barreras rígidas entre ellos y su electorado.

Los extremistas aprovechan esa apertura. Un pacifista atacó al senador Henry Cabot Lodge en Massachusetts en 1919 porque respaldó la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Lodge salió ileso.

El 8 de septiembre de 1935, un hombre asesinó al senador Huey Kingfish Long, un populista de Louisiana que desafió a Franklin Roosevelt porque este no había hecho lo suficiente para redistribuir la riqueza en Estados Unidos. El 12 de julio de 1947, un expolicía del Capitolio le disparó al senador John Bricker de Ohio porque lo habían despedido después de que los republicanos tomaran el poder de la cámara. El tirador falló.

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En un incidente impactante, ocurrido el 1º de marzo de 1954, unos separatistas puertorriqueños dispararon hacia los miembros de la Asamblea de Representantes e hirieron a cinco (Clifford Davis, Alvin Morell Bentley, Benton Franklin Jensen, George Hyde Fallon y Kenneth Allison Roberts). 

El New York Times reportó que los tiradores estaban en una de las galerías para visitantes y "gritaron consignas a favor de la libertad de su patria mientras disparaban al azar desde una galería, justo sobre el salón de plenos de la cámara". Uno de los mensajeros de la cámara contó que "se escuchó 'pop, pop, pop, pop' y pensaron que eran fulminantes". Esto no ayudó a la causa de los separatistas.

El 8 de enero de 2011, un hombre le disparó en la cabeza a la diputada demócrata por Arizona, Gabby Giffords mientras estaba en una reunión con los electores de su distrito en una tienda de abarrotes. Mientras Giffords hablaba con una pareja, el hombre se le acercó y le disparó. Tras una larga convalecencia, Giffords se volvió una poderosa defensora del control de armas junto con su esposo, Mark Kelly. El miércoles 14 de junio, tuiteó : "Comparto el sentir de mis antiguos colegas, de su familia y su personal y de la policía del Capitolio de Estados Unidos; son servidores públicos y héroes, hoy y todos los días". 

Algunos defensores del control de armas pidieron que se implementen reglamentos más estrictos después del atentado contra Giffords… pero no hubo resultados.

En una época en la que se rompían relaciones en el Congreso por el tema de la esclavitud, los legisladores solían ser violentos con sus amigos y colegas en el poder legislativo. En el siglo XIX, como nos recuerda la historiadora Joanne Freedman, el Congreso era un sitio mucho más violento de lo que es hoy. Los miembros del congreso iban a trabajar armados y los duelos eran cosa frecuente.

En 1831, por ejemplo, el candidato al Congreso, Spencer Pettis, desafió a duelo a Thomas Biddle luego de que Pettis criticara al hermano de Biddle. Ambos murieron en el duelo.

En 1859, David Broderick, senador por California, prominente detractor de la esclavitud y miembro del partido Free Soil, tenía cada vez más diferencias con su amigo David Terry, quien había sido ministro presidente de la Suprema Corte de California y defendía la expansión de la esclavitud. 

Cuando Terry culpó acremente a Broderick de haber provocado que perdiera las elecciones, Broderick le contestó que era "un miserable infeliz". Ambos se enfrentaron en un duelo. Terry le disparó a Broderick, quien murió tres días más tarde.

El más famoso de todos estos incidentes ocurrió en 1856, en lo más álgido de las tensiones por la esclavitud, cuando el diputado Preston Brooks, de Carolina del Sur, molió a golpes con su bastón al senador republicano de Massachusetts, Charles Sumner. Desde luego, nada de esto sirvió para impedir la Guerra Civil. Tampoco es probable que el horrible incidente del miércoles sirva de mucho para cambiar el funcionamiento de Washington.

Las fuentes de nuestras tensiones políticas están bien arraigadas en el funcionamiento de nuestras instituciones. Ni siquiera la impresión que causa esta clase de ataques suele tener la capacidad de cambiar la forma de pensar de los políticos y los electores respecto al mundo político.

Si algo práctico ha de surgir de los acontecimientos horribles del miércoles, será el recordatorio de que tenemos que hacer más para proteger nuestra casa. Hay algunos precedentes para implementar reformas. 

Después de que el diputado William Graves de Kentucky matara al diputado John Cilley de Maine en un duelo, en 1838, el Congreso prohibió los duelos con pistolas en el Distrito de Columbia. Cuando se encontraron esporas de ántrax en cartas dirigidas a los senadores Patrick Leahy y Thomas Daschle, en 2001, el Congreso empezó a revisar todo el correo que llegaba al edificio.

Hoy sorprende que, a pesar de que se habla tanto sobre el terrorismo y la intensificación de la vigilancia, los miembros del Congreso sigan estando tan expuestos.

Por lo tanto, hay que empezar con lo básico: brindar mejor protección a los hombres y mujeres que dedican su vida a trabajar en el Congreso.

  Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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