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OPINIÓN: La infamia de Manson, al igual que su violencia, dejó daños duraderos

Los crímenes grotescos de Manson y el frenesí que provocaron facilitaron que los estadounidenses buscaran culpables para la violencia de los radicales, opina Peniel Joseph.
mar 21 noviembre 2017 11:30 AM

Nota del editor: Peniel Joseph es presidente de la cátedra Barbara Jordan sobre Ética y Valores Políticos de la Escuela de Administración Pública Lyndon B. Johnson de la Universidad de Texas en Austin y director fundador del Centro de Estudios sobre Raza y Democracia de la misma institución, en donde también imparte clases de Historia. Ha escrito varios libros, el más reciente de los cuales es Stokely: A Life. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — La muerte de Charles Manson, hombre de mirada indomable y líder de una secta cuyos miembros perpetraron una masacre sangrienta en Los Ángeles, California , en agosto de 1969, pone fin a un desafortunado capítulo de la historia de la turbulenta década de 1960. La masacre duró dos noches y muchas de las víctimas, entre ellas la actriz Sharon Tate, terminaron mutiladas.

Al parecer, lo horripilante de las escenas de los asesinatos es ejemplo del lado oscuro de una década contradictoria, en la que destacaron los asesinatos políticos, las luchas por las garantías individuales, el amor libre, las protestas pasivas y una búsqueda en general de la paz que terminaba en muerte con demasiada frecuencia.

Manson fue un compositor que llegó por casualidad a la escena hippie de California de finales de la década de 1960; cultivó una "familia" cuyos miembros consumían ácido juntos, abusaban emocional y físicamente de las mujeres y ayudaron a tramar el frenesí asesino con el que su líder esperaba desatar una guerra racial.

Lee: Charles Manson, el líder del culto asesino de los '60, muere a los 83 años

La guerra racial con la que Manson soñaba nunca ocurrió, pero pasó a la infamia de la cultura pop debido a sus ocurrencias en un juicio muy público y en los libros y películas para televisión subsiguientes, con los que se intentó dar sentido a la masacre.

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En una época en la que los radicales políticos hablaban de usar la violencia para alcanzar la justicia social, los acusados y sus partidarios en el tribunal trataron de interpretar los asesinatos como un castigo político , ignorando que había muchas pruebas del odio que Manson sentía por los judíos, los negros y las mujeres.

Lo más trágico de los asesinatos que Manson orquestó, pero en los que no participó, es que terminaron relacionándose con el medio cultural que pretendía promover los ideales más elevados, aunque de forma imperfecta, de cara a la guerra en Vietnam y a la violencia racial que se vivía en Estados Unidos.

Para los periodistas, los políticos e incluso para los historiadores, Manson se volvió una metáfora desafortunada de los excesos políticos de la década.

nullParecía que en la década de 1960, todos se habían pasado de la raya al exigir, sin un orden en particular, la igualdad racial, la justicia económica, la liberación femenina y la paz. Al parecer, los asesinatos sin sentido que se perpetraron en Los Ángeles abrieron la puerta a otras oleadas de violencia de parte de supuestos revolucionarios (ya fueran los de Weather Underground o del Ejército Simbiótico de Liberación, quienes secuestraron a la heredera Patty Hearst), que se prolongaron hasta la década siguiente.

Sin embargo, esta perspectiva enturbia más de lo que revela. El principal proveedor de violencia durante la década de 1960 —como nos lo recordó Martin Luther King, hijo, en su discurso en la iglesia de Riverside , dos años y medio antes de los asesinatos de Manson— resultó ser el gobierno estadounidense.

Vietnam representaba simplemente la punta de la larga lanza estadounidense que hacía un corte horriblemente largo a través del paisaje nacional de Estados Unidos en forma de disturbios raciales, despliegues de la Guardia Nacional en centros urbanos, uso excesivo de la fuerza policial contra estadounidenses de todos los estratos —incluidos los que protestaban contra la guerra y a favor de las garantías individuales— y terrorismo racial contra los activistas por los derechos civiles.

En vista de los crímenes grotescos de Manson y el frenesí que provocaron, para los estadounidenses fue fácil buscar culpables de los actos violentos de los radicales en vez de aplicar una mirada más crítica al uso insidioso de la fuerza de parte de las corporaciones de seguridad estadounidenses, tanto en casa como en el extranjero.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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