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La cultura y los prejuicios influyen en el deseo sexual

La educación y la sociedad determinan en parte el nivel de deseo sexual de los humanos.
mar 16 febrero 2010 06:23 AM
pareja de adolescentes sentados en el pasto
SXC- pareja adolescentes pareja de adolescentes sentados en el pasto

El deseo sexual no sólo es algo físico: depende de la situación social de cada quien, de su cultura y de su formación educativa.

El concepto que tenemos del deseo y el grado de represión en el que somos educados permean y definen a quién escogemos como pareja y cómo lo hacemos.

Existen factores de autocensura, producto de los códigos aprendidos sobre lo que es y no es el deseo. Todo pasa por el filtro de la valoración social o cultural, que es todavía más estricta con las mujeres.

El sexólogo mexicano David Barrios señala que la cultura tamiza o modifica la apreciación o el juicio sobre el deseo y dicta muchas conductas. Como ejemplo menciona a la tradición judeocristiana, en la que, a su juicio, la represión de los impulsos eróticos es una constante.

"Sigue habiendo una idea pecaminosa y deleznable de la experiencia erótica y esto redunda en disfunciones sexuales que inciden sobre el deseo. Otras culturas, como el Tao del Sexo o una versión del tantrismo, consideran el erotismo como un camino hacia la divinidad y el bienestar espiritual”, explica.

Hoy, el instinto sexual ha mutado en sexualidad. De la reproducción se ha pasado a la satisfacción del deseo sin ánimo reproductor.

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“La evolución del deseo tiene que ver con tres elementos. Uno es el desarrollo de la cultura. El segundo, la evolución de las ideas y el conocimiento. El tercero es el espacio subjetivo de cada quien, hay un hecho determinado y cada ser humano le da un matiz y una conformación distinta dependiendo de múltiples factores,” comenta Barrios.

Además de la cultura y la educación, hay otros ingredientes que afectan al deseo. Meredith Chivers, profesora de psicología en la Universidad de Queens (Ontario, Canadá), realizó un estudio con hombres y mujeres hetero y homosexuales.

En el experimento, los participantes vieron películas de sexo heterosexual y homosexual, un hombre y una mujer masturbándose, un hombre desnudo en una playa y una cinta de una especie de chimpancés llamados bonobos apareándose, entre otros.

Los resultados revelaron que los varones heterosexuales se excitaban con las mujeres y los homosexuales con los hombres, pero en las mujeres todo cambió. Independientemente de su orientación sexual, sus sensores detectaron excitación en las escenas de hombres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con mujeres y en el apareamiento de bonobos.

Barrios también habla de la confusión entre enamoramiento y deseo entre las mujeres. En ambos casos los síntomas son muy parecidos: aumenta la temperatura -aunque sea subjetivamente- se incrementa el ritmo cardíaco y existe la sensación de mariposas en el estómago.

“En el imaginario femenino, todavía en el siglo XXI, se sigue vinculando el enamoramiento con tener relaciones sexuales”, advierte Barrios.

“Los hombres suelen diferenciar por cultura las dos cosas. Y muchas mujeres ponen como condición para el sexo estar enamorados o que haya un vínculo afectivo intenso”, afirmó.

En general, ambos investigadores coinciden que el deseo sexual masculino es más dependiente del estímulo externo que del factor afectivo. El femenino, por el contrario, tiene en cuenta otros componentes que no interesan nada al varón, como por ejemplo la forma de hablar en el proceso de seducción.

Larissa García de Alba, psicoanalista de la Sociedad Psicoanalítica de México, coincide.

“El hombre suele tener muy alta la libido y la necesidad sexual. Hay un punto en el que psicológicamente los hombres pueden hacer una escisión entre la mujer santa y la mujer amante, y esto tiene que ver con la cultura que tenemos.

"Pero no sólo los hombres hacen la escisión mencionada. También las mujeres. Reconocen que les gustaría hacer cosas nuevas, pero lo identifican como pecado, con prejuicios. Hay autocensura”, concluyó.

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